jueves, 18 de febrero de 2010

"La de las Siete Colinas". Aclaración

En mi nota sobre la aparición de una nueva edición del poemario de Gaspar L. Benavento, "La de las Siete Colinas", consigné que había un error cuando se dice en las págs. 4 y 7 que es Cuarta Edición. Y decía eso por cuanto se había obviado que en la Colección Homenajes Nº 8 de la Editorial de Entre Ríos, se había publicado una reedición en la década de los noventa. Por lo que la nueva publicación de enero de 2010 sería la quinta. Pero hete aquí que resulta ser la sexta puesto que hubo una publicación que yo no conocía. Se trata de la edición del poemario en la Colección Antología Esencial de la Poesía Entrerriana, de la Editorial de Entre Ríos, con una tirada de 2000 ejemplares que se imprimió en abril de 2009 en Delta Impresora. De allí que por un deber ineludible, hago la aclaración y digo entonces que la publicada por Ediciones Del Castillo es la sexta edición o publicación de "La de las Siete Colinas".

jueves, 11 de febrero de 2010

Defensa y elogio del arte (2)

En la nota que lleva ese título, se han deslizado dos errores. Los salvo ahora: El final, desde "El que un auto vale la pena..." No va. Debe eliminarse.
Al comienzo de la nota, debe decir antes de la cita:

Toda la fuerza del artista, del escritor, se traduce en lo que aparece en sus creaciones. Que cuando tiene esa fuerza, atrae, atrapa al lector. Para ello, dice el novelista alemán Heinrich Böll:

miércoles, 10 de febrero de 2010

Defensa y elogio del arte

El que un autor sea digno de crédito o no, no depende sólo de su moral (del momento), sino de la fuerza que surge cuando encontró su propio estilo, su propia opinión. Cuando la estética se cubre con la moral, el escritor ya no tiene por qué seguir pensando en su moral porque está seguro de su opinión. Esa concordancia hace de John Svensson un autor tan digno de crédito como Dostoieswski; el primero siguió siendo hasta el fin de su vida casi un ángel; el segundo fue un hombre: inquieto, apasionado, religioso, peligroso, lo mismo para jóvenes que para adultos, es decir no precisamente no apto para jóvenes. También resulta peligrosa la lectura del Antiguo y del Nuevo Testamento. Su fuego, sus peligros, sus palabras, su estilo sólo pueden transformarse en aptos para la sociedad, con gran trabajo y, desgraciadamente, casi siempre con éxito, después de haber sido filtrados por la precaución y las instrucciones” (p. 180). Sin dudas, el gran defensor del pensamiento, de la libertad y del arte que es Heinrich Böll, usa algo de sarcasmo ante los remilgos y lamentaciones de ciertos sectores frente a la obra de arte.
Como bien dice el autor que releo, en su nota “Los pobres católicos romanos”: “(…) la libertad nunca es un regalo, nunca se da gratuitamente, sino que es algo por lo que hay que pagar y luchar” (p. 250). Y esa libertad, en el caso del artista, del escritor, cuesta conseguirla porque tratan de cercenarla desde diversos sectores sociales. No obstante en una nota que escribí sobre Albert Camus, cité lo que respondió el escritor, autor entre otros libros de “La peste” y “El hombre rebelde”, en una entrevista publicada en “Nouvelles Littéraires” el 10 de mayo de 1951: “Mi culto se dirigía sobre todo al artista, al maestro del clasicismo moderno, digamos al Gide de los Prétextes. Conociendo bien la anarquía de mi naturaleza, tengo necesidad de ponerme, en arte, barreras. Gide me ha enseñado a hacerlo. Su concepción del clasicismo domado, es la mía. En cuanto a su profundo respeto por las cosas del arte, tiene mi adhesión completa. Pues yo tengo del arte, la idea más elevada. Lo pongo demasiado alto para consentir en someterlo a nada… Los artistas son los únicos que nunca han hecho mal al mundo…”
La reivindicación del artista y de su obra, que hace Camus, es la misma que ha hecho muchos escritores. En este tiempo, en un mundo devaluado, mercantilizado, los artistas son los que hacen bien al mundo. Muchas veces, ante la incomprensión de los hombres establecidos, académicos, el arte exagera y pone los pelos de puntas a aquéllos. Pero, como dijera Chesterton, recuperado por Böll en uno de sus artículos,”Exageración es la definición del arte”. Y en la respuesta que el alemán da a monseñor Erich Klausener, agrega que la del creador del P. Browm, Chesterton, es “una frase que le recomiendo para que halle tranquilidad de espíritu después de la lectura de obras de teatro, panfletos o novelas” (p.127).
Toda la fuerza del artista, del escritor, se traduce en la que aparece en sus creaciones. Que cuando tiene esa fuerza atrae, atrapa al lector. Para ello, dice Böll, el artista debe ser digno de crédito. Y lo explica así en su nota “Protección juvenil”: “El que un autoello, vale la pena la lucha y vale la pena ser libres como enseña, a la postre, el autor alemán.