jueves, 21 de abril de 2011

DE CASAS Y MISTERIOS

La segunda edición de mi libro de cuentos DE CASAS Y MISTERIOS, con ilustraciones del plástico Gabriel Calabrese y fotografías de Celso Rendos, está en su proceso final de impresión en Ediciones Del Castillo (Rosario Santa Fe).
Este libro fue editado en 1978 por Editorial Castañeda (Bs.As.) y mereció el Primer Premio al mejor libro édito de Cuentos de la Subsecretarái de Cultura de Entre Ríos. El premio lo otorgó por unanimindad el jurado integrado por Julieta Gómez Paz, Juan Carlos Ghiano y Delfín Leocadio Garasa.
La reedicón de esta obra la realiza la Sociedad Filanprópica "Terror Do Corso" y se distribuirá gratuitamente en escuelas y bibliotecas de Victoria (E.R.) y Rosario (S.F.)a la vez que se pondrá a la venta en librerías y quioscos.
La presentación del libro está prevista para el día 20 de mayo de 2011 en un acto a realizarse en el Hotel SOL VICTORIA de la ciudad de Victoria, Provincia de Entre Ríos.
La contratapa lleva un juicio crítico de la ensayista, poeta y cuentista Olga Zamboni y quiero destacar que la primera edición está agotaa y, a la vez, que esta obra es material de lectura y trabajos prácticos en diversas escuelas del país,por lo que su reedición constituye un nuevo y valioso aporte bibliográfico de la Sociedad Filantrópica "Terror Do Corso" para la difusión del libro.

sábado, 16 de abril de 2011

LIBERTAD Y FANATISMO
Escribe Carlos Sforza*
En un mundo convulsionado, cambiante, vertiginoso, hay poco tiempo para la reflexión. Se actúa más por impulsos que por razonamientos. Se encasillan los hombres y los sectores a los cuales ellos pertenecen, y de allí en más, sólo vale, sirve, lo que esos hombres piensan que es la verdad. Lo demás es el mal que hay que destruir.
Esa actitud que la vemos reflejada en la intemperancia, en la lucha contra el que piensa distinto, dimana de un sentimiento profundo que nace del fanatismo.
Se dirá que hoy por hoy (y como ha sucedido durante siglos más o menos desembozadamente) esa actitud se ve reflejada en el accionar de muchos grupos: políticos, religiosos, de corporaciones, de lo que en lenguaje coloquial llamamos “capillismo”.
En París, en febrero de 1938, el filósofo Jacques Maritain pronunció una muy recordada conferencia sobre el tema “Los judíos entre las naciones”. En una parte de su alocución sostuvo que “En el orden político y moral, el desarrollo de las diversas clases de totalitarismo que miran todos al no conformista como a un enemigo biológico de la comunidad temporal, amenaza la adhesión natural de los judíos a la independencia y la libertad”. Y no se equivocaba el pensador francés puesto que luego devino el holocausto. El pensamiento libre y diferente, es un mal que, conforme a la mirada del fanatismo, no debe ser debatido sino combatido hasta destruirlo.
El fanático se encierra en un círculo del que no puede ni quiere salir. Y en ese círculo está su verdad que debe imponer contra viento y marea. El fanático es el propulsor del fundamentalismo que buscará la lucha para eliminar al otro que no piensa como él, pues dentro de su lógica de hierro, de su encerramiento miope, ese otro es el mal al que hay que extirpar.
¿DÓNDE SE DA EL FANATISMO?
Es sabido y la historia así lo demuestra, que el fanatismo se da en todos los tiempos y en diversas circunstancias se manifiesta con mayor virulencia. No están exentas del fanatismo ni las religiones, ni las agrupaciones políticas, ni las corporaciones de diversa índole. Lo que hay que tener presente y estar alerta, es que ese fanatismo cuando nace si no se detiene a tiempo, crece y se propaga y se transforma en persecución, en atentados, en quema de herejes y brujas en hogueras. Empieza muchas veces como una reacción virulenta ante los adversarios convertidos en enemigos. En crear un ambiente de mentiras en torno a esos considerados representantes del mal (porque no piensan como los fanáticos), en ridiculizarlos, en incitar a los niños y jóvenes al desprecio para crear en ellos el mismo sentimiento fanático de los mentores.
Se coarta la libertad de expresión, se cercenan derechos elementales, se transgreden impunemente las leyes. Todo en aras de la lucha entre el bien y el mal, en un falso maniqueísmo que termina en odio y venganzas.
En política ese fanatismo se manifiesta de diversas formas. Y lo que muchas veces llama la atención es que intelectuales (o así llamados) sumen sus voces de aliento en esa lucha fanática por imponer ideas y destruir a quien no las comparte.
En religión también se da. Hay en las iglesias, y la iglesia católica no es una excepción, sectores que se amparan en la verdad que creen es posesión de ellos solos, y menosprecian a otros sectores o grupos que no pertenecen a su propio círculo áureo.
El teólogo Kartl Rahner en su libro “La libertad de palabra en la Iglesia” sostiene que “Nadie podrá discutir el simple hecho de una opinión pública en la Iglesia” (p.11) y ante el peligro de silenciar voces disidentes dentro de la gran discusión que permite el pertenecer a una iglesia, el teólogo alemán afirma que “Si se quiere conocer, realmente la situación (espiritual, pastoral, social, etc.), se debe dejar hablar a la gente, también en la Iglesia” ya que si no se dejara hablar a la gente, “correrían peligro de gobernar a la Iglesia , burocráticamente desde el gabinete, en vez de escuchar la voz de Dios también en la del pueblo” (pp. 24/26).
Algo parecido había enunciado el P. Leonardo Castellani en 1954, en su famosa carta al Nuncio Apostólico en la Argentina. Y es sabido que por pensar diferente a muchos de la jerarquía eclesiástica, Castellani sufrió como jesuita destierro en Manresa (España) y expulsión de la orden y retiro de las facultades sacerdotales de administrar los sacramentos y celebrar Misa. Cosa que luego, en un acto de misericordia y justicia, le restituyó el recordado Papa Juan XXIII.
¿CÓMO SE PIERDE LA LIBERTAD?
La libertad se pierde de a poco. Como se conquista de a poco. Cuando uno va cediendo ante el avance de los fundamentalismos, deja hacer, baja la cabeza y no se inmiscuye en la realidad circundante, comienza a perder su libertad. En uno de sus recordados artículos en el diario “Combat”, Albert Camus sostenía: “Es verdad que los gobiernos
son culpables de una culpabilidad tan vasta y espesa que ya no se ve su origen. Pero no son los únicos responsables. (…) Si la libertad está hoy encadenada y humillada, no es porque sus enemigos la han traicionado. Es porque sus amigos han defeccionado en parte y porque ella ha perdido en realidad a su protector natural. Sí, la libertad es viuda pero hay que decirlo porque es cierto, ella es viuda de todos nosotros.”
Ese dejar hacer a los que tienen un pensamiento único y creen que es el que vale y lo demás es basura que hay que barrer y quemar, forma parte de la pérdida de la libertad. Tenemos que tener claro que como seres humanos podemos tener distinto pensamiento. Y la forma de llegar a entendernos no es combatiendo y exterminando a quien piensa diferente, sino sentándonos frente a frente y discutir. Podremos llegar a un acuerdo o no. Pero lo que no podemos es destruir al otro porque piensa distinto. Al fin de cuentas, la esencia de la filosofía es saber discutir en un diálogo en el que se exponen ideas y se debate sobre ellas. Lo hacían los antiguos. Lo hacían en le medioevo los verdaderos filósofos (que como en todas partes, había simples repetidores y también no pocos fanáticos). Lo han hecho los pensadores auténticos. Y eso se hace extensivo a los otros estamentos de la sociedad: llámense políticos, gremialistas, empresarios, periodistas…
No podemos quedarnos en una situación que es un soliloquio que a la postre deviene en ese pensamiento fundamentalista y atentatorio contra la libertad. La libertad, claro, se debe conquistar día a día. No se regala así nomás. Se merece. Y para ello hay que luchar.

sábado, 9 de abril de 2011

EL PORVENIR DE LA LITERATURA
Escribe Carlos Sforza*
En mi nota Sobre literatura del siglo XXI, hice referencia a la actitud del escritor en este nuevo siglo y ya entrados, también, en otro milenio.
A raíz de ello, en mi blog un lector hizo unas reflexiones sumamente interesantes sobre el tema que me permito trancribir:

“mtreseses dijo...
Dice Pichón Riviere:..."El artista, como toda persona de nuestro tiempo, tiene que abordar los problemas que se le plantean a cualquiera de sus semejantes, pero con la diferencia de que él se anticipa, y como ser anticipado se le adjudican las características de un "agente de cambio"....(EL proceso Creador)
Son los artistas quienes le dan una mirada diferente a la realidad, y por lo tanto son muchas veces los chivos donde depositamos nuestras frustraciones, ellos nos enfrentan a los miedos ancestrales que nos identifican como humanos. Pero cuando lo hacen con calidad, le dan al mismo tiempo una poesía que deleita los sentidos.
Nuevamente gracias a todos los creadores que nos hacen la vida más placentera”. Hasta aquí el comentario del lector del blog.
Esa mirada diferente que el artista le da a la realidad es, sin dudas la que hace que el escritor, pues concretamente me refiero a quienes estamos en ese rubro de la creación artística, sea un anticipado al decir de Pichón Riviere.
Indudablemente estos tiempos, como dije en mi nota y lo reitero, nos acicatean con urgencias antes desconocidas. Y esas urgencia van desde la precariedad, la soledad y la orfandad en que muchas veces se encuentra el creador, hasta la necesidad de asumir la realidad para transformarla. ¿Transformarla? Sí. Porque es evidente que no escribimos solamente para hacer un retrato de lo que hay y sucede a nuestro lado. Lo hacemos porque hay en el escritor una necesidad íntima de expresarse. Y al hacerlo recurre a los más diversos formatos estructurales y sintácticos. Siempre, claro, con la mirada en la limpieza de lo que se escribe. Y al decir limpieza quiero significar que lo que desea expresar encuentre las palabras justas y comprensibles para que el destinatario de ellas las entienda y sienta que se encuentra ante una verdadera obra de arte.
El instrumento material del que el escritor se vale ha sido en el último milenio y en lo que va de éste, el libro. Precisamente en una entrevista al editor francés Antoine Gallimard realizada por Juan Cruz en “El País” de España y reproducida por “La Nación” de nuestro país el 4 de abril de 2011, el francés responde, ante una pregunta de Cruz, que “No hay grandes editores, sino, simplemente, editores, ya sean grandes o pequeños. No me preocupa el lugar del libro en el futuro. Estoy seguro que seguirá siendo extremadamente importante (…) Creo que el porvenir del libro depende a la vez de los editores y de los autores. Es un oficio que surge del afán de compartir, a través del libro, universos secretos. Vargas Llosa lo dijo muy bien en su discurso del Nobel: Cuento historias para hacer que la vida sea mejor” Siempre necesitaremos historias para mejorar la vida. Por eso creo que el libro tiene un brillante porvenir”.
Ese hacer la vida más placentera del lector, a que se refiere el breve pero valioso comentario a mi nota, es una manera de transformar la realidad. Ante tantos problemas y malas ondas que escuchamos y vemos, es bueno, necesario y saludable, lograr un poco de paz. Y una obra de arte, de cualquier sector que fuere, que logra eso, porque es bella y lo bello es lo que visto u oído o leído gusta según decían con visión profunda los antiguos, no hace sino lograr esa transformación de la realidad. Es por ello que el escritor es un “agente de cambio”.
Gallimard habla del futuro del libro que dependerá de los editores y de los autores. Y yo destaco en él, que es realmente un gran editor, la humildad de hablar no de grandes o pequeños editores, sino sencillamente de editores. Y la misión de éstos es, sin dudas, de gran valor para la pervivencia del libro. Sabemos lo que significa entrar en una gran editorial y ocupar un lugar en sus catálogos. Pero también sabemos lo que significan los pequeños editores que hacen posible que el libro goce de buena salud. Esos editores independientes que a pleno pulmón y muchas ganas, editan libros de tiradas reducidas, muchas veces por fuera del circuito comercial, pero que tienen destinatarios en numerosos lectores que de esa forma pueden acceder a autores que de otra manera no podrían leer. Hay editores que hacen maravillas para publicar libros en nuestro país. Nosotros tenemos un claro ejemplo en lo que hace la Sociedad Filantrópica Terror do Corso, al reeditar libros de autores victorienses que se encuentran agotados. Lo hicieron con Gaspar L. Benavento, con Raúl R. Trucco y ahora, ya en imprenta, lo harán con mi libro de cuentos “De casas y misterios”, con ilustraciones de Gabriel Calíbrese en Ediciones Del Castillo de Rosario (Santa Fe).
Y al hablar de autores, debemos también reconocer la dedicación y la fe puesta por muchos escritores al “bancarse” la edición de sus libros, como una manera de mantener enhiesta la vigencia del formato material del libro y, a la vez, poderse comunicarse con sus potenciales lectores. Las ediciones de autor, en nuestro país, se multiplican a lo largo y ancho de la Argentina. Aunque muchas veces figuren en algunas editoriales, esas ediciones son pagadas por el propio autor. Y ello suma valor agregado a la lucha por la vigencia del libro. Otras veces se utilizan editoriales denominadas “de fantasía” que a la postre sirven para la edición de libros.
En cuanto a la dependencia del porvenir del libro de los autores, asistimos a una proliferación de escritores que va acorde con el crecimiento demográfico de la población mundial. En los concursos literarios suelen participar por centenares las obras presentadas. Ello habla de la labor creativa de los escritores que hacen que el libro sea necesario como vehículo que recoja sus expresiones a través de la escritura y que lleve la misma a los destinatarios: los lectores.
Hoy, como ayer y creo que siempre, la creación individual nace de una necesidad, de un impulso que se materializa en una obra que, en el caso del escritor, es una obra escrita. Necesita de las palabras y de enhebrar las mismas de tal forma y a la vez crearle el arco apropiado, para que puedan convertirse en obra de arte.
Ortega y Gasset al hablar de la poesía en “Espíritu de la letra” decía: “Es natural: la poesía vuelve a poner todo en alborada, en status nascens, y salen las cosas de su regazo, despertándose, en actitud matinal, emergiendo del primer sueño a la primera luz” (Ob. Comp, III, p. 577).
Los narradores lo hacemos a través de las historias. La ficción que es una mentira pero que, al plasmarse en obra de arte, se convierte en verdad. Esas narraciones que nos hacen vivir muchas vidas. Vidas que soñamos o que pudimos vivir. Vidas que el creador transforma en una narración que hace que la realidad sea transformada por la palabra escrita. Vidas tortuosas o dulces y tranquilas. Vidas de seres que pudieron existir o que existen realmente. En suma, por la palabra creadora y salvadora, el hombre se expresa y se comunica con el otro. Sale de su mismidad para encontrar la otredad. Que es la manera en que se manifiesta y expresa el escritor.

sábado, 2 de abril de 2011

LITERATURA DEL SIGLO XXI
Escribe Carlos Sforza*
Entrado el siglo XXI y en pleno nuevo milenio, podemos preguntarnos cómo será la creación, a través de la literatura, en estos tiempos.
Italo Calvino fue invitado por la Universidad de Harvard en 1984 para ocupar la cátedra de las “Charles Eliot Nort Poetry Lectures” y escribió seis conferencias, que no pudo dictar pues falleció el 19 de septiembre de 1985, antes de las fechas determinadas para dictarlas. No obstante ello, fueron reunidas y publicadas en 1989. Se reeditaron en 1998 con un apéndice en el que se incluyó un manuscrito del escritor italiano, texto inédito, que había titulado “El arte de empezar y el arte de acabar”, referido, claro, a la obra de arte literaria.
Calvino en sus conferencia publicadas bajo el título “Seis propuestas para el próximo milenio” y traducidas en edición española en 1998, reflexiona con profundidad y con ejemplos de los grandes creadores de la literatura, sobre el tema y cada una de las conferencias (capítulos en el libro) da la pauta de lo que él considera deben ser las características de la literatura del nuevo milenio. Ellas son 1) Levedad, 2) Rapidez, 3) Exactitud, 4) Visibilidad, 5) Multiplicidad y 6) El arte de empezar y el arte de acabar.
Cuando habla de Lucrecio y de Ovidio, expresa que “(…) en ambos casos la levedad es algo que se crea en la escritura, con los medios lingüísticos propios del poeta, independientemente de la doctrina del filósofo que el poeta declara profesar” (p. 25).
En este siglo y milenio que transitamos, al plantearnos el tema de la creación en la literatura, debemos afilar el lápiz, previa reflexión sobre el caso, para encontrar lo que puede resultar de la creación literaria. Ante las invenciones de la ciencia que camina a pasos agigantados, que parece subir por el ascensor, la literatura se afirma con paso lento pero seguro, no está a expensas de los cortocircuitos o apagones que pueden inmovilizar al ascensor, sino que camina subiendo las escaleras peldaño a peldaño.
Por eso, cabe pensar en la creación propiamente dicha, lo que el hombre es capaz de hacer brotar de su intimidad, de su mismidad. Lo que el creador literario, el narrador, el poeta, el ensayista, pueden ofrecer como algo que se inserta en los cambios del nuevo siglo y hace que su obra sea una muestra de la vitalidad de la creación literaria.
Jorge Steiner sostiene que “(…) La creación siempre se da –en analogía con, diría Tomás de Aquino- la primera Creación. La invención, en cambio, tiene una naturaleza totalmente distinta, Colectiva, anónima, surge de un automatismo muy hermoso y profundo. Inventada la palanca, la bomba atómica no anda lejos… La tecnología tiene en efecto, una enorme inercia trascendente. Avanza siguiendo reglas científicas que conducen siempre al siguiente capítulo. Esto es algo inconcebible para la creación. Sin Beethoven no habría Novena Sinfonía, sin Shakespeare no habría Hamlet y sin Proust no habría En busca del tiempo pedido. Cada creador es irremplazable. Los más grandes inventares está siempre, en cambio, perfectamente tranquilos (…)”.
Tenemos así, en las palabras de Steiner, la diferencia entre el creador y el inventor. El inventor sigue un camino lógico, en el que un descubrimiento, un invento, es un hito en la marcha hacia otro invento. El creador, por el contrario, lo que crea lo hace por un acto único e intransferible. Ello le da esa impronta que marca un estilo y puede ser imitada pero siempre será diferente a la original.
Se sabe, y lo sabía perfectamente y lo escribió Italo Calvino, que las lenguas modernas prácticamente nacieron y se expandieron en occidente en el milenio anterior al que hoy transitamos. Y ha sostenido el narrador e investigador italiano cómo aquel milenio ha sido el del libro que lo vio transformarse en un objeto como lo conocemos. En el nuevo milenio aparecen las formas digitales del libro, sin el soporte clásico que hoy vemos. Y hay quienes piensan que eso demuestra que el libro si no ha muerto morirá con su tradicional formato. Pero, como decía el poeta, “los muertos que vos matáis, gozan de buena salud”. Y el libro, expresión de la creación del hombre escritor, perdura y perdurará no obstante el avance de las nuevas invenciones de la cibernética.
Es claro que cuando el escritor se pone ante la hoja en blanco o la pantalla titilante de la computadora, se puede plantear qué es lo que quiere expresar con lo que pretende crear. Y eso ha sido siempre. Y hoy, en este siglo y milenio nuevos, no podemos ser ajenos a lo que nos rodea. No podemos ignorar las apetencias y las búsquedas de nuestros semejantes. No podemos, asimismo, desvincularnos del medio ambiente que nos rodea y que rodea en el planeta tierra a millones de personas. Y no podemos dejar de lado lo que ello significa en un mundo de invenciones que muchas veces se usan como instrumentos depredadores.
Ante este cuadro de situación, los escritores tenemos en nuestro interior las fuerzas suficientes para hacer creaciones literarias que marchen acordes con el siglo. No que sean complacientes con los requerimientos de un mundo consumista y mercantilista. No. Sencillamente, encontrar los elementos formales que adecuen nuestra escritura a los tiempos, pero que a la vez sea una verdadera creación para que lo que digamos se convierta en una verdadera obra de arte.
Calvino fijó pautas de lo que debiera caracterirzar a la literatura del nuevo milenio. Y a esas pautas, cada creador debe añadirles otras, de su propia actividad y mirada para que así, la literatura continúe como verdadera creación en el mundo acelerado y cambiante que vivimos.