miércoles, 29 de diciembre de 2010

VICTORIA EN LAS LETRAS
Escribe Carlos Sforza*
Es habitual que en revistas y páginas culturales se realicen balances cuando concluye un año calendario. Es, pienso, una manera de saber lo que se ha hecho y pensar en lo que se ha dejado de hacer. Es una especie de mirada crítica sobre el quehacer literario de un lugar determinado. En este caso, de Victoria, bautizada poéticamente por Gaspar L. Benavento como “La de la Siete Colinas”.
Nuestra ciudad tiene una larga trayectoria dentro del quehacer literario. La tiene desde el siglo diecinueve con las muchas publicaciones recogidas por diarios y revistas de la época a través de poemas, prosas poéticas y otras expresiones de las letras. No podemos soslayar la primera novela histórica entrerriana, escrita e impresa y editada en Victoria: “Viuda y Virgen” de Pablo Díaz.
Durante el siglo pasado hay un continuo trabajo literario plasmado por diversos escritores que abordaron la poesía y la prosa. Es indudable que en la nómina hay nombres que son hitos de la literatura victoriense y se insertan en la gran literatura nacional. Tal el caso del mencionado poeta, ensayista, autor de obras de teatro y leyendas, Gaspar L. Benavento. A él se suma Marcelino Román con una obra que cultiva la poesía denominada culta y de estilo clásico con la gauchesca. Agreguemos el nombre de Martín del Pospós con “El País de los Chajás” que mereció el Premio de la Secretaría de Cultura de la Nación y es una de las obras fundamentales con su visión estilizada de las islas de nuestro departamento.
Enumerar y nombrar suele resultar problemático puesto que es más lo que se olvida que lo que se consigna. No obstante ello debo mencionar a Rosa María Sobrón, excelente poeta y autora de recordadas estampas y a María del Carmen Murature de Badaracco que a la par de su labor historiográfica, tiene en su haber varios libros de poesía de un alto lirismo. Juan de Mata Ibáñez, Argentino Cejas, María Cristina Reggiardo de García Martín, Adrián Trucco…
LOS QUE ESTAMOS
A esa incompleta lista debo agregar los que estamos y desde hace años trabajamos en la creación de obras literarias, sea poesía o ficción. Así Marta Zamarrita, “Coca” Antúnez”, Gloria Traverso, Gladys Navarro Sartirana, María del Carmen Rourich, Francisco “Paco” Robles (hoy residente en Irlanda), Claudio González (“Rantés”), quien escribe esta nota…
Concretamente a ese núcleo que, lo reitero, es incompleto y así lo quieren marcar los puntos suspensivos, en los últimos años y en este que está por finalizar Victoria se ha visto acrecentada en lo literario con diversas publicaciones. No sólo en diarios y revistas, en lecturas realizadas en diversos ámbitos como en el Grupo “Alfonsina”, en el Hotel Sol Victoria con el Evento Internacional donde nos reunimos artistas plásticos, escritores, poetas y disertantes, músicos, cantantes y actores, en la Agrupación Cultural Victoria, en la Fiesta Provincial de la Poesía “Marcelino M. Román” realizada a fines de octubre en el Teatro Municipal Victoria, en nuestra ciudad, sino y, con el soporte del papel, en la publicación de libros.
Tal el caso de Ariel Otero con “Chico Cuento” (2009), Gladys Navarro Sartirana con “Regreso a la luz” (2009), Cecilia Oberti, María del Carmen Rourich con “Territorios azules” (Poesía y Prosa), Graciela Paleari en un libro compartido, Laura Pérez con su novela “Tierra Hogar” (20l0), Juan H.“Lito Stiechr con la reedición actualizada de “Historial Municipal” (2010) y “Recuerdos” (Aquellos tiempos inolvidables de 1940 a 1980)” (noviembre de 2010).
No puedo dejar de mencionar la labor que a favor de la reedición de autores victorienses, cumple la Sociedad Filantrópica “Terror do Corso” que en enero de 2010
publicó una nueva edición de “La de las Siete Colinas” de Gaspar L.Benavento. Y para continuar con esa tarea, la mencionada Sociedad reeditó en septiembre de 20l0, “El 5º Cuartel, Ceniza y Humo” de Raúl R. Trucco con ilustraciones de Gabriel Calabrese, prólogo del autor de esta nota y, para complementar el libro, con el cuento de mi autoría “El Fantasma de la Cal”, “Aquel Quinto que Imagino” de Oscar Lami y “Raúl R. Trucco” por Marcela Trucco.
Hubo algunos reconocimientos por la labor a favor de la cultura como el que en el citado evento internacional de 20l0 en el Hotel Sol Victoria se me entregó una plaqueta como Miembro Honorable y en el mismo acto se le entregó una similar a la recientemente desaparecida artista plástica y entrañable amiga, Imelda Banchero de Luque. También en la Fiesta Provincial de la Poesía recibí el galardón “El Cimarrón Entrerriano” por mi trayectoria, igual distinción recibió en la Fiesta Provincial del Teatro en nuestra ciudad, el actor y director teatral Hugo Labarba.
Son hitos que han dejado las tareas de ceración en nuestro pueblo y que merecen destacarse en la medida en que ubican a Victoria en el circuito cultural (y concretamente a lo que se refiere esta nota) en las letras de la provincia y que en muchas ocasiones trascienden los límites comarcanos para proyectarse al ámbito nacional.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

UNA MANERA DE VIVIR
Escribe Carlos Sforza*
Al aceptar el Premio Nobel de Literatura 2010, en Estocolmo, ante la academia sueca, Mario Vargas Llosa pronunció un discurso en el que realizó una verdadera autobiografía a la vez que hizo el elogio fundamentado, de la escritura y la ficción, desde el punto de vista del lector y del escritor.
Narró sus experiencias de niño, adolescente, joven y adulto, en sus más de setenta años de vida. Y lo hizo con un auténtico sentido de equidad para consigo mismo y para quienes gozaron del discurso en Suecia y quienes gozamos al leerlo en un rincón entrerriano y en tantos otros lugares del vasto y globalizado mundo actual.
EL FANATISMO
Vargas Llosa es un hombre que se caracteriza por su postura contraria a cualquier fanatismo. Sea político, religioso o de la clase que fuere. Así expresa que “Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias”. Y agrega: “Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se siente poseedores de verdades absolutas”.
Es indudable que a través de la historia, los fundamentalismos han perforado la convivencia pacífica de la gente. Y cuando se cree que han desparecido, resurgen con otras formas, otras modalidades, con nuevas “formas de barbarie” que pueden resultar letales no sólo localmente, sino en expansión mundial. Ante este panorama, el peruano sostiene que hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos. Hace una enumeración de su juventud adherida al marxismo hasta que vio la realidad encarnada en países donde esa forma de marxismo se aplicaba y, desilusionado, fue girando para convertirse en un demócrata gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean-François Revel, Isaiah Berlin y Kart Popper a los que debe, dice, su “revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas”. Y a renglón seguido sostiene que “Esos maestros fueron un ejemplo de lucidez y gallardía cuando la intelligentsia de Occidente parecía, por frivolidad u oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquellare sanguinario de la revolución cultural china”.
Su aprendizaje en su estada en París, cuando en la capital francesa estaban Sastre y Camus, en los años de Ionesco, Becket, Bataille y Cioran, fue fundamental en su vida. Afirma que recibió enseñanzas inolvidables, “como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad”.
Estas confesiones del Premio Nobel de Literatura vienen bien para que los lectores y sobre todo para quienes nos dedicamos a escribir, comprendamos cómo se forja una ficción: con vocación y mucho trabajo. La vocación es parte de nuestro ser y a ella debemos ponerle a su servicio la imaginación y para que fructifique, la constancia en el trabajo. Como no me canso de repetir, hay que “sudar la camiseta” para lograr concretar una obra literaria.
LA CONQUISTA Y LA EMANCIPACIÓN
La autocrítica que hace Vargas Llosa sobre la conquista y la emancipación, debieran leerla con detenimiento en forma especial, los que a ultranza y fanatismo, estigmatizan la conquista de los españoles. Dice: “La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes, fueron en gran número nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron”. Por esos sostiene que nuestras críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Y lo dice así porque, sostiene que “al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella es una asignatura pendiente en toda América latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza”. Palabras para pensar y reflexionar, sin dudas.
LEER Y ESCRIBIR
Mario Vargas Llosa sostiene que cuando, a los once años perdió la inocencia al enfrentar cuestiones de la vida, todo cambió. Descubrió la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo. Entonces, dice, “Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz. Y fue escribir a escondidas, como quien se entrega a un vicio inconfesable, a una pasión prohibida. La literatura dejó de ser un juego. Se volvió una manera de resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable, mi razón de vivir”. Y agrega también: “Desde entonces y hasta ahora, en todas las circunstancias en que me he sentido abatido o golpeado, a orillas de la desesperación, entregarme en cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador, ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al náufrago a la playa”.
Ese entregarse al trabajo de fabular es una actitud positiva para contrarrestar el desánimo, la adversidad. Porque el escritor se sumerge en otras vidas, en otros mundos, en otras historias y sale de sí mismo y crea mundos que lo hacen vivir allí, en esas ficciones o fábulas surgidas de su imaginación y logra aventar el mundo concreto en el que vive. Es una prolongación de lo que ha sido y es la creación del mundo. Es un hacedor y, como dice citando a Flaubert, “Escribir es una manera de vivir”. Una manera de vivir que quienes escribimos ficciones, lo experimentamos con ilusiones y alegría, buscando las palabras para que, encadenadas las unas con las otras, formen las hileras donde surgen los personajes que se escapan de nuestras manos y a los que no podemos sujetarlos porque sería coartarles su libertad, cosa que para el auténtico fabulador es imposible hacer.
Por otra parte, Vargas Llosa dice que “La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la mayoría de los seres humanos (…)”.
La ficción, se sabe, es mentira. Pero pese a serlo, se transforma en verdad porque presenta seres y hechos ficticios que a la postre, pertenecen a la realidad y a la verdad de esa vida y esos hechos que suelen existir y suceder. De allí que el lector al sumergirse en una ficción, participa de ella y vive muchas vidas. No dos o tres vidas, sino las muchas que la ficción le proporciona. Y tal vez, al identificarnos con esos seres de ficción, estemos realizando una transmutación al compartir esas vidas y sentir las alegrías y pesares de cada uno de los personajes de ficción.
De allí que Vargas Llosa sostiene que “Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores, transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad”. Y concluye su imperdible discurso afirmando: “Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible”.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

domingo, 12 de diciembre de 2010

“RECUERDOS” DE JUAN H. “LITO” STIECHR
Escribe Carlos Sforza*
Hay formas para recuperar el pasado. La historia estrictamente investigada y recuperada es una de ella. La más científica que se nos puede entregar. Hay crónicas, que recogen la tradición ya sea oral o vivida y reflejan momentos y personajes de un pueblo y de un país también. Y hay una manera muy especial de recordar personas, hechos, instituciones, instancias del pasado. En esta última categoría se ubica sin dudas el libro de Juan H. “Lito” Stiechr, “RECUERDOS” que tiene por subtítulo: “Aquellos tiempos inolvidables de 1940 a 1980” (Imprenta Los Gráficos, tapa y prólogo de Rubén Tealdi, Victoria –E.R.-, noviembre de 2010, 348 p.).
El autor recoge en esta obra artículos periodísticos y notas publicadas en medios gráficos, que recuperan esa porción de historia lugareña, concretamente victoriense, que muchas veces puede quedar relegada a la memoria de algunos y a la tradición oral. “Lito” Stiechr ha tenido el buen tino de agrupar sus escritos en un volumen que con el sostén de ser un libro impreso, sirve para rescatar una parte del pasado cotidiano del pueblo e incluso de la campiña victoriense.
El libro está dividido en seis capítulos: PERSONAJES, OFICIOS-COMERCIO, ESPESCTÁCULOS Y FESTIVALES, INSTITUCIONES Y ESCUELAS, DEPORTES y RECUERDOS (Misceláneas). En el primer capítulo, como surge del título, el autor recupera personas que se han destacado en diversas actividades en nuestro medio, ya sea en la docencia, en la medicina, en la política, en su trabajo en favor de la comunidad y todo aquello que hace a la dinámica de una ciudad donde si no todos, casi todos nos conocemos y sabemos quiénes han sido esas personas. Por supuesto que “Lito” ilustra a sus lectores con datos que escapan por lo general al común de la gente y lo hace con la impronta de una nota periodística que hace llevadera la lectura.
Es interesantísima la recuperación que el autor hace de diversos oficios y comercios como las viejas peluquerías, las panaderías, las carpinterías, las carnicerías, los mecánicos, los viejos mateos, los almacenes de campaña (llamados de ramos generales), músicos y tantas otras actividades que en el correr de cuarenta años se han desarrollado y que muchas continúan y otras ha desaparecido, en Victoria y sus distritos.
Hay en el tercer capítulo un recuerdo muy especial a festivales que han marcado hitos en el pueblo y por supuesto, una muy especial recordación a los centenarios carnavales victorienses que siguen vivos todos los comienzos de año.
En cuanto a INSTITUCIONES y ESCUELAS, desfilan aniversarios de establecimientos educacionales con breves historias, guardería, hogar de ancianos, la Sociedad de Beneficencia y la concreción del Hospital que hoy es el “Dr.Fermín Salaberry” y pertenece a la provincia, los desaparecidos Boy Scouts, entre otros.
Un capítulo especial y jugoso es el dedicado al deporte, donde están reflejados los orígenes y el historial, siempre dentro de la nota periodística, de los principales clubes deportivos de Victoria, los por entonces célebres campeonatos de baby fútbol en el Club 25 de Mayo (en los cuales el autor del libro y el de este comentario, jugaron en el mismo equipo), las canchas de pelota a paleta que pululaban en la ciudad y la campaña y otras expresiones que quedan registradas en este libro.
El último capítulo son precisamente RECUERDOS que el autor fija en sus notas, como los paseos del día del estudiante, con toda la preparación y el ritual que entonces tenían, un especial recuerdo a Rincón de Nogoyá donde pasó su infancia y primeros años de adolescente el autor, como asimismo la vieja calle San Luis (hoy Hipólito Irigoyen) donde vivió con sus padres y hermanos cuando se instalaron en Victoria, antiguas ordenanzas, la desaparecida Sociedad San Luis…
Muchas de las notas son ilustradas con fotografías, lo que hace que también se conserve a través de ellas lo que el autor nos relata en sus escritos.
Este libro de Juan H. “Lito” Stiechr tiene las características en cada artículo, de lo que es la impronta periodística. No entra en elucubraciones o reflexiones históricas académicas, sino el volar de la pluma que le da la carnadura necesaria para que sea cada uno de ellos, una nota periodística. El autor ha querido y logrado, por suerte, recogerlos en un libro que pasa a formar parte de la bibliografía necesaria para conocer una parte a veces no registrada debidamente, de nuestro pasado. De allí que esta edición sea un valioso aporte para Victoria gracias al tesón, la búsqueda y la recopilación de sus notas periodísticas, que ha hecho J. Stiechr.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

lunes, 6 de diciembre de 2010

EN EL ALMA DE NUESTRAS PLAZAS
Escribe Carlos Sforza*
Primero, y por mucho tiempo, fue la placita Moreno. Eran los años de la infancia. Las diagonales y las calles laterales de dentro del paseo público, eran de tierra.
Allí, bordeados por el verde de los canteros, en las siestas de sol mezquino del invierno, fue el ruido de las chorlas, las porcelanas, los aceros. Y el juego a las bolillas (así lo llamábamos nosotros). Y también las carreras. Y los trompos bailoteando en círculos interminables, picoteados de jugar a los puazos.
También, eludiendo los cables del alumbrado, estuvieron las cometas: barriletes, bombas, medio-mundos, algún barco perdido, y las impares tarascas. Y la vida transcurría. El dolor andaba a nuestro lado; la tragedia desfilaba a nuestra vera. Pero, en actitud displicente, los ignorábamos. Estábamos, por razones de edad, al margen de esos condimentos del vivir cotidiano.
A veces, y ya nuestro panorama se alargaba, era una escapada a otra plaza. Íbamos en barra (¿de qué otra manera podíamos incursionar en un barrio vedado?). Y entonces era cuando la plaza Libertad se nos aparecía de lejos. Allí, en el centro, estaba esa pirámide alta (altísima para nuestra imaginación niña). Y los juegos: el tobogán preferido; las hamacas; y las piedras de los muchachos de la barra del lugar, que veían invadir por un grupo de intrusos sus lares queridos. Y siempre, con una altura impresionante, la pirámide, con esa mujer allí arriba (claro, era la Libertad, y podía permitirse el gusto de mirarnos desde tan encumbrada postura. Y también, causarnos no poco pavor traducido en una especie indefinible de vértigo).
Y otra vez, en nuestros años niños, fue la plaza principal, la San Martrín. Ya allí, había que ir con la mejor ropa que teníamos. Era el lugar de los actos patrióticos. Y de la procesión de la Virgen Patrona. Y del corso oficial. Y del paseo de los jóvenes y las chicas que hacían sus primeras armas en el amor.
Y de la mano, una noche de carnaval, con el asombro saltándonos de los ojos, estuvimos con nuestro padre. Era el sucederse de las caravanas de hombres, de máscaras, el ruido interminable de las matracas y los pitos; el correr, con el viento del último momento, de las tapitas de cerveza y naranja y chinchibira, que unían su sonidos al de las gentes y los vehículos y al ritmo enloquecido del corso.
Después, los años fueron pasando. Y las plazas, las tres plazas más importantes de nuestro pueblo, fueron creciendo. Las costumbres cambiaron. Y los niños siguieron siendo siempre niños. Oír eso, ahora cuando la vieja y querida placita Moreno ha vestido su aspecto con baldosas, ha agregado el busto del patrono del lugar, ha mejorado el alumbrado, ha incorporado juegos infantiles; cuando la plaza Libertad también ha ampliado su vestuario y ha embellecido su aspecto; cuando la plaza San Martín, que es la principal (la de los actos oficiales, de la procesión de la Patrona, de los corsos que ya no están y del mejor traje), también ha avanzado en el tiempo; cuando hemos visto nuestra prolongación a través de nuestros hijos y nietos, nos parece que estamos allí también nosotros. Retrotraemos el tiempo y jugamos en las diagonales; en los bancos; a veces (sin que nos vea el cuidador, que pese a todo es amigo de los niños), subimos a los canteros.
Porque las plazas, nuestras plazas, como todas las plazas del mundo, conservan un pedazo grande de nuestra infancia. Y es bueno, es saludable, es hermoso, volver a rememorar la infancia. Volver a ser niños (no por nada Jesús dijo que había que hacerse niños). Y estas plazas nuestras, estos paseos victorienses, estos rincones adentrados en nuestro corazón, siguen deparándonos esas emociones.
A veces, algún paseante con imaginación volandera y fácil quizá advierta el paso de sombras rápidas, andariegas, movedizas. Es, sin dudas, el hálito de nuestra infancias que así, imperceptibles para quienes no saben ver, ha quedado allí, prendido de los canteros verdes, en juego permanente, con el beneplácito de las flores y los pájaros. Y otras veces, la sonrisa de algún poeta que sabe, por pura intuición, que sus amigos, los niños y los espíritus de los que siguen siéndolo pese a la edad cronológica, juegan, saltan, viven en esos paseos que son nuestras plazas: la Moreno de nuestra primeras andanzas; la Libertad de nuestras esporádicas incursiones; la San Martín de los actos protocolares (y del juego, también antes, de nuestras hijas y nietos).

domingo, 28 de noviembre de 2010

ENSAYO SOBRE EL SILENCIO
Escribe Carlos Sforza*
Santiago Kovadloff es uno de los más destacados ensayistas argentinos. Nació en Buenos Aires en 1942, ciudad en la que reside. Obtuvo el Primer Premio Nacional de Literatura como ensayista en 1992 y en 2000 el Primer Premio de Poesía de la Ciudad de Buenos Aires. Es Miembro de la Academia Argentina de Letras y Miembro Correspondiente de la Real Academia Española. A su labor ensayística se agrega su calidad de poeta, de autor de relatos para niños y de traductor.
Ahora acaba de aparecer una nueve edición de su profundo ensayo EL SILENCIO PRIMORDIAL (Emecé, Bs.As., julio de 20l0, 208 p.).
El libro trata del silencio a través de siete capítulos donde se habla de él en la poesía, en el psicoanálisis, en la música, en las matemáticas, en el monaquismo, en la pintura y claro, culmina con el silencio amoroso. Un vasto y profundo panorama para entrar en las profundidades del silencio y desde allí buscar la comprensión de uno mismo y el encuentro con lo profundo del ser a partir del silencio primordial.
Es interesante entrar en el mundo que nos presenta Kovadloff, pero lo es sobremanera para quienes, escritores, nos valemos de la palabras que precisamente pareciera que contradicen el silencio.
En el prólogo, el ensayista se plantea la pregunta de cómo hablar de lo que no puede ser designado. Y a renglón seguido aclara que “lo indesignable, empero, puede ser reconocido”. Sabe, y lo expresa, que el silencio no puede ser atrapado. Pero no obstante ello, agrega que “Se advierte, entonces, que si no tiene objeto discurrir sobre el silencio, ese discurrir tiene, sin embargo, sujeto. Hay, se diría, una imagen sin forma en la que el hombre puede contemplarse sin verse. Es la del silencio primordial (…).
Desde el punto de vista de Kovadloff, el hombre roza la cima de su conformación libre, “cuando llega a saber que las raíces de su misteriosa singularidad se hunden en el silencio”. Reconoce, claro, que al ser un libro personal es una “obra discutible”. Y es bueno que así sea. Porque con su ensayo el autor nos impele a pensar sobre el silencio primordial y a sacar nuestras propias conclusiones. Que se pueda estar de acuerdo con su pensamiento en un todo o en parte, o disentir de él en un todo, es cuestión de cada lector. Kovadloff afirma que para él, meditar es “una aventura mayor”. Y aquí nos remitimos a la bibliografía y citas que hace el autor y que nutren cada uno de los capítulos del libro. Ya Buda sostenía que la manera de llegar al conocimiento de la verdad absoluta era por medio del cuestionamiento y la propia investigación. Y una de las maneras de lograrla, es a través de la meditación.
LA PALABRA Y EL SILENCIO
Cuando en el primer ensayo del libro, Kovadloff habla sobre poesía y silencio, plantea una curiosidad: “que los griegos, que casi todo lo presintieron, no hayan concebido una divinidad del silencio”. Y él, dice que “A esa divinidad del silencio la imagino yo emparentada con Jano: uno de sus rostros vuelto hacia atrás, el otro hacia delante y ambos unidos por un tronco común capaz de recordar el parentesco indisoluble de los contrarios”.
De allí que el pensador pueda decir que “El silencio humano –es sabido- no se expresa sólo mediante la prescindencia de las palabras. También se expresa mediante las palabras de la prescindencia”. Esto que parece un juego de palabras, no es sino la búsqueda de cómo entroncar los contarios. El insondable silencio con la voz poética.
De allí que Kovadloff sostenga que hay una trayectoria del poema: “va del silencio al silencio”. El silencio del que el poema parte al constituirse como poema que “es fruto de una trama verbal”. Es que en el pensamiento del autor está presente encontrar la epifanía del silencio o el silencio de la epifanía. Dice así que el silencio no es el fracaso del lenguaje sino la culminación del lenguaje.
Kovadloff nos habla del oír. ¿Oír qué o a quién? Pone el ejemplo del
Ángel que parece soplarle al oído a San Mateo las palabras que debe escribir en su Evangelio conforme a la obra de Rembrandt de 1661, titulada “El Evangelista Mateo inspirado por el ángel”. Y sostiene que Mateo presta oído no a lo inteligible sino a lo ininteligible. Y al verterlo en el Evangelio no transcribirá lo escuchado, sino que el Ángel lo ha puesto en presencia de algo ininteligible, que sería la inspiración según la mirada del ensayista. Yo, como muchas veces lo he dicho, descreo de la inspiración y creo en la imaginación que crea. Pero en la mirada de Kovadloff, poeta él, está esa inspiración que hace que “desde el contacto con lo indecible se rebota hacia la palabra que intenta reflejar y preservar el efecto de ese encuentro. Poeta es el que sabe iluminar líricamente ese efecto en su escritura”.
OTRAS FORMAS DEL SILENCIO
En los capítulos siguientes el ensayista nos plantea otras formas del silencio. Es sumamente ilustrativo y profundo cuando se sumerge en las profundidades del psicoanálisis, donde el paciente se enfrenta con el silencio de quien lo psicoanaliza. Cita a Liliana Zolty cuando expresa que “Los pacientes siempre dicen la verdad cuando dicen que no tienen nada que decir. Pero para encontrar esa nada que decir hay que hablar”. Ante esta situación, sostiene Kovadloff que el sitio del psicoanalista “será el de quien asume la representación de lo callado”. Y líneas después afirma que “En un primer momento, al encontrarse con el silencio del psicoanalista, el paciente no sospecha que ese silencio constituye una representación, un semblante”.
A través del encuentro paciente-psicoanalista, se produce un reconocimiento de aquél en el silencio de éste. Cuando el paciente retorna a la palabra es porque el silencio la devuelve y “reconfigura al hombre al permitir que se reconozca en su básica condición de carente, en lugar de hacerlo mediante la negación de esa carencia”.
Cuando habla del silencio en la música, sostiene que “el arte de la música no quiere ser sino alusión” En su etimología, nos dice, la palabra remite al juego, a la diversión. Recuerda que “Una de las resonancias más antiguas de la palabra juego (ludus) retrotrae a la idea de la representación efectuada en honor de una divinidad” Y agrega: “Esa ceremonia mayor es en nuestro caso, la música, rito consagratorio de lo indesignable”. Con variadas citas, nos hace entrar en el juego y recupera palabras esenciales de Murena y con cita de Vladimir Jankélevitch expresa que “La música, presencia sonora, es, ella misma, una forma de silencio”.
Asimismo introduce su meditación en el silencio matemático y el silencio en la luz: la pintura. Entra en el campo de lo religioso propiamente dicho cuando reflexiona sobre el silencio monástico. Se vale como apoyatura en escritos de Thomas Merton, el monje trapense, del creador del monaquismo occidental: San Benito de Nursia, de San Juan de la Cruz, de Blas Pascal, de Vicente Fatone, para sacar sus propias conclusiones. “El silencio que lleva a Dios, es entonces, el que implica haber superado la identificación de lo real y lo verdadero con lo doblegable y puramente inteligible. Pero es también el que ha superado el desprecio”.
FINAL
El libro culmina con el silencio amoroso. Es una profunda meditación sobre el silencio en el amor. Recurre a citas de variados pensadores que se han ocupado del tema. Disiente del pensamiento de Schopenhauer y Hegel. Trae sabrosas citas de Gabriel Marcel extraídas de su “Diario Metafísico”, de Emmanuel Lévinas, de Kierkegaard, de Platón, de Ortega y Gasset, del poeta Rainer María Rilke entre otros. Éste como los demás temas abordados a través del silencio, es un capítulo que merece (y necesita) una lectura pausada y reflexiva. Sostiene que “la caricia responde a la convocatoria del silencio primordial. Contesta a lo indecible mediante lo indecible”.
Estamos ante un libro que hace pensar y por ello, tiene un valor agregado. Al interés propio del tema, se suma una permanente actitud reflexiva y de meditación del autor. A la que, se espera, se sume el lector.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

domingo, 21 de noviembre de 2010

TIERRA HOGAR de LAURA PÉREZ
Escribe Carlos Sforza
Hablar de una novela recientemente publicada, y más aún, de la primera novela de una autora que anteriormente nos entregó un poemario, conlleva la responsabilidad de adentrarse en el contenido de la misma que implica también examinar la forma y el tema para lograr aproximarse a una definición más o menos verdadera de la obra.
Laura Pérez, nacida en Distrito Rincón de Nogoyá Sur de Victoria, nos ofrece hoy TIERRA HOGAR (Ediciones Del Castillo, Rosario (S.F.), septiembre de 20l0, 186 págs.) que la presenta como novela y está narrada en tercera persona.
Hay un juego sutil en la presentación de la obra y en el tema. Y lo hay puesto que la narradora habla del personaje central, como una persona a la que ha tomado para mostrar su periplo existencial en momentos cruciales de su vida. Pero, a la vez, ese personaje es la autora misma. De allí que en la contratapa del libro Víctor Elizalde afirme que estamos ante “una novela autobiográfica que más allá de lo estrictamente literario, marca la búsqueda de la Verdad desde el tibio sol que le dio origen”.
Sabemos que definir lo que es una novela hoy en día no es fácil. Se ha ampliado tanto el abanico de sus posibilidades, que es un verdadero río cenagoso en el que caben diversas formas de novelas. De allí que Camilo José Cela haya dicho que novela es aquella obra que debajo del título lleva la palabra “novela”.
Más aún tengo presente lo que escribió hace varios años Luis Alberto Sánchez: “(…) como quiera que uno se coloque frente a la novela, es absolutamente imposible: a) clasificarla o definirla estrictamente, y b) separarla de la vida. Vida presente o pretérita, actualidad o historia, beligerancia o tradición, ella se refleja en la novela. Es su misma sustancia Por lo tanto, la vida es imposible sin su novela”.
En el caso de TIERRA HOGAR pienso que estamos ante una novela que rompe ciertos cánones por su estructura y porque las historias narradas, que al fin de cuentas es una sola y única historia aderezada con diferentes tiempos y momentos que no se conducen lineal y cronológicamente, sino que de una etapa se regresa a otra anterior, y se sitúa en lo que algunos colocan como subgénero de la novela histórica y la llaman novela biográfica. Y, como decía Manuel Gálvez, “Casi siempre la novela biográfica es autobiográfica”.
Podría incluso plantear la cuestión siguiente: ¿es la de Laura Pérez una novela autobiográfica o es una autobiografía novelada?
Debo confesar que lo que podría aventurarme a llamar el esqueleto de la novela que hoy nos entrega Laura, yo la conocí oralmente de boca de la autora, hace algunos años. Y ahora, que la veo plasmada en el libro, advierto que ha logrado una obra que no es pura ficción, sino que es fundamentalmente un testimonio de vida. Testimonio valiente, claro, porque el tema planteado requería de valentía para afrontarlo de esa manera y no perder en ningún momento la esperanza. Es una vida de contratiempos, es un claro enjuiciamiento a instituciones, en este caso, religiosas, encasilladas en parámetros que muchas veces por querer o pretender querer cumplir las leyes internas, matan el espíritu que dio nacimiento a una forma de vida consagrada a través de una orden religiosa. Y también, en el drama infantil, en la enfermedad de la madre, un enjuiciamiento a instituciones de salud que en vez de devolver la cordura en forma de amor, trastocan la personalidad del paciente y aplican métodos reñidos con el respeto al otro, al prójimo, convertido en esas circunstancias, en paciente.
En medio de la trama novelesca, donde aparecen nombres y personas convertidas en personajes, que muchos conocemos, hay un verdadero canto a la vida. Lo trasuntan los poemas que mechan la narración en prosa, la misma prosa que toma vuelos poéticos y además, el temple demostrado por el personaje que no es sino la autora que es presentada, como queda dicho, por la voz del narrador en tercera persona.
En la nómina de novelas biográficas existen tantas variaciones que el crítico peruano Sánchez, afirma que para salvar el escollo conviene incluir como novelas biográficas a las biografías noveladas. Y trasladando esta conclusión a TIERRA HOGAR, yo encuentro que estamos ante una autobiografía novelada, que adquiere los atributos de novela porque tiene una buena estructura, si bien es parca en el uso de los diálogos, logra mostrarnos la vida en la vida de su personaje central, como asimismo en el entorno humano y las comparsas que la acompañan. Es emotivo el tramo en el que nos relata la autora la relación y posterior decepción, con Aníbal. La incógnita que plantea la presencia casi misteriosa de Mario. La fortaleza y fe en Dios de los padres de la protagonista. Las relaciones humanas con sus hermanos, con las alumnas de la escuela de adultos. Y, lo urticante que resulta la vida en la comunidad religiosa, de la cual fue separada sin razones valederas que explicaran esa separación.
Para armar esta autobiografía novelada, Laura Pérez recurre a diversos procedimientos ya sea en los tiempos históricos o en el ensamble de situaciones diversas. Asimismo tiene una prosa poética que habla de una fina sensibilidad. Y al decir esto recuerdo el sonido musical de la casuarina de su casa en el campo, que tiene la belleza de una muy bien trabajada prosa.
Es indudable que de la escritura de Laura Pérez emerge su don de poeta. Y como ha escrito Santiago Kovadloff, “Poeta es, primeramente, no quien sabe emplear el idioma, sino aquel que se muestra apto para desembarazarse del uso corriente del idioma”.
Podría decir que en este libro encontramos muchas contradicciones que se dan en la vida. Pero que esas contradicciones la autora las supera en una dolorosa catarsis que aparece en la obra. Porque, como dijera André Breton en “Los manifiestos del surrealismo”: “Todo hace creer que hay un momento del espíritu en que la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo, dejan de percibirse contradictoriamente”.
En esa misma complejidad del espíritu, es donde, en el libro, Laura Pérez consigue la epifanía de su ser y logra transmitirla en esta promisoria primera novela que no es sino una muestra más de lo que puede la mujer fuerte de que nos habla la Biblia.

sábado, 13 de noviembre de 2010

LA PALABRA ENCANTADA
Escribe Carlos Sforza*
El escritor nicaragüense Sergio Ramírez ha publicado un original y feliz artículo sobre LAS MIL Y UNA NOCHES. Es original puesto que no sólo rescata la palabra de Schehrazada que la salva de morir bajo la orden del califa Schahriar, sino porque también ubica al contador de historias que en el mercado oriental, sobrevive gracias a la palabra. Puesto que, al contar las historias transmitidas oralmente, recibe las monedas suficientes para poder alimentarse y seguir con vida. Y es feliz porque me ha hecho reencontrarme con el libro que he leído en su totalidad y muchas veces fragmentariamente y que siempre nos muestra aspectos no vistos antes y nos encandila con las narraciones encadenadas, con los cuentos orientales, con las alfombras voladoras y los eunucos, con los ladrones y mercaderes, con los que luchan por vivir en medio de las zozobras de las largas caravanas. En fin, me ha devuelto a un mundo lejano y a la vez plagado de aventuras y misterios, de fantasías y de opulencia en la imaginación.
COMIENZO DEL LIBRO
En la edición en español que poseo y tengo a la vista, el libro comienza con “Historia del Rey Schahriar y su hermano el Rey Schahzaman. Es por demás conocida la situación del segundo, engañado por su mujer y que se reitera cuando visita al primero, quien también es engañado por su esposa. Al enterarse y ver con sus propios ojos la traición de su mujer, Schahriar ordena que la maten a ella y a los esclavos y esclavas de la cohorte. Y cómo, desde entonces, el califa Schahriar todos los días se casa con una joven del reino y después de la noche nupcial, la manda matar. Llega a un punto en que todos han huido del reino y es cuando el Califa ordena al gran visir que le busque una joven. Sucede que ya no quedan ya en esos lugares salvo las dos hermosas hijas del visir. Y cuando él les relata lo que le ha pedido el califa y sabe lo que le espera a quien se case con él, Schehrazada pide ser ella la elegida. Ante la aflicción del padre, la lleva y se casa.
VALOR DE LA PALABRA ENCANTADA
La noche de la boda, cuando Schahriar se acercó a la joven desposada, ésta comenzó a llorar y al inquirir la causa el califa, Schehrazada le dijo que quería despedirse de su hermana Doniazada. Accedió el rey e hizo llevar a la joven para encontrarse con su hermana y despedirse. Se abrazaron y Doniazada “dijo entonces a Schehrazada: “¡Hermana, por Alah sobre ti!”, cuéntanos unas historia que nos haga pasar la noche. Y Schehrazada contestó: “De buena gana, y como un debido homenaje, si es que me lo permite este rey tan generoso, dotado de tan buenas maneras.” El rey al oír estas palabras, como no tuviese ningún sueño, se prestó de buen grado a escuchar la narración de Schehrazada”.
Y allí comienzan las narraciones, los cuentos, las leyendas, contadas por la joven esposa al rey. Y como la joven mujer conoce todas las historias que se han narrado a través de años y años, aquellas que llegan a través de las narraciones traídas por las caravanas desde países lejanos, las que se transmiten en los mercados diariamente, va hilvanándolas de tal forma, que mantiene la atención, el interés del califa. Porque sin dudas, la joven mujer es una narradora excepcional ya que si el interés del rey decae, su cabeza también caerá cortada por el alfanje del verdugo.
Y no decayó. Durante tres años, en mil y una noches, la palabra encantada de Schehrazada mantuvo atento, cautivado, hipnotizado al rey y se salvó la esposa de seguir la suerte de las anteriores mujeres del califa.
El valor de la palabra está allí, en boca de Schehrazada. Y lo está no sólo por la palabra en sí misma, sino por cómo dice la joven esa palabra. Cómo arma sus relatos y cuentos para atrapar el interés, la atención del marido. Y por esa palabra encantada no sólo salva su cabeza sino hace que el rey se arrepienta y perdone a todas las jóvenes mujeres del reino. El valor de la palabra campea en todo su esplendor y encantamiento en boca de Schehrazada. Es la narración perfecta para conquistar a un severo oyente como era el hasta entonces sanguinario califa.
FINAL DE LAS MIL Y UNA NOCHES
Sucede cuando, transcurridos tres años desde la primera noche, Schehrazada lleva ante el rey a sus tres pequeños hijos y los pone ante él y le dice: “¡Oh rey del tiempo!, he aquí a los tres hijos que en estos tres años te ha reparado el Retribuidor por mediación mía.” Y se escribe en el libro: “Y mientras el rey Schahriar besaba a sus hijos, penetrado de una alegría indecible y conmovido hasta el fondo de sus entrañas, Schehrazada continuó: “Tu hijo mayor tiene ahora dos años cumplidos, y estos dos gemelos no tardarán en tener un año de edad. (¡Alah aleje de los tres el mal de ojo!)”
Viene el arrepentimiento del califa y el reconocimiento a las virtudes de su joven esposa y consecuentemente, el perdón y salvación no sólo de ella sino de todas las mujeres del reino. Y cuando logra dominar un poco su emoción se encara con su esposa y le dice: “¡Oh Schehrazada!, ¡por el Señor de la piedad y de la misericordia que ya estabas en mi corazón antes del advenimiento de nuestros hijos. Porque supiste conquistarme con las cualidades de que te ha adornado tu Creador y te he amado en mi espíritu porque encontré en ti una mujer pura, piadosa, casta, dulce, indemne de toda trapisonda, intacta en todos sentidos, ingenua, sutil, elocuente, discreta, sonriente y prudente. ¡Ah! ¡Alah te bendiga, y bendiga a tu padre y a tu madre y tu raza y tu origen!”
Al fin el hermano del califa se casa con la hermana de Schehrazada y la paz regresó al espíritu del rey y a todos los habitantes del reino. “Y entonces fue cuando los regocijos y las iluminaciones llegaron a su apogeo, y durante cuarenta días y cuarenta noches toda la ciudad comió y bebió y se divirtió a costa del tesoro.”
DE DÓNDE VINO EL LIBRO
Es sabido que “Las mil y una noches” fue traducida en el siglo XVIII. Más concretamente entre 1704 y 1707 en francés gracias a la traducción realizada por el arqueólogo Antonio Galland. Es, se ha dicho, un compendio resultante de un proceso de fusión y de síntesis, puesto que se cree que estos relatos nacieron en la India, de allí pasaron a Persia y de ese lugar a los países árabes. Ello significa que la fusión de relatos orales ha hecho posible que ese portentoso libro que es “Las mil y una noches” llegue hasta nosotros y como en sus comienzos orales, siga deleitándonos. Y, así como Schehrazada logró salvarse y salvar a las jóvenes mujeres, de la muerte física gracias a la palabra armónica, encantada, de la joven en sus relatos nocturnos al califa, también, como analiza Sergio Ramírez, el contador de cuentos de los mercados orientales, se salva por la palabra que sabe decir y no la profana sino que le devuelve lo sagrado que ella tiene. Dice el escritor nicaragüense que, “Ambos, Schehrazada en el palacio del sultán y el narrador callejero en las plazas y los mercados que se gana la vida contando historias, se salvan de la muerte y del hambre por medio de su habilidad con las palabras. Se salvan con la lengua”.
COLOFÓN
Muchas veces he escrito y hablado del valor de la palabra. Y el fabuloso libro de autor anónimo, “Las mil y una noches”, nos muestra claramente el valor de la palabra. En la voz de Schehrazada y en la del contador de cuentos de los miles de mercados donde se reúnen los viandantes del desierto y los mercaderes que regatean. Y ese valor es el que nos hace fuertes porque sabemos que la palabra salva. Pero salva cuando mantiene su sacralidad y su valor y cuando quien la dice, quien la escribe, sabe hacerlo para no traicionarla.

jueves, 28 de octubre de 2010

LA FIESTA PROVINCIAL DE LA POESÍA

Escribe Carlos Sforza
Los días 23 y 24 de octubre se realizó en el Teatro Victoria la Fiesta Provincial de la Poesía. Fue un encuentro al que asistieron más de 80 poetas de toda la provincia, destacándose asimismo la presencia de numerosos poetas de Victoria. En tandas de cuatro expositores por mesa, se realizaron entre la tarde del sábado y la mañana del domingo, las lecturas de los trabados de quienes asistieron a este encuentro anual.
Las palabras de Roberto Romani, Subsecretario de Cultura de Entre Ríos (quien abrió y cerró la Fiesta), del Presidente Municipal César Gracilazo, de la Directora de la Editorial de Entre Ríos Graciela Iannuzzo y del Coordinador de Cultura Municipal Marcelo Salinas, fueron las que se refirieron al evento como responsables de la organización del mismo.
En esa ocasión, el Subsecretario de Cultura de Entre Ríos me entregó El Cimarrón Entrerriano como galardón a la trayectoria en la escritura, el periodismo y la labor cultural.
A mí me tocó hablar sobre el poeta cuyo nombre llevó esta fiesta, Marcelino Román. Por ello, transcribo a continuación lo que expresé.
SEMBLANZA DE MARCELINO ROMÁN
Hace l9 años se realizó en Victoria, en cumplimiento de la Ley 7984, la Quinta Fiesta Provincial de la Poesía organizada por la Municipalidad de Victoria, La Sociedad Argentina de Escritores, Sección Entre Ríos que entonces presidía, la Subsecretaría de Cultura de Entre Ríos y la Editorial de nuestra provincia. Estuvo convocada bajo el nombre de nuestro gran poeta Gaspar L. Benavento.
Hoy, por segunda vez, se realiza en el mismo escenario que la anterior, la Fiesta Provincial de la Poesía. La Municipalidad de Victoria, la Subsecretaría de Cultura de Entre Ríos y colaboradores, bajo el control y la organización de la Coordinación de Cultura municipal, ha denominado a esta Fiesta con el nombre de otro de los grandes poetas de Victoria, que como Gaspar, ha trascendido el lar nativo, se ha insertado en la lírica de la provincia y se ha incorporado a las muchas y buenas voces de la poesía argentina. Se trata de MARCELINO MARIANO ROMÁN.
Marcelino nació en Victoria, en una casa de calles Vélez Sarsfield y Sargento Cabral el dos de junio de l908 y falleció en Paraná en 1981. Siendo un niño, sus padres se trasladaron con él a Villa Ángela, Antelo, y allí cursó parte de la escuela primaria. Él recordó ambos acontecimientos en sendas poesías incluidas en su primer libro CANTAR Y SOÑAR publicado en 1931, a los 23 años de edad y que Marcelino jamás incluyó en su bibliografía pues como lo escribió en el poemario TIEMPO Y HOMBRE: “En Nogoyá, donde nos iniciamos en el periodismo, publicamos en 1931 nuestro primer muestrario de versificación, bajo la influencia de Carrieguito y de Amado Nervo, éste sobre todo, al punto de que un capítulo del volumen estaba integrado por expresiones de acento místico”.
Marcelino Román fue un trashumante hasta que echó raíces en Paraná. Y lo fue puesto que con una autoformación sólida y con la intuición y la experiencia que lo caracterizaban, jovencito emprendió la tarea periodística que como lo expresó, comenzó en Nogoyá, en el diario “El Radical” en1933, en el mismo año en Gualeguay en “El Día”, En 1935 en “Alerta” de Victoria, en Paraná en “Libre Palabra”. Y culminó esa tarea creando en la ciudad capital en 1935 el Círculo de Periodistas de Paraná del que fue Vocal entonces y luego Presidente. Fue el fundador de la página literaria de “El Diario” de Paraná bajo el nombre de Letras, Autores, Ideas, que hasta el día de hoy continúa en el matutino paranaense. Fue un periodista vocacional y lo fue hasta sus últimas consecuencias.
Simultáneamente, Marcelino dedicó su vida a escribir poesía, ensayos, investigaciones sobre el folklore. Así son insoslayables sus libros “Itinerario del Payador”, “Sentido y alcance de los estudios folklóricos”, “Reflexiones y notas sobre poesía y crítica”.
Marcelino sabía lo que quería cuando dedicaba su palabra a la poesía, al verso. Muchas veces se sale de los cánones académicos pues lo mueve la realidad del hombre cotidiano. Como lo mueve la naturaleza y quienes la habitan como lo demuestra con su poemario “Pájaros de nuestra tierra”.
De los versos al estilo más clásico, regresa a lo gauchesco, bajo la influencia de José Hernández, pero actualizando los temas y el lenguaje. Así lo hizo con “Coplas para los hijos de Martín Fierro” y la continuación de esta obra, “Nuevas coplas para los hijos de Martín Fierro” publicada en 1968. El aclara bien cuando expresa en el prólogo a este libro que “No usamos la sextina martinfierrista, sino un molde más sencillo: la cuarteta, que probablemente fue la más frecuentada por los antiguos payadores”.
En las “Anotaciones preliminares” de su poemario “Tiempo y Hombre”, Marcelino hace una especie de raconto sobre sus poemarios anteriores, situando el fondo y la forma que les impuso. Así dice que en “TIERRA Y GENTE quisimos testimoniar nuestra fidelidad al terruño y sus pobladores, y a la vez a nuestros antecedentes campesinos, buscando una poesía criolla, de raigambre popular (…)”. Y agrega que en “PÁJAROS DE NUESTRA TIERRA de igual modo habíamos trabajado la expresión en marco sencillo, a la vez que cumplíamos el propósito de exaltar la libertad y la alegría en el mundo alado” Ya en TIERRRA Y AMOR, el poeta da cabida en su temática a “los árboles, los insectos y los yuyos. Y siempre tuvieron su lugar personas populares, andanzas, oficios”.
En otros poemarios advertimos, como el propio Marcelino lo expresa, su búsqueda de lo universal desde lo regional.
Marcelino Román fue un poeta social, como él mismo lo reconoció en sus escritos, en sus prólogos, en sus charlas y encuentros. Me tocó estar con Marcelino en algún encuentro de escritores y en otras circunstancias de charlas mano a mano. En una oportunidad, y valga la anécdota para poder alcanzar la dimensión humana y fraternal de Marcelino, en ocasión de una visita que hizo a Victoria, me dijo “Hermanito, tenemos que llevar la poesía a los clubes deportivos, a la gente que está en ellos”. Y así conseguí al día siguiente, una tenida poética de Marcelino en el salón del Club Huracán. Leyó y habló de poesías, ante la atención de los habitués, que con un vaso de vino en la mesa, lo siguieron atentamente. Marcelino salió entonces, reconfortado con ese dar su poesía a la gente del pueblo, sin protocolos, con la humildad que lo caracterizaba.
Shelley escribió en su “Defensa de la poesía, que ésta, “la poesía crea un nuevo universo después de haber aniquilado en nuestro espíritu el universo formado por la repetición de chatas impresiones”.
Marcelino Román cultivó esencialmente una poesía social. Pero a la vez, supo adentrarse en varias ocasiones en las formas clásicas, como cuando transita su verbo por el soneto. Era un hombre que no hesitaba en buscar la forma más conveniente para expresarse conforme quería hacerlo, para “crear un nuevo universo” como decía Shelley.
Por eso, en esta Fiesta donde se celebra a la Poesía, quiero concluir con breves versos de Marcelino Mariano Román, que hoy tutela esta reunión, publicados en los Pliegos de Poesía del Club de Letras, en 1971:
EL POETA EN LA TIERRA DE NADIE
Sollozo de la noche viuda y luto
deshilachado por los estallidos.
Pero aún la poesía dará fruto.
Se reunirán los prójimos perdidos.

En el lucero roto de su frente
se adelantan los soles venideros.
En la canción florece, ¡oh siglo veinte!
la rosa de lo rumbos verdaderos.

miércoles, 27 de octubre de 2010

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PREMIO “EL CIMARRÓN ENTRERRIANO” PARA CARLOS SFORZA
En el comienzo de la Fiesta Provincial de la Poesía, el 23 de octubre de 20110, la Subsecretaría de Cultura de Entre Ríos entregó el galardón “El Cimarrón Entrerriano” al escritor Carlos Sforza por su trayectoria en su quehacer periodístico, literario y cultural por la comunidad. Hicieron entrega del Premio el Subsecretario de Cultura entrerriano Licenciado Roberto Romani, el Intendente de Victoria César Gracilazo, la Directora de la Editorial de Entre Ríos Graciela Iannuzzo y el Coordinador de Cultura de la Municipalidad de Victoria Marcelo Salinas.
Se realizó en el Teatro Victoria con asistencia de poetas de toda la provincia y público que asistió al acto. Romani destacó la trayectoria del galardonado y expresó que con el galardón “va el corazón agradecido de todos los entrerrianos”: Por su parte Sforza, al agradecer el premio lo dedicó a su esposa “que hace 51 años que comparte mis sueños, me apoya y me alienta”, a sus hijas, hijos políticos, nietos y bisnieto y al pueblo de Victoria “en el que vivo y del que soy parte”.

lunes, 25 de octubre de 2010

EL 5º CUARTEL CENIZA Y HUMO
Escribe Carlos Sforza
Acaba de presentarse la segunda edición del libro que escribiera Raúl R. Trucco sobre el viejo barrio de Las Caleras. Esta edición ha sido posible gracias al empeño y trabajo de la Sociedad Filantrópica “Terror do Corso” cuyo Comité Ejecutivo integran Leandro Guzmán, Juan Manuel Danielli, Eduardo Cabrera (h) y Ricardo Castillo. El libro tiene en tapa y contratapa valiosas ilustraciones de Gabriel F. Calabrese. Se trata del óleo “El Puerto de las Caleras” (tapa) y el dibujo “Cargando Cal” (contratapa).
Asimismo se han anexado a la obra primitiva el cuento de mi autoría: “El fantasma de la cal” ilustrado con otro valioso óleo de G. Calabrese; “Aquel Quinto que imagino”, breve y sentida estampa de Oscar Lami; Raúl R. Trucco”, semblanza de la actuación del autor del libro por Marcela Trucco y la recuperación y rediseño de todas las fotografías que ilustraron la primera edición, realizada por Juan Carlos Gonzálvez.
La edición, de muy buena factura, fue hecha por Ediciones Del Castillo de Rosario (Santa Fe), impresa en el mes de septiembre de 2010. Tuve a mi cargo la escritura del Prólogo de esta segunda edición, que a manera de comentario del libro, incluyo al pie de este breve comentario.
Debo destacar la labor de la Sociedad Filantrópica “Terror do Corso” que ya reeditó “La de las Siete Colinas” y ahora lo hace con esta obra de Raúl Trucco. Es el puente cultural que nos une con Rosario a través de los victorienses nucleados en dicha sociedad, que no olvidan el terruño sino que mantienen enhiesta la llama de la cultura y el arte a través de la unión física del viaducto y, sobre todo, de la comunión espiritual y cultural con la tradición y el quehacer de nuestra ciudad.
PRÓLOGO
Prologar la segunda edición de “El 5º Cuartel CENIZA Y HUMO” es una tarea grata y gratificante. Grata por lo que el libro y su autor, Raúl Ricardo Truco, significan en el quehacer cultural de Victoria. Gratificante porque releer esta breve obra es reencontrarse con un hermoso trabajo de recuerdos y estampas y, en mi caso, con su autor a través de sus escritos, que era amigo y con quien compartimos muchas tenidas literarias y de su boca escuché muchos cuentos, anécdotas y recuerdos del antiguo barrio de las Caleras.
En su brevísima introducción, Trucco define su libro y dice que “No es ningún trabajo con pretensiones históricas” y agrega más adelante: “Es nada más que una estampa, o mejor, varias estampas. Imprecisas como el humo. Informe como la ceniza”. Acertada presentación de lo que es este libro.
La obra está dividida en dos grandes partes. En la primera hace una reseña histórica, recogida en su gran parte por la tradición oral, de cómo nació el quinto y su desarrollo y final decadencia y cuasi extinción, como representante de sus orígenes de mediados del siglo XIX. La segunda la titula “Acá cerca y no hace tanto” en la que desfilan ocho hermosas estampas de recuerdos, personajes, vivencias de ese lugar emblemático de Victoria que en su extinción dejó un halo de misterio, de fantasmas que andan sueltos por las calles terrosas, por la costa, por la vieja Capitanía y se adentran en las casonas y caleras que, muchas ruinosas, hablan de un pasado que no muere porque la memoria y el olvido se conjugan para que puedan ser recuperadas como lo hace Trucco en sus estampas.
En la historia que narra sobre el nacimiento del 5º Cuartel, Raúl nos habla de la cal que era una de las principales industrias del lugar. Y aclara que el 5º “careció de canteras de piedra caliza. Las hubo en Victoria, pero no precisamente allí. Lo que floreció en este lugar no fue la industria extractiva de la piedra de cal, sino la transformación de ella”. De lo que deduce que esa industria no fue causa “sino consecuencia de la radicación inmigratoria”.
Cuando nos habla de la edificación, encontramos clara su explicación y el por qué de las primeras casas de dos plantas a la usanza europea y luego, su adecuación al clima local con casonas de una sola planta. Por haber oído a sus mayores y por sus vivencias de niño y jovencito, Trucco nos hace entrar en la vida comercial del quinto, en la explotación industrial de la cal, en los productos que salían por el denominado “puerto viejo”, con su Capitanía y lo que también hemos escuchado del trajinar de carros y carretones transportando la piedra caliza al lugar y los troncos de árboles para leña que alimentaban las caleras. Toma datos de diversos periódicos y de la recopilación de “Crónicas victorienses” que eran notas que el corresponsal del diario “La Acción” publicaba en Paraná. Ese casi anónimo corresponsal era el benedictino Padre Bernardo Daguerre, que tenía característica de periodista nato y dirigió varias publicaciones de la Orden de San Benito.
LAS ESTAMPAS
En la segunda parte, Raúl R. Trucco se muestra con una excelente veta para retratar a través de atrapantes estampas, momentos y personajes típicos del 5º Cuartel. Para ello hace uso de muy buenas descripciones, emplea una adjetivación adecuada, no sobrecargada, pero que fortalece el sustantivo al que acompañan, metáforas acertadas. Así describe ese lugar donde vivió su niñez y primera juventud: “Como una cuña detenida por el bracito que impedía una penetración más honda, se extendía un caserío de arquitectura y palpitaciones europeas, con calles polvorientas bajo el sol y barrosas cuando las nubes bajaban hasta su techo”. Habla, describiendo, de “nochecitas de invierno junto al brasero crepitante de chispas de ceniza y fuego” y de “atardeceres de verano con mosquitos y amorosos paraísos florecidos y que se renovaba con las luces de cada advenimiento repetido del sol”. Nos dice de las “caleras con su vientre rojo de fuego y su cabellera de humo despeinándose por días y por semanas”. Los recuerdos fluyen en esta parte del libro para recuperar lo que fue. Como en “El baúl de un inmigrante”, donde se guardaban los pocos recuerdos de la lejana tierra abandonada para llegar a la promisoria patria nueva. Y aparece el autor, en el final, ya que en aquel baúl añoso y lejano había libros y códigos. Esos “códigos que un descendiente alzó un día bajo el brazo para cumplir una vocación de abogado”.
Sus retratos de personajes típicos del viejo quinto, desfilan en estampas de excelente factura Y digo esto porque el autor sabe retratar y sabe utilizar recursos literarios apropiados para hacerlo, como cuando habla de “las chicharras con el tirabuzón de su canto”, o de Freschinou con “su sombrero verdinegro de años”. O de Tinoco con “la respiración agitada de un viejo sin edad”. También cuando hace un retrato moral en “Eran tres”: “Un día la muerte se llevó al más viejo. Se fue don Santos, llevándose consigo la rebeldía de su incipiente socialismo. Después fue don Oreste, encorvado de años y bondad”. Pinta las tertulias en el almacén de Fregaiase, que era el de sus antepasados. Desfilan las abnegadas maestras de la precaria escuela que funcionaba en el lugar. Y un halo de nostalgia, mucho de imaginación, no poco de fantasmas, se ciernen en las páginas que Raúl Ricardo Trucco dedicó a su querido 5º Cuartel. Y quedaron muchas otras figuras y anécdotas que solía contarme y que esperaban ser fijadas en el papel pero que se perdieron en el recuerdo de quienes tuvimos la suerte de escucharlas de boca del autor de este libro.
Es una obra que recupera una parte de nuestro pasado, escrita por quien conoció y vivió parte de ese mundo para muchos misterioso, del viejo barrio de las Caleras. Que algunos hemos rescatado en cuentos y relatos de ficción, pero que, como toda ficción, muestra una verdad. Y otros, como Raúl, lo han hecho con su abrevar en la tradición oral y su propia vivencia en el lugar.
¡Felices los pueblos que no olvidan y saben recuperar sus orígenes! En este caso, de los que vinieron en barco y encallaron en el 5º Cuartel y que se insertan en la historia lugareña gracias a la buena pluma de Raúl R. Trucco.

martes, 19 de octubre de 2010

MARIO VARGAS LLOSA: ESCRITOR TOTAL
Escribe Carlos Sforza*
La Academia Sueca concedió el Premio Nobel de Literatura 2010 al escritor peruano Mario Vargas Llosa. Este galardón ha tenido repercusiones en los ambientes literarios y también, en los extra literarios. Porque Vargas Llosa no sólo es un creador de ficciones, sino un permanente luchador por las libertades del hombre. No ha eludido nunca sacarle el cuerpo a las controversias, como tampoco evolucionar en su pensamiento en busca de la verdad. Que se pueda estar de acuerdo o no con él en cuestiones que hacen a la vida de los pueblos, es agua de otro costal si nos ceñimos al premio que acaba de otorgarle la Academia Sueca.
EL NARRADOR
Mario Vargas Llosa tiene un concepto muy amplio y definido sobre la novela. Él ha leído y ha estudiado a los grandes novelistas del siglo XIX y del siglo XX y es un admirador inclaudicable de Gustavo Flaubert, como admira a Dumas y a tantos otros. Asimismo no nos olvidemos que ha sido un ferviente seguidor de las películas del oeste norteamericano.
Todo ello para situarnos en la perspectiva que tiene el autor sobre lo que es una narración. No es un estudio sobre la palabra, no es una exposición seca sin argumento y personajes activos. Todo lo contrario.
El peruano fue conocido en su calidad de novelista cuando en 1963 publicó “La ciudad y los perros” que había ganado el Premio Biblioteca Breve de Editorial Seix Barral de Barcelona. Esta obra es esencialmente antimilitarista, acusadora de la barbarie existente en el Perú y otros pueblo latinoamericanos, y tuvo gran repercusión gracias al premio obtenido en España.
La lista de novelas de Vargas Llosa es extensa y cada una de ellas ha tenido muchísimos lectores. Sin dudas las que la gente más conoce son las que plantean temas profundos y a la vez causan no sólo una sonrisa sino hasta algunas carcajadas de alegría. Así por ejemplo, sucede con “Pantaleón y las visitadoras” (1973) o “La tía Julia y el escribidor” (1977).
Pero si ahondamos en la obra narrativa del peruano, nos encontramos con lo que es un corpus abigarrado de realismo e indagación en la idiosincrasia de Perú y de Latinoamérica: la opresión, la corrupción, los fundamentalismos. A partir de una realidad vivida, conocida, su imaginación va creando una narrativa que lo muestra como uno de los grandes escritores de lengua española.
“Conversación en la Catedral”, “La casa verde, “La guerra del fin del mundo”, son libros esenciales dentro de la literatura de nuestro continente y, por supuesto de la literatura universal.
Personalmente tengo una especial predilección por “La guerra del fin del mundo” publicada en 1981. El libro tiene esta dedicatoria: “A Euclides da Cunha, en el otro mundo; y, en este mundo, a Nélida Piñón”. La última era una gran amiga del escritor. El primero es el autor de “Os Sertoes” que es un relato histórico sobre la rebelión de “El Consejero” en Canudos, perteneciente al Estado de Bahía en Brasil. Para escribir esta novela, Vargas Llosa no sólo leyó la historia de da Cunha, sino que se surtió de toda la documentación necesaria y hallable y viajó incluso a Canudos para conocer in situ el lugar donde nació aquella rebelión en los finales del siglo XIX.
Brasil había proclamado la República y contra los republicanos se levanta “El Consejero” seguido por un gran número de hombres y mujeres. El jefe de la rebelión es un carismático personaje, que plantea ante la nueva República, la eterna lucha que se ha dado en las tierras latinoamericanas: el fanatismo y el tribalismo contra el progreso. Es claro que ese fanatismo encuentra en el bando contrario el fundamentalismo que se le opone y se da la lucha entre dos fanatismos de distinto signo que obvian cualquier diálogo, que eluden cualquier coincidencia, y que quieren imponer sus ideas por la fuerza y la eliminación del contrario. “La guerra del fin del mundo” es una novela total. Una historia en la que se encadenan muchas otras historias. Es un libro complejo pero de lectura apasionante. Para mi gusto y criterio personal, es una de las mejores novelas que ha escrito Mario Vargas Llosa.
El autor ha dicho que “Lo que tiene Canudos de ejemplar para un latinoamericano es esa ceguera recíproca, a partir de la visión fanática de la realidad, de la que participan tanto republicanos como jagunços, es la misma ceguera para admitir la crítica que la realidad hace a la visión teórica. Esa es la historia de América Latina. (…) Pero el fenómeno es general: es el fenómeno del fanatismo, básicamente, de la intolerancia que pesa sobre nuestra historia. (…) Nuestra historia está plagada de esa intolerancia, de esa incapacidad de aceptar divergencias”
EL ENSAYISTA
La labor de Vargas Llosa como ensayista es conocida. Personalmente comencé a leerlo cuando llegó a mis manos su ensayo “La orgía perpetua” (1975), que es un estudio personal y profundo sobre “Madame Bovary” de G. Flaubert. Es una trabajo que causa verdadero gozo al leerlo. Es la visión de un novelista sobre la obra de otro novelista. Pero la de Vargas Llosa es una mirada en profundidad y es un ensayo escrito en tres grandes partes. En las palabras que anteceden al ensayo propiamente dicho, el peruano explica por qué ha dividido el mismo en tres partes. Dice: “La primera es un mano a mano entre Emma Bovary y yo en el que, por supuesto, hablo más de mí que de ella. En la segunda pretendo concentrarme exclusivamente en “Madame Bovary” y resumir con una apariencia de objetividad su gestión y alumbramiento, lo que es y cómo es la novela. Finalmente, en la tercera intento situarla, por lo que hablo sobre todo de otras novelas, en la medida en que su existencia fue posibilitada, enriquecida, gracias a la suya”. Todo eso y mucho más, claro, nos brinda Vargas Llosa en “La orgía perpetua”. De allí que en otra ocasión dije que es una obra vívida sobre un personaje literario y sobre el mundo que rodeó a Flaubert. Libro para leer con fruición de un novelista que reverencia a otro novelista. Y, por supuesto, el que gana en la emergencia es el lector.
En 1997 publicó “Cartas a un novelista” libro en el que el autor peruano le escribe a un aspirante a novelista y contesta todas sus preguntas, dudas que pueden aquejarlo al emprender la labor narrativa. Son doce epístolas que se convierten en un verdadero breviario para quien debe saber lo que piensa, hace, trabaja Vargas Llosa cuando debe componer una novela.
PERIODISMO
El flamante Premio Nobel de Literatura, quien fuera galardonado por su “cartografía de las estructuras del poder y su reflejo agudo de la resistencia del individuo, su revuelta y de su fracaso”, es un consecuente periodista, con artículos de opinión, publicados en los principales diarios del mundo. Es claro que muchos disienten de sus posturas políticas. Y es legítimo que ello suceda. Pero no se puede obviar decir que Vargas Llosa pone el pecho en todos los frentes, no rehuye el combate de las ideas. Su trayectoria filosófica ha ido transitando del pensamiento de J. P. Sastre al de A. Camus, al de A. Malraux, a discutir a Gramsci. Y llegar a Popper.
J. J. Armas Marcelo en su libro “Vargas Llosa-El vicio de escribir” dice que Kart Popper, su tiempo y el nuestro, fue para Mario Vargas Llosa, una revelación, un sistema de pensamiento que el propio escritor peruano intuía en la batalla dialéctica frente a la mentira ideológica”. Y agrega el crítico español que el peruano comprendió que “había que empezar a pensar en la ética, en la verdad, en la libertad”.
Beatriz Sarlo ha dicho que su obra periodística es una culminación de ese deseo de realidad. Como algunos grandes escritores del XIX (Martí, por ejemplo), sus notas en la prensa son la materia caliente de la actualidad”
Se puede disentir del pensamiento político de Vargas Llosa, pero no se le puede negar su capacidad periodística para afrontar y tratar, desde su posición, los temas actuales.
Por otra parte, nadie, salvo un torpe o un fanático, puede negar que es uno de los grandes escritores que viven en la actualidad.

sábado, 9 de octubre de 2010

LO UNIVERSAL, LO PERSONAL Y LAS MASAS
Escribe Carlos Sforza*
Releyendo la obra de Gabriel Marcel, filósofo de la existencia que, como a muchos, me marcó en la pasada década del cincuenta, me encontré con las reflexiones del autor de “El misterio del ser”, sobre lo universal y las masas. Precisamente esas reflexiones están en su libro “Los hombres contra lo Humano” que en la Argentina publicó Hachette en 1955.
En estos tiempos de degradación y “cambalache”, el pensamiento del filósofo francés nos sirven para que nosotros podamos meditar también, sobre lo que nos ha llevado adonde estamos hoy. Porque es cierto que nada surge de la nada, que hay una razón o sinrazón que lleva a ciertos estados a los pueblos y a las comunidades que los integran.
Gabriel Marcel sostiene que el principio de toda su obra se centra en la “íntima conexión entre reflexión y misterio”. Y ante el avance de la técnica, piensa que precisamente ese avance conspira contra la reflexión pues crea una atmósfera antiespiritual que no favorece en nada la reflexión.
LO UNIVERSAL
Afirma Marcel que “lo universal, es el espíritu, y el espíritu es amor”. Y, como consecuencia de esta afirmación, busca su fundamento y dice en consecuencia que “(…) Sobre este punto como sobre tantos otros, es a Platón a quien tenemos que volver, y no, por supuesto, a la letra de una filosofía que por otra parte no nos ha llegado precisamente más que bajo su aspecto exotérico, sino al mensaje esencial que aquélla, todavía hoy, nos aporta. Entre el amor y la inteligencia no puede haber verdadero divorcio”. Y agrega que “la inteligencia y el amor son lo que hay de más concreto en el mundo”.
Cuando prima entre los hombres la inteligencia, y se consubstancia con el amor, las cosas marchan sobre caminos llanos, sin abismos insondables. Caminos que no sólo debemos transitar, sino que debemos hacer al andar como escribiera Antonio Machado.
LO PERSONAL
Cuando se da esa comunión del espíritu igual al amor, uno solo en un ser humano, estamos sin dudas ante una persona. Ser espiritual por excelencia, como sostenía el filósofo italiano Michele Federico Scciaca. Precisamente la persona trasciende al individuo para constituirse en un ser donde lo espiritual se manifiesta en todo momento, que es ella misma y no un ente o un número puesto como identificación en los regímenes carcelarios sea dentro de una institución o de un estado.
De allí que cuando se es persona, como decía Emmanuel Mounier, “la acción personal es afirmación e inserción concreta, con responsabilidad asumida en un mundo de situaciones”. No es aislamiento, no es el sálvese quien pueda, no es mirar para otro lado ante situaciones concretas, no es aislarse en un autismo que pretende sacarnos de un mundo que nos circunda y camina en descenso en vez de buscar el ascenso, sino buscar mejorar ese mismo mundo que debemos construir todos, con todos, y cada uno en su lugar y su situación concreta, poniendo sus talentos al servicio del amor que nace de la persona por ser un individuo que no se agota allí porque es una persona.
LAS MASAS
¿Qué son las masas en el pensamiento marceliano? Él lo aclara perfectamente cuando afirma que “las masas son lo humano degradado, son un estado degradado de lo humano”. Y agrega: “No tratemos de persuadirnos de que una educación de las masas es posible: hay ahí una contradicción en los términos. Sólo el individuo, o más exactamente la persona, es educable. Fuera de eso no cabe sino el amaestramiento. (…) Las masas son esencialmente –digo esencialmente- fanatizables; la propaganda ejerce sobre ellas una acción electrizante, mantiene en ellas no la vida, sino la apariencia de la vida”.
Hoy se advierte en muchas partes del mundo, incluida claro la Argentina, ese fanatismo que emerge de las masas amaestradas por la propaganda, por las dádivas, por los halagos y las promesa que jamás se cumplirán.
Estamos en un mundo acelerado, donde todo es igual: “la Biblia y el calefón”, “San Martín y la Mignon” (¡cuántas verdades nos dejó Discépolo!). Hay un desprecio irracional por la vida; asistimos a un espectáculo que sin dudas horroriza si miramos a través de él hacia el futuro. Pero, como sucede en la historia de los pueblos, hay esperanza. Hay reductos de personas que no son masa. Hay reservas morales, espirituales. Hay gente que sin alharacas, trabaja diariamente para superar esos estadios a que nos llevan la propaganda, la desfachatez de muchos, sean autoridades o simples militantes fanatizados por pertenecer a la masa, la dialéctica del amigo-enemigo, el afán del lucro sin límites, y tantos otras actitudes y hechos que anulan la persona humana.
COLOFÓN
Como nota final de estas acotaciones, merece tener en cuenta algo que afirma Gabriel Marcel, y es lo siguientes: “Hay que comprender que la universalidad se sitúa en la dimensión de la profundidad y no de la extensión”. Y esto vale puesto que alguien desaprensivamente, puede decir que con la globalización asistimos a la universalidad. Y no es así pues aquélla nos habla de extensión y ésta, de profundidad. Lo ideal sería pues, que ambas confluyeran y la profundidad se globalizara. Mientras tanto, tratemos de seguir haciendo camino desde la persona para que no nos aplaste la masa y pueda surgir plenamente lo universal.

lunes, 4 de octubre de 2010

¿PARA QUIÉN Y POR QUÉ SE ESCRIBE?
Escribe Carlos Sforza*
Se puede preguntar ¿para quién se escribe? Y también, como complemento a esa interrogación, ¿por qué se escribe?
Es evidente que las respuestas pueden ser muchas. Dependerán siempre de la visión o actitud del escritor. Pero conviene tenerlas en cuenta para saber dónde estamos parados ante el hecho real, tangible, de la escritura.
CLASE DE ESCRITORES
El ensayista y crítico Walter Benjamin en su “Escritos autobiográficos” sostiene que hay dos tipos de escritores. Así los distingue: “Uno tiene desde su casa un cierto contacto con el público; consigue por sí mismo tratar siempre aquello que está en una estrecha y razonable relación con lo que en cada ocasión preocupa a los lectores. El otro no se desprende de un estrecho interior cerrado que sólo a él le concierne, un reino que, tal y como es, surge y desaparece con él; desarrolla los más diversos temas únicamente como crónica o como código de ese mundo interior, y no puede contar con una participación del público hasta haber logrado darle un concepto de ese su mundo de pensamiento y experiencias. Luego llega un punto en que la gente comienza a interesarse por cada una de las manifestaciones de ese hombre, no porque provenga de él, sino porque le proporciona los medios de conseguir una nueva llave para abrir otra puerta de ese mundo interior”.
Lo que el crítico alemán nos presenta son dos tipos diferentes de escritores. Pero en ambos se trata de escritores, es decir, de gente dedicada de lleno a la escritura y a comunicarse, a expresarse, por medio de ella.
En el prólogo a la segunda edición de la novela “La sinrazón” de Rosa Chacel, el filósofo y ensayista Julián Marías, por su parte, hace una distinción de sobre el que escribe y el escritor, la que siempre suelo mencionar. Marías expresa que “Hace algunos años, a propósito de Ortega, hice una distinción entre el escritor y el hombre que escribe; éste –decía- primero es –lo que sea- y luego escribe, algunas veces muy bien: el escritor, por el contrario, sólo es de verdad y plenamente escribiendo; se hace a sí mismo al escribir, y esto quiere decir que escribe desde sí mismo.”
El filósofo concretamente distingue al escritor ocasional del escritor nato. O el que escribe por una necesidad visceral, como en otras ocasiones lo he graficado. Y de acuerdo a lo que sostiene Benjamin y lo que afirma Marías, podemos deducir para quien escribe, cada uno de los tipos o clase de escritores a que ambos se refieren.
Sabemos que para algunos, existe el denominado lector ideal. Aquel a quien directamente está dirigido un libro por quien ha escrito esa obra. Pero ese lector ideal, en la intención del autor, en la realidad es muy difícil que se encuentre. Y, más aún, diría que es dudoso que uno escriba para un lector ideal.
El escritor, del que habla Julián Marías, escribe por necesidad. Porque se hace escribiendo. Es, escribiendo. Y luego estará el receptor de la obra. El potencial lector. Que no sabe el escritor quién será. Si tendrá cultura o no. Si gozará o rechazará su obra. Pero ese es el juego que se plantea entre el escritor y el lector, libro mediante. Y para ese ignoto, desconocido lector, escribimos los que escribimos como ejemplifica el filósofo español.
En esos párrafos estarían, sucintamente, las respuestas a los interrogantes del comienzo.
¿PARA QUIÉN SE ESCRIBE?
En una encuesta de la revista “Rinacista”, Italo Calvino respondió: “¿Para quién se escribe una novela? ¿Para quién se escribe una poesía? Para personas que han leído otra novela, alguna otra poesía. Un libro se escribe para que pueda ser colocado junto a otros libros, para que entre a formar parte de una estantería hipotética y, al entrar en ella, de alguna manera la modifique, desplace de su lugar a otros volúmenes o los haga pasar a segunda fila, reclamando el adelantamiento a primera fila de algunos otros”. Y agrega que el escritor, ante el lector invisible, “no puede proponerse sólo la satisfacción del lector, sino que debe imaginar a un lector que aún no existe, o bien un cambio en el lector tal como es hoy día”.
No hay dudas que la primera actitud del escritor cuando comienza a narrar, es la de contar una historia. Y contarla bien. No piensa en el lector invisible de que habla Calvino, sino en lo que por necesidad quiere y debe expresar. En su creación no está en la mira el lector. Está lo que narra para narrarlo como debe ser contada una historia. Luego vendrá el lector, cuando el libro ya no pertenezca más al escritor porque ha ingresado en la biblioteca hipotética de la que nos habla el autor de “Las ciudades invisibles”.
¿POR QUÉ SE ESCRIBE?
Está claro que se lo hace por necesidad. Uno escribe porque quiere contar algo, como en las primitivas cavernas en la etapa de las narraciones orales. Y cuando crea una poesía, por la necesidad de expresarse a través del verso.
Pero no debemos olvidar que debemos escribir con nuestras fuerzas interiores y con la forma adecuada para poder expresar lo que se quiere decir.
Italo Calvino en una conferencia pronunciada en Florencia, decía que “La lengua literaria debe estar siempre al tanto del habla vulgar, nutriéndose y renovándose a través de ella, pero no debe anularse en ella ni parodiarla por juego. El escritor debe saber decir más cosas de las que normalmente dicen los hombres de su tiempo, debe construirse una lengua que sea lo más compleja y funcional posible para su tiempo”.
Y para escribir así, el que lo pretenda hacer debe tratar siempre de elevar su tono y medir su ritmo. Es decir, debe haber un trabajo de mejoramiento propio para mejorar al otro. En el juego dialéctico del autor con el lector, corresponde a aquél poner sus mejores artes en lo que su imaginación le dicta para que éste, el lector, reciba un mensaje, sea a través de un cuento, una novela, una poesía, una obra de teatro, que eleve el lenguaje. Como siempre suelo decir, tratar de nivelar hacia arriba y no masificar hacia abajo. Así, con humildad, trabajo y constancia, encontraremos la razón del por qué escribimos los que escribimos.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

domingo, 26 de septiembre de 2010

NUEVO APORTE A LA POESÍA
Escribe Carlos Sforza*
Nuestra provincia se ha caracterizado por la cantidad y calidad de sus poetas. Ello no desmerece, claro, la existencia de escritores valiosos que cultivan otros géneros que no pertenecen a la escritura en versos.
Esa verdad de Perogrullo sirve de pie para escribir sobre una obra recientemente publicada y cuyo autor es Héctor César Izaguirre.
EL AUTOR
Izaguirre es oriundo de San José (Departamento Colón) pero diría que por residencia y trabajo, es una parte importante de los intelectuales de Concepción del Uruguay. Ha ejercido la cátedra de Castellano y Literatura en diversas instituciones como el Colegio Nacional del Uruguay, la Escuela Normal, los Cursos del Profesorado de la misma ciudad y de Concordia, entre otras casas de estudio. Como escritor ha sido galardonado en numerosas ocasiones, destacándose entre otros, el Premio “Fray Mocho” (en colaboración) en dos oportunidades, en el género ensayo. La provincia de Entre Ríos le concedió el Premio al Mérito Artístico. Sus trabajos en diarios y revistas son numerosos y siempre hemos rescatado la labor desarrollada en la Revista SER de Concepción del Uruguay junto al recordado Roberto Parodi y sus estudios publicados en los tres tomos de la Enciclopedia de Entre Ríos, dedicados a la Literatura. Publicó “Defilippis Novoa: una dramaturgia al servicio de la redención del hombre” (Premio “Fray Mocho”, en colaboración con Laura Erpen), el poemario “De otoño y raíces encendidas”, “El Colegio del Uruguay”, “La Fraternidad”.
Conozco a Héctor Izaguirre desde hace años y sé de su valor como ensayista, poeta y conferenciante.
EL LIBRO
Y ahora nos acaba de regalar un nuevo poemario: SINFONÍA GUALEYA (Editorial Dunken, Ilustración de tapa de Luis Alberto Salvarezza, Buenos Aires, 2010, 88 páginas).
Leer este libro de Izaguirre es adentrarse en las entrañas mismas de nuestra gran hembra fluvial: Entre Ríos. Y es hacerlo a través de la recuperación lírica del Río Gualeguay, con todas las connotaciones que ese flujo de agua conlleva.
Es evidente que este trabajo de Izaguirre es original y a la vez de una textura envidiable. Original por cuanto nos sumerge en muchas voces de otros poetas, y arranca del mitológico Ñamandú, el que creó la tierra primeriza, para hacer todo un periplo que es como si anduviera por un tiempo circular y regresar a ese creador primero.
Es evidente que el poeta conoce a fondo la literatura entrerriana, sabe de sus voces, sabe de sus cantores populares, sabe de lo que la tierra que habitamos en esta parte de la Argentina significa y encierra. Ello hace posible que su canto nos introduzca en distintos momentos, con diferentes voces; toma versos prestados de autores que nombra y, a la vez., introduce su temple anímico para que la sinfonía no sea una enumeración caótica, sino una armoniosa composición lírica que con el rescate del Gualeguay, no hace sino rescatar la esencia de la entrerrianía.
Hay recuerdos, hay hombres y mujeres que han cantado a estos lares, hay naturaleza y colores, sabores y hasta olores, en esta SINFONÍA GUALEYA. Y lo que es importante, la carnadura que elige el autor para darnos este libro, es la adecuada. Porque mezcla el pasado legendario, el pasado histórico y el presente y, por qué no, nos proyecta hacia el futuro. Y lo hace con alegorías, con adjetivación justa, con metáforas, con comparaciones. Porque en todo el libro prima un tono diría elegíaco y hasta epopéyico. Sin descuidar las formas y con versos que denotan el dominio del poeta sobre los a veces encabritados modos que presenta la escritura.
Diría que este aporte de Héctor César Izaguirre es uno más que se suma a lo que han hecho nombres ya señeros en estas lides. Y hablo, para citar unos pocos, de Carlos Mastronardi, de Juanele, de Alfredo Veiravé, de Jorge Martí de Delio Paniza, de Rubén Vela, de Miguel Ángel Federik… Y es claro que la mayoría de las voces que resuenan en los versos de Izaguirre, quedan afuera de los enunciados. Pero están ahí. Y esperan que el lector se introduzca en la obra, recupere esas voces en la voz del autor y goce con la lectura de este original, hermoso y perdurable libro de Héctor César Izaguirre.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

lunes, 20 de septiembre de 2010

Sobre Bradbury

Mi nota sobre los noventa años de Ray Bradbury, provocó un feliz comentario de mtreseses. Y dice bien quien hace el comentario al explicitar que la narrativa de Bradbury no se agota en la ciencia ficción, sino que va más allá con narraciones fantásticas y a la vez, sugeridoras pero siempre con ese tono tan especial que es lo que llamaría el estilo de la escritura de Bradbury. mtreseses dice que leyó en su juventud varias de las obras fundamentales del estadounidense. Y habla de lo bien que le han hecho. Es que cuando uno se compenetra con una narración, cuando goza con su lectura, cuando al fin de cuentas no hace sino recibir un bien, esa lectura marca al receptor del mensaje y de una u otra forma, produce en él un cambio. Cambio que se traduce luego en un pensamiento, en una escritura, en un dibujo y hasta en una visión nueva sobre la vida. Gracias por el comentario, mtreseses.

viernes, 17 de septiembre de 2010

LOS NOVENTA AÑOS DE BRADBURY
Escribe Carlos Sforza*
Decir que Ray Bradbury ha cumplido noventa años es trivial. Lo es por cuanto sabemos de su longevidad y, sobre todo, de su actitud creadora que se ha batido en mil batallas con la escritura y ha salido triunfante de ellas.
Decir el nombre de Ray Bradbury es para muchos, hablar de una de las expresiones máximas de la ciencia ficción. Yo agregaría que es también hablar de un escritor de literatura fantástica y de un narrador que tiene cuentos y novelas de extraordinaria factura literaria no exenta, claro, de un sutil toque de poesía.
Tzvetan Todorov escribió que “la fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural”. Y podríamos agregar que el narrador cuando afronta lo fantástico, transgrede esas leyes y se sumerge en un mundo donde todo es posible. Y muchas veces, como sucedió con Julio Verne y otros autores, esas transgresiones no son sino anticipaciones a hechos que luego sucederán.
Bradbury está en la línea de los grandes creadores de ciencia ficción o fantaciencia (como la llamaba Castellani). Y el puesto que ocupa entre los grandes autores del siglo pasado y de lo que va de éste, lo ha ganado con una obra continuada, en la que aparece la gran imaginación del creador y un trabajo constante y pertinaz.
No en vano se ha dicho que Bradbury “ha recorrido caminos disímiles: las rutas solitarias que atraviesan el corazón de los pueblos pequeños de su país, los senderos extraviados que llegan a lugares oscuros y peligrosos, y las veloces autopistas interestelares que se extienden sin límites por los planetas más lejanos. Maestro de los narradores norteamericanos, pionero de la fantaciencia, Ray Bradbury nos hace cerrar los ojos para llevarnos en un viaje vertiginoso a través de los mundos de su imaginación”.
Lo notable de este escritor es la soltura que tiene para presentar diversos tipos de literatura fantástica. Además de su nombrada “Crónicas marcianas” (1950), su nombre es reconocido en el mundo por su celebrada novela “Farenheid 451 (1953) que fue llevada al cine por F. Truffaut. Pero para quienes hemos seguido la trayectoria de la narrativa del autor estadounidense que nació en Waukegan, Illinois, en 1920, no nos son desconocidas sus incursiones por lo fantástico en obras celebradas como “Las doradas manzanas al sol”, “El hombre ilustrado”, “El país de octubre” que es un libro que a mí, personalmente, me gusta sobremanera.
El nonagenario escritor nos da varias pistas sobre lo que para él es la ciencia ficción, la literatura fantástica y las narraciones de anticipación, en un libro que nos muestra su pensamiento y nos devela un poco la vida del autor. Se trata de “FUEISERÁ” que subtituló “Respuestas obvias a futuros imposibles”. Afirma que a él las ideas le “llegan en silencio a la hora en que trato de despertarme y recordar cómo me llamo. Las ideas y las fantasías se sientan en el borde de mi cordura, me susurran al oído y luego, si no me despierto, me dan más de lo que ofrece cualquier gato: un buen golpe en la cabeza, lo que me lleva directamente a correr a mi máquina de escribir antes de que las ideas huyan o mueran o ambas cosas a la vez. En todo caso, hago que las ideas vengan a mí. Yo no voy a ellas (…)”.
Es interesantísimo el planteo que hace Bradbury con referencia a la influencia del arte, la arquitectura, el cine y otras expresiones como las ilustraciones, en la ciencia ficción. Habla de lo que ha significado y significa el cine en el crecimiento de la imaginación y tiene una gran fe en el porvenir de la ciencia ficción. Así afirma que algunos “Tal vez se sientan tentados a decir que aún falta lo peor. Sí, pero yo diría que también falta lo mejor. ¿Por qué no? La ciencia ficción sigue siendo la arquitectura de nuestros sueños y sus ilustraciones seguirán inspirando a la próxima generación de soñadores”. Cuando en 1997 publicó su libro “A ciegas”, en el San Antonio Express-News escribieron: “Ray Bradbury toma situaciones comunes y las transforma en extraordinarias. El tiempo no ha conseguido disminuir la voz elocuente y elegante de Bradbury, ni su vívida imaginación, que lo lleva a hacerse las preguntas más fascinantes, y a proveer las respuestas”.
La grandeza de Bradbury está en su gran imaginación y su capacidad de trabajo. Pensemos que este creador ha escrito también obras de teatro, guiones cinematográficos y guiones para radio y televisión. Y que a los noventa años de edad, continúa con sus grandes ilusiones que comenzaron en su juventud con obras cortas publicadas en revistas y luego, a partir de 1945, con la publicación de obras de ciencia ficción “en las que presenta una imagen despiadada y cáustica de lo que puede llegar a ser un mundo tecnificado, inhumano y brutal”. Esa imagen luego se suaviza y entra por otros cauces donde reina cierto optimismo y aparece una luz esperanzada para el futuro del hombre si sabe utilizar esa técnica para el bien de sí mismo y de sus semejantes.
Cabe consignar que la publicación en nuestro país de “Crónicas marcianas” se produjo por la editorial Minotauro fundada por “Paco” Porrúa en 1955, año en que se edita el libro de Bradbury con un profundo prólogo de Jorge Luis Borges.
La tenacidad por la escritura y los diseños del futuro de Bradbury, se pueden sintetizar en las palabras finales de su “Libro para inspirar a Curas, Rabinos y Pastores Desanimados” publicado en nuestro país por EMECÉ en 2001: “¡Miren!, el misterio se agita…/ ¡Ya vienen los topos humanos,/ Se alzan tras la máscara de Dios/ Atisbando desde sus madrigueras! Es lo que hacemos precisamente. En nuestras vidas. En nuestra ciencias ficciones. En nuestros sueños más queridos. En nuestras tecnologías. En nuestros futuros que, como resultado, se extenderán por siempre desde aquí a la Nebulosa de Orión, que debe ser una metáfora de nuestra existencia a través de todos los Tiempos Futuros. El resto no es silencio. Escribiré de esto, hablaré de esto, actuaré respecto de esto por el resto de mis días”.
Así piensa porque así es Ray Bradbury. Y este es mi homenaje en sus noventa años, como lector y admirador de su extensa y gran obra.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

lunes, 13 de septiembre de 2010

SOBRE EL QUÉ Y EL CÓMO
Escribe Carlos Sforza*
Sin dudas hay un tema recurrente que se plantea al escritor. Es el de considerar dos aspecto de la escritura. Y al hablar de escritura y del escritor, me refiero a la composición de una obra literaria. Ese tema recurrente hace referencia al qué y al cómo.
El qué, se dirige directamente a lo que se desea contar o expresar. La idea o ideas que tiene el escritor para desarrollar en una obra literaria.
El cómo, se refiere a de qué manera se va a desarrollar aquella idea o ideas. Es decir, la forma en que se va a volcar a través de la escritura lo que desea expresar el escritor.
EL QUÉ
Lo que se trata de expresar a través de la escritura, el qué en suma, es importante en la medida en que debe ser una expresión de hechos, personas o historias verosímiles, creíbles, que atraigan al potencial receptor del mensaje. Muchas veces nos encontramos con personas que nos dicen que tienen múltiples historias para contar. Y nos relatan algunos puntos de esas historias. A quien escribe le sucede también tener que escuchar a algún lector que quiere allegarle una historia o le expone una idea para que el escritor, que pacientemente lo escucha, luego las transporte a la escritura y haga de esas historias o ideas, una obra literaria. Por supuesto que he escuchado muchas veces a esos expositores de ideas brillantes para una obra que me las han expuesto de buena fe, pensando que colaboraban en mi tarea de creador de ficciones. Sin dudas todos estamos llenos de historias vistas, vividas u oídas. Pero no sólo de historias e ideas se hace un escritor. Como escribió hace muchos años el hoy olvidado y denostado Hugo Wast, “Todo depende del arte con que se trata un asunto. Si el autor carece de ingenio y amenidad, convertirá en tontería y aburrimiento la cosa más importante; si tiene ese don divino de la gracia y vitalidad en la exposición, que poseen algunos autores, extraerá pepitas de oro de las arenas de cualquier río, aún de los que parezcan más pobres”.
EL CÓMO
En las últimas palabras del autor de “Desierto de piedra” encontramos un atajo para sumergirnos en el cómo. Porque es evidente que cuando se escribe una obra literaria hay que tener presente el cómo se dice lo que se quiere decir. Siempre he citado las palabras de W. Faulkner: “lo importante no es lo que se dice sino cómo se dice”. Y esta afirmación del gran novelista norteamericano tiene validez permanente. La forma en que el escritor narra, en que el poeta crea su poema, el ritmo y el tono que le dan a sus palabras y a la estructura de la obra, hacen de ella que sea una verdadera obra de arte o de lo contrario, un mamarracho que solamente eslabona palabras pero que carece de lo que denominamos el cómo.

Eduardo Mallea, otro olvidado gran escritor argentino, escribió que “En el orden de los valores de estructura, el tono y el ritmo no son la misma cosa. Siendo el primero un índice de sonoridad o resonancia, y el segundo un índice de medida, de cadencia, cobran en la materia de una novela el enigmático valor de la no materia”. Y agrega que “puede afirmarse que no hay libro grande sin un gran tono dominante”. Esos dos elementos de los que habla el autor de “La bahía del silencio” no son sino partes esenciales del cómo. Porque al lograr un tono y un ritmo, se ha encontrado el cómo expresar literaria y artísticamente lo que se quiere revelar. Y digo revelar porque como muchos sostienen y lo escribió hace varios siglos Plotino, el artista es un revelado.
USO DEL LENGUAJE
Vivimos una etapa en la que el lenguaje no sólo se ha devaluado sino que se ha desvirtuado. La creación de palabras inexistentes, la tergiversación de muchas de ellas en cuanto a su significado, el uso grosero de expresiones chabacanas en los medios de comunicación social y en las discusiones de diverso calibre, nos enfrentan con una depreciación del lenguaje. Hay un verdadero desprecio del lenguaje en el uso cotidiano que, lamentablemente recibe el ejemplo de quienes son comunicadores, dirigentes políticos y hasta algunos que dicen pertenecer a una élite de intelectuales.
En una de sus “Seis propuestas para el próximo milenio”, Italo Calvino sostenía que “La palabra une la huella visible con la cosa invisible, con la cosa ausente, con la cosa deseada o temida, como un frágil puente improvisado tendido sobre el vacío. Por eso para mí el uso justo del lenguaje es el que permite acercarse a las cosas (presentes o ausentes) con discreción y atención y cautela, con el respeto hacia aquello que las cosas (presentes o ausentes) comunican sin palabras” (p.85).
En el uso cotidiano del lenguaje debemos nivelar siempre hacia arriba y no hacia abajo. No me cansaré nunca de reiterar esa afirmación que del lenguaje se puede trasladar a todos los actos de nuestra vida.
Ese uso adecuado del lenguaje hace directa referencia al cómo. A ese dicho que expresa que lo más importante en un texto no es lo que se cuenta, sin cómo se cuenta. En el apéndice al libro de Calvino, el autor de “Las ciudades invisibles” nos dice que del estudio de los distintos lenguajes elaborados a través de los siglos, en los que se han expresado civilizaciones e individuos “(…) lo que nos proponemos es extraer de ellos el lenguaje más apropiado para contar lo que queremos contar, un lenguaje que sea aquello que queremos contar” (p.126).
De allí que si bien los importante es el cómo, el qué no deja de tener su importancia ya que es lo que se quiere transmitir. Por ello es necesaria la complementación adecuada de ambos términos que constituyen lo que se debe expresar: el qué y el cómo. Así de simple, claro.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

lunes, 6 de septiembre de 2010

DIÁLOGOS SOBRE EL LIBRO
Escribe Carlos Sforza*
Acabo de leer el libro que reúne los diálogos sobre el libro mantenidos por el escritor y semiólogo Umberto Eco con el dramaturgo y guionista Jean-Claude Carrière. Ese encuentro que devino en libro, y que denominan charla erudita y amena, fue coordinado por Jean-Philippe de Tonnac quien escribe el prólogo. Se trata de “Nadie acabará con los libros”, con ilustraciones de André Kertész, traducción de Helena Lozano Miralles, Editado por Lumen (Buenos Aires, julio de 2010, 266 págs.).
Había leído y comentado algunos aspectos, en los adelantos publicados por ADN Nación y ahora he tenido la oportunidad de gustar de la sabrosa charla entre dos grandes bibliófilos como Eco y Carrière.
Sin dudas se trata de un ensayo hecho a dos voces, con intervenciones esporádicas del coordinador, en el que aparecen no sólo la perdurabilidad del libro ante los avances de la cibernética, sino también numerosos aspectos que hacen a lo que es el libro, a lo que para los convocados a debatir sobre él, significa. Y, claro, muchas, muchísimas cuestiones conexas con el tema libro.
Cuando hablan de los libros antiguos, las palabras de ambos ensayistas son iluminadoras y por lo tanto esclarecen muchos aspectos que, obviamente, el común de los lectores desconocen. Dice Eco al hablar de esos libros antiguos, que “(…) Los libros impresos circulaban sobre todo en los ambientes cultos. Sin duda circulaban mucho más que los manuscritos que los precedieron y, por lo tanto, la invención de la imprenta significó una auténtica revolución democrática”. Y agrega: “En el siglo XVI, Aldo Manuzio tuvo incluso la gran idea de imprimir libros de bolsillo, mucho más fáciles de transportar. Nunca jamás se ha inventado un medio más eficaz, que yo sepa, para transportar información. El ordenador, con todos sus gigas, tiene que conectarse de algún modo a un enchufe eléctrico. Con el libro este problema no existe. Lo repito. El libro es como la rueda. Una vez inventado, no se puede hacer algo mejor” (pp.108/109).
LA VANIDAD
Es interesante y causa verdadero placer cuando ambos dialoguistas se refieren a la vanidad del hombre. Concretamente a los escritores o a quienes pretenden serlo sin tener condiciones para ello. Vienen a cuento entonces las ediciones de autor, donde incluso no se menciona editor, pero que llenan los deseos insatisfechos de algunos que imperiosamente necesitan ver sus nombres en letras de molde, en un libro, como autores. Esa misma vanidad que se advierte en los que se “cuelan” en algunos espectáculos y desde atrás saludan con los brazos en alto para aparecer en la pantalla del televisor como presentes. Se sienten alguien al hacerlo y, a la vez, llenan su vanidad. Asimismo en esa parte del libro se habla de los que esconden sus nombres porque temen represalias, censuras y, en algunas épocas, la hoguera. Hay ediciones anónimas que se denominaban samizdat. Eco encuentra algo positivo en ellas y advierte que hoy aparecen modernos samizdat en Internet que escapan a la censura sin riesgo, pero que pueden causar riesgo a un tercero cuando se lo denuesta o ataca anónimamente.
Dice el autor de “El nombre de la rosa” que “(…) la técnica del samizdat es muy antigua. Se encuentran libros del siglo XVII publicados en ciudades que se llamaban Francopolis, o por el estilo, ciudades evidentemente ficticias. Se trataba, es obvio, de libros por los que sus autores podían ser acusados de herejía” (p.161).
Al hablar del Elogio de la estupidez, se refieren con diversos argumentos y anécdotas a varias etapas de la vida cotidiana de hoy y de antes. No escapa, claro, la educación. Al respecto dice el guionista Carrière que muchas veces la formación y las explicaciones occidentales no son entendibles para otros sectores de continentes como Asia. Afirma así que “La noción de concepto filosófico, por ejemplo, es puramente occidental. ¡Intentemos explicarle que es un concepto a un indio, por muy agudo que sea, o la trascendencia a un chino! Deberíamos ampliar nuestra idea de formación, sin pretender que esto resuelva los problemas”. Y agrega que “A partir de la reforma denominada Jules Ferry, la escuela de Francia ha sido gratuita pero también obligatoria para todos. Lo cual significa que la República se encarga de ofrecer la misma enseñanza a todos los ciudadanos, sin restricciones (….). Yo he sacado provecho de este sistema hasta el final. Sin Jules Ferry, no estaría aquí hablando. Hoy sería un viejo campesino sin blanca (dinero) del sur de Francia. Quién sabe lo que sería…” (pp.177/178).
En varios de los capítulos o apartados del libro, encontramos temas que interesan sobremanera. Así por ejemplo cuando como bibliófilos, Eco y Carrière relatan cuáles son las obras que buscan para sus colecciones. Los incunables y los denominados por los libreros postincunables, es decir libros editados después del siglo XV. Es interesante saber que en el caso del semiólogo italiano, su búsqueda se nutre de libros raros, de ocultismo, de falsos científicos, de delirantes y dementes que han escrito obras realmente extravagantes, que en ellos han expuesto teorías que muchas veces resultan desopilantes.
Hablan también del fuego y los libros. De los millones de libros quemados, como una manera de acallar las voces diferentes, como una forma de mostrar la validez del pensamiento único. Y se refieren a diversas épocas de la historia: así las quemas del nazismo, la de los españoles en América, la de la biblioteca de Bagdad por los mongoles y no hace mucho tiempo cuando fue saqueada en la guerra de Irak, los libros musulmanes en España y los que quemaron los cruzados en medio oriente. No escapan los que los propios escritores han querido que se quemen y se han salvado gracias a que los que los sobrevivieron no cumplieron sus deseos como en el muchas veces citado caso de Kafka.
MUCHOS TEMAS
Es claro que son muchos los temas directamente relacionados con el libro y otros conexos al mismo. Así desfilan temas como los libros que no hemos leído, los que están en nuestra biblioteca sin haber sido leídos por ejemplo, los que por una u otra causa esperan pacientemente al lector. Los libros del altar y los libros del “infierno”. El libro concluye con un tema que suele presentarse muy a menudo: ¿Qué hacer con nuestra biblioteca cuando morimos? Eco, que tiene una biblioteca de unos cincuenta mil volúmenes, desea que su colección no se disperse, que la donem a una biblioteca pública o bien que la subastara una Universidad para sus biblioteca. Carrière dice que dejará en su testamento algunos libros para ser entregados a sus amigos. Una manera de permanecer en su memoria un tiempo, post mortem.
Hay temas que son opinables y que tratan los dialoguistas. Hay algunas afirmaciones de uno y otro que, personalmente, no comparto. Pero no puedo dejar de admirar la agudeza de criterio de ambos ensayistas. Es una obra que no sólo habla del libro y su pervivencia, sino que nos introduce en otros caminos que hablan de la cultura, de la historia, en suma, del hombre en un mundo que avanza. Y, por todo ello, puedo decir que es un diálogo enriquecedor y que hace pensar este que nos ofrecen Umberto Eco y Jean-Claude Carrière.