miércoles, 22 de junio de 2011

De EL DIARIO de Paraná (E.R.)

Estas en: Edición Impresa Cultura y Espectáculos Reedición

Sucedidos de entre casas Martes 21 de Junio de 2011 Hs.



Vuelven a publicarse los relatos de Sforza. Carlos Sforza es uno de los autores provinciales que ha llevado las letras del pago chico a trascender en el país.
Conocido por sus ensayos, entre ellos Luis Gorosito Heredia y su catarsis fluvial por el cual se le otorgó el premio Fray Mocho. Este autor victoriense ha transitado también, con destreza, el territorio del cuento. Varios libros dan testimonio de ello en una trayectoria que comprende más de 20 libros de su autoría y ha participado en otras tantas obras colectivas y antologías, por lo cual recibió, entre otras distinciones la Faja de Honor de la SADE en dos ocasiones –en los géneros cuento y ensayo– y el Premio al mérito artístico de la provincia de Entre Ríos.
De esa serie acaba de reeditarse De casas y misterios, una serie de relatos en la que este docente de filosofía da cuenta de su solvencia en el manejo del lenguaje y los recursos propios del género.
El trabajo publicado en primera edición por Editorial Castañeda de Buenos Aires, mereció, en 1978, el Primer Premio al mejor libro édito de cuentos de la Subsecretaría de Cultura de Entre Ríos, por un jurado integrado por Julieta Gómez Paz, Juan Carlos Ghiano y Delfín Leocadio Garasa.
Ahora reeditado, a través del sello editorial Del Castillo, por la Sociedad Filantrópica Terror do Corso contiene ilustraciones del plástico Gabriel Calabrese y fotos de Celso Rendos.
El eje de las narraciones está estructurado en base a relatos que se generan a partir de inmuebles, edificios, lugares, que dan pie al autor para desarrollar historias trágicas, (Los tiznados), paradójicas (la casa de las columnas), intrigantes (Boleto de ida) y algunas rozando el misterio (La casa, relato con la que inicia el trabajo, El rabdomante). También el humor, como la ironía, aparece en estas ficciones que cierran con Los mellizos y el Belín.
También un rescate de un momento, de la historia y personajes (Salustiano, La casa de Maruca), de nombres y familias (La casa de las Grandi).
De casas y misterios se vincula a una línea transitada por autores caso de Historia de una casa, Manuel Mujica Lainez, que tuvo singular resonancia con los relatos de Misteriosa Buenos Aires y de entre ellos El hombrecito del azulejo.
Así, con pinceladas, desde la delicadeza, de lo sugerido, Sforza pinta de una forma que no desdeña el aporte del costumbrismo, diversos momentos históricos de los siglos XIX y XX. Y lo hace con contundencia

viernes, 17 de junio de 2011

BORGES POETA
Escribe Carlos Sforza*
A 25 años del fallecimiento de Jorge Luis Borges, hecho ocurrido el 14 de junio de 1986 en Ginebra (Suiza), por una elección muy especial, quiero recordarlo como poeta. Como hacedor de versos en suma.
Y esa elección tiene que ver, pienso, a que mi conocimiento de Borges a través de la lectura, nace en la segunda mitad de la década del cincuenta del siglo pasado cuando se publicó el libro POEMAS, por Emecé, que reunió los tres primeros libros del escritor; FERVOR DE BUENOS AIRES, LUNA DE ENFRENTE y CUADERNO SAN MARTÍN y Otras Composiciones, que luego integrarían parte de EL HACEDOR.
De aquella época nace mi admiración, que he reiterado en muchas ocasiones, sobre Borges poeta. Puesto que, lo repito, es la faceta creadora de Jorge Luis que considero, personalmente, más valiosa dentro de su obra general.
En una de sus últimas intervenciones, en diálogos públicos, el 6 de agosto de 1985, cuando el coordinador Jorge Cruz inició la reunión, le preguntó al escritor: “¿Sigue sin definición, todavía, la poesía?” La respuesta de Borges fue clara y reiterativa de lo que a lo largo de muchos años sostuvo. Dijo: “La única que yo recuerdo no es una definición, es un ejemplo de poesía. Cuando Platón habla de esa cosa liviana, alada y sagrada, eso, desde luego, nos es una definición, es un ejemplo. Yo sigo siempre buscando la poesía, encontrándola sobre todo en las obras ajenas, no en lo que yo escribo, pero mi destino es ése, un destino literario, y no me quejo de ese destino que consiste, sobre todo, en sentir las cosas. Si uno fuera realmente un poeta sentiría cada momento como poético. Pero no basta con sentirlo, como uno está limitado por el lenguaje y a veces, digamos, favorecido por el lenguaje también. Hace tantos años sigo ese curioso destino de sentir, de tratar de sentir todas las cosas y de tratar de expresarlas. Cuando yo era joven tenía teorías poéticas. Creía, por Lugones, que la metáfora es un elemento esencial del verso. Creí alguna vez que la rima lo fuera, luego traté de excluir la rima. Pero ahora creo que la poesía es un acto mágico. No sé si puede definirse. Como dijo el pintor americano Whistler, y como repito ahora: El arte sucede, es decir, no hay teorías”.
Esta larga cita de Borges la he traído porque, en gran medida, resume su postura ante el hecho poético. Máxime que fue una respuesta dada pocos meses antes de su muerte. Y es, claro, un resumen de lo que en sus largos ochenta años, fue realizando a través de los libros que escribió.
Los tres libros de poemas que conocí de Borges, según anoté más arriba, corresponden a lo que podríamos llamar el primer Borges.
Sucede que cuando regresa en 1921 a Buenos Aires, se produce lo que podríamos decir el descubrimiento de la “ciudad junto al río inmóvil” para llamarla con título feliz de Eduardo Mallea.
Cuando publica FERVOR DE BUENOS AIRES en 1923, Borges muestra un descubrir a Buenos Aires. Un Buenos Aires lejano que se fijará para siempre en la memoria borgeana, y que reaparecerá posteriormente. No la urbe de cemento que reemplazó a la de casas chatas, con patios y traspatios que memora siempre el poeta. Dice: “Las calles de Buenos Aires/ ya son la entraña de mi alma./ No las calles enérgicas/ molestadas de prisas y ajetreos,/ sino la dulce calle de arrabal/ enternecida de árboles y ocasos.”
Horacio Armani escribió que con este libro Borges cambia la mirada sobre Buenos Aires. Dice Armani: “Borges la desnuda (a la ciudad) con mirada metafísica”.
LUNA DE ENFRENTE es de 1925 y Borges dijo, muchos años después de ese poemario lejano en el tiempo que “… la ciudad de Fervor de Buenos Aires no deja nunca de ser íntima: la de este volumen (Luna de enfrente) tiene algo de ostentoso y de público.” Y recupera dos poemas: “El General Quiroga va en coche al muere” y “Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad”. No obstante lo expresado por el poeta, es un libro eminentemente argentino. Lo que pasa es que la visión borgeana no era la que muchos tenían entonces de la Argentina. Concretamente de Buenos Aires en la que se reencuentra el poeta con los temas que había recibido de la memoria que le llegaba de sus ancestros. Así, por citar uno, sus “Versos de catorce”: “A mi ciudad de patios cóncavos como cántaros/ y de calles que surcan las leguas como un vuelo/ a mi ciudad de esquinas con aureolas de ocaso/ y arrabales azules, hechos de firmamento,// A mi ciudad que se abre clara como una pampa,/ yo volví de las viejas tierras del Occidente/ y recobré sus casas y la luz de sus casas/ y la trasnochadora luz de los almacenes/ y supe en las orillas, del querer, que es de todos/ y a punta de poniente desangré el pecho en salmos/ y canté la aceptada costumbre de estar solo/ y el retazo de pampa de un patio”. Y siguen las enumeraciones. Es que Borges ha descubierto su país. Y si es universal, lo es por ser argentino y trascender los límites de su tierra, esa tierra que querría integrada en un gran cosmos, como lo dice en uno de sus últimos poemas. “Los conjurados”, dedicado a Suiza precisamente, donde descansan sus restos.
A su segundo poemario, lo siguió CUADERNO SAN MARTÍN, en 1929. El poemario se abre con “La fundación mitológica de Buenos Aires” en la que se imagina que la ciudad se fundó en su barrio y que concluye con los recordados y repetidos versos: “A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires/ la juzgo tan eterna como el agua y el aire”.
En sus versos, Borges elimina letras, como la d en mitá, y en Suestada, y le da fuerza, fluidez y lirismo al verso. Es que se ha reencontrado con el lenguaje, con el idioma nuestro, y como él mismo escribiera a raíz de una encuesta sobre El oficio de traducir publicada en la revista SUR en 1976, “Los diccionarios bilingües, por otra parte, hacen creer que cada palabra de un idioma puede ser reemplazada por otra de otro idioma. El error consiste en que no se tiene en cuenta que cada idioma es un modo de sentir el universo o de percibir el universo.”
Después de esos tres poemarios, Borges no insistió en la poesía. Y hay una explicación que la anota en su libro “Las raíces del pensar”, José Luis de Imaz por tres hechos fundamentales en la vida de Borges: El escritor al promediar la treintena comienza a trabajar regularmente, el fallecimiento de su padre, y en la Navidad de ese mismo año (1938) tuvo un gran accidente. Fue en la escalera de su casa y permaneció inconsciente durante varios días Al emerger, con los primeros destellos de lucidez, pidió un lápiz y comenzó a escribir. Pero no poemas sino cuentos. Y de allí en más continuó escribiendo cuentos fantásticos. El cuento que escribió entonces Borges fue “Pierre Menard, autor del Quijote”.
No obstante ello, Borges regresó a la poesía. ¡Y de qué forma! Porque a partir de EL HACEDOR hasta LOS CONJURADOS, la lectura lírica borgeana es un encuentro con la belleza.
Borges no creía, lo expresó y lo transmitió de diversas formas, en la poesía comprometida. “Yo creo, contestó a una pregunta en agosto de 1985, que la poesía tiene un solo compromiso: con la belleza.” Y agregó: “…ahora, eso no quiere decir que los temas políticos no puedan inspirar(…) La poesía comprometida no tiene sentido. La poesía está comprometida con la poesía”.
En los poemas de Borges, del segundo Borges diría mejor, hay temas recurrentes: tal el caso del tigre, que según explicó él mismo, por el que tuvo pasión y admiración desde niño cuando iba al Jardín Zoológico y cita a Blake cuando dice “Que el tigre es un emblema de terrible elegancia”. Asimismo está el laberinto que según sus propias palabras “(…) es el símbolo más evidente de estar perdido”. Y otro de los temas recurrentes es el puñal que sale a relucir en medio de la noche. Borges mismo aclara que “(…) el arma blanca –sobre todo el puñal- viene a ser un símbolo del coraje (…) el puñal es un arma íntima”.
Claro que pese a esos temas recurrentes en la obra borgeana, como escribió Oscar Hermes Villordo, “La impresión más fuerte que le queda al lector de los poemas de Borges es la de la belleza. Más allá de de los laberintos, los espejos y los tigres, lo bello es la presencia constante en sus versos”
Jorge Luis Borges que era un creador por antonomasia, no sólo creó belleza a través del verso libre, a través de la enumeración caótica, sino que manejó con soltura,, con maravillosa perfección los versos clásicos, ya sea en los sonetos a la manera inglesa, los endecasílabos, su incursión, feliz es cierto, en las milongas sobre todo en “Para las seis cuerdas”, que son un poco recoger los motivos orilleros y enhebrarlos, míticamente, con sagas y con historias de otros lares. Ello muestra la ductilidad de que era capaz Borges para tratar distintos temas con diferentes metros, con diversa entonación, pero siempre con esa belleza que, diría, es la característica esencial de su poesía total y que muestra la cadencia, el ritmo, que son esenciales para la alta poesía o, mejor, para la poesía a secas.
En el poeta, como en el escritor de cuentos y relatos siempre bien recordados, en luminosos ensayos y comentarios, hay una duplicación, es la misma que da la metáfora conforme dijo en otra parte, la de los espejos, la del relato “Agosto 25, 1983”, en el que habla de los espejos repetidos, del otro Borges que lo había precedido y cuya firma estaba aún fresca en el libro del hotel y al que encuentra, de espaldas, en la cama de hierro. Los dos Borges que se multiplican y que hacen que, en sus textos nos nutramos muchas generaciones, que encontremos diversas explicaciones y sobre todo, interpretaciones Pero, fundamentalmente, la belleza que sus poemas pueden regalarnos y, por ellos, hacernos comprender lo de Silesius. LA ROSA ES SIEMPRE SIN POR QUÉ.

viernes, 10 de junio de 2011

MI ANDAR POR EL PERIODISMO
Escribe Carlos Sforza*
A cierta altura de la vida, el hombre vuelve sobre sus pasos. Es que como escribiera Vargas Vila, “rememorar es vivir”.
De allí que hoy, en el mes del día del periodista, vuelva a mi andar po esa profesión, misión y vocación que es el ser periodista.
COMIENZOS
Cursaba el cuarto año del Colegio Nacional de Nogoyá, puesto que en Victoria no existía el bachillerato, cuando empecé a pergeñar mis primeras notas periodísticas. Era el año 1950 y en un diario de esas publicaciones efímeras que existieron en todas las ciudades entrerrianas, publiqué mis primeras notas. Es claro que no eran propiamente trabajos estrictamente periodísticos, sino más bien escritos sobre deporte. Y, fundamentalmente, sobre lo que entonces me apasionaba mucho: el ajedrez.
Pero, recibido en la secundaria, y cuando ya transitaba algunos tramos de la universidad, tuve mi primer carnet de periodista que aún conservo. El mismo me lo había otorgado el diario victoriense CRISOL, de Miguel Reyes Firpo, y constaba mi carácter de cronista social, deportivo, etc. Desde entonces estuve íntimamente ligado al periodismo victoriense en forma especial y a los diarios y revista de otras ciudades de la Argentina.
Es claro que en esos años, década del cincuenta del siglo XX, quienes éramos cronistas o periodistas de diarios del interior del país, de ese país a veces silencioso pero de una existencia real como diría Eduardo Mallea, cubríamos los más diversos campos del quehacer que abarcaba un diario.
En CRISOL bajo el seudónimo de Luigi, escribía de política internacional. Y lo hacía puesto que entonces cursaba la carrera de Diplomacia en la Universidad Nacional de Rosario. Por entonces, el recordado amigo y consecuente colaborador de CRISOL, José María Aranguren, jocosamente cuando me encontraba en el diario o en la calle me saludaba con un ¿Qué tal Luigi? Precisamente en esa hoja que nació a la vida periodística en 1947, cubrí muchas notas, hice muchas entrevistas, escribíamos de cine con Eduardo Lorenzo bajo el seudónimo de Bud-Kazán, y en los comienzos de la década del sesenta, dirigí la página CRISOL Literario. Esa sección, publicada los días sábados, tuvo colaboraciones de escritores de primera línea en el orden nacional como fueron Fermín Chávez, Leonardo Castellani, Luis Ricardo Furlan, Alberto Luis Ponzo, Pablo Ramella, Luis Gorosito Heredia, Velmiro Ayala Gauna. Y también hicieron sus primeras armas en el periodismo cultural muchos escritores de nuestra provincia, algunos ya con nombre bien ganado y otros que empezaban una carrera que los llevaría a planos destacados dentro de las letras. Tenía colaboraciones de escritores de diversas provincias y la página hizo posible que pudiera relacionarme con colegas consagrados y otros que como yo entonces, comenzábamos a andar por el campo de la escritura literaria.
Ese quehacer en el periodismo me llevó a colaborar en diario y revistas del país. Así fue como mis notas aparecieron en el suplemento cultural de La Capital de Rosario que dirigía Raúl Gardelli. También en la revista La Dilegencia, que desde la vecina ciudad rosarina editaba el destacado narrador y ensayista Velmiro Ayala Gauna:. Y no sólo en la publicación mensual sino en lo que eran ediciones especiales que se publicaban como “Cuadernos de La Diligencia”.
HACER CAMINO AL ANDAR
Esa labor, esa dedicación al periodismo, me llevó a colaborar en el Semanario ESQIÚ dirigido por Luchía Puig, que se editaba en Buenos Aires y se distribuía en todo el país. También en la Revista Didascalia, editada en el Colegio San José de los padres Salesianos de Rosario. Por supuesto que en los primeros años de la década del cincuenta, publiqué algunas notas en La Acción de Paraná y me incorporé como colaborador de EL DIARIO de nuestra ciudad capital de la provincia.
Requerido por amigos periodistas, colaboré en los diarios Tribuna de San Juan, El Territorio de Misiones, en la Revista del Jockey de Córdoba, en la Revista Literaria La Luna Que de Buenos Aires (año 200l), en Bibliograma de la Capital Federal, en diarios de Río Cuarto (Córdoba), de Gualeguay, de Gualeguaychú, de Concepción del Uruguay, y de otros puntos de nuestra querida Argentina. Claro que, en varias ocasiones, colaboré en ediciones especiales del diario LA TARDE (Victoria) que dirigía el recordado amigo Solórzano.
De esa forma fui haciendo camino al andar, como dice el verso de Antonio Machado. Y lo he hecho durante un poco más de sesenta años (comencé muy joven a escribir en diarios, periódicos y revistas). Y de esa forma, me encomendó don Arturo Etchevehere la dirección fáctica del diario CRISOL cuando fue comprado por la sociedad de El Diario. Anteriormente había dirigido Letra Impresa, página literaria de LA MAÑANA que entonces dirigía César Jaroslavsky.
Cuando Chacho Jaroslavsky fue elegido Diputado Nacional, me encomendó la dirección de La Mañana cargo que ejercí durante algunos años. Luego lo hizo Gracia Jaroslavsky, siguiendo como colaborador de esta hoja hasta que, elegida Presidenta Municipal, me hice cargo, hasta el presente de la Dirección. Y ya van más de diez años. Mientras tanto, sigo colaborando con la página literaria de EL DIARIO (Paraná) y de EL NORTE (San Nicolás).
PERIODISMO RADIAL
No puedo soslayar mi incursión periodística en la Emisora San Martín, de Guido Anghilante, cuando transmitía por cable sus programas radiales desde calle Maipú. Allí hacía periodismo con comentarios de cine, junto a Eduardo Lorenzo,y de teatro y música. Recuerdo que en ese espacio entrevistamos a Mecha Ortiz cuando vino a presentar una obra de teatro en nuestra ciudad.
Luego vino la instalación de LT39 EMISORA Victoria, en 1972, a la que le pusimos “el hombro” varios amigos de G. Anghilante. Y allí hice durante un tiempo los editoriales de la radio, los días sábados, aparte del programa Buenas Tardes Hogar, donde hacíamos entrevistas a políticos, artistas, trabajadores sociales. Y teníamos varios micros, eventos sociales, todo ello mechado con buena música.
Durante varios años mantuvimos ese programa de una hora de duración, que se emitía de lunes a viernes.
Alguna esporádica incursión hice en Canal 3 de Rosario, y recuerdo una entrevista que junto con Gary Vila Ortiz le hicimos al filósofo español Julián Marías.
Todos ellos son hitos en ese hacer camino al andar para volver, siempre, a la letra impresa, al diarismo, al periodismo que se hace desde lo que se lee.
COLOFÓN
Ese hacerse en el periodismo fue la impronta de muchos que a la vez incursionan por la literatura. Nos íbamos fogueando en un quehacer que aprendíamos al lado de la máquina de escribir y con el olor a plomo de las linotipos. Hoy, claro, hay estudios de comunicación social con títulos universitarios. Los tiempos han cambiado. Y ese cambio provoca que haya profesionales recibidos en el actual arco periodístico.
Todo, pienso, debe estar dirigido a cumplir las premisas de un buen periodista. Con una prosa ágil, asequible al lector, y, a la vez, con la impronta que da el estar siempre al servicio de la verdad. Esa verdad que nunca será absoluta pero que cuando el periodista la respeta y la incorpora a su hacer, reditúa en un buen periodismo. Cuando se opina, el lector podrá estar o no de acuerdo con la opinión expresada. Pero esa opinión debe