miércoles, 26 de octubre de 2011

EL ARTE Y LA PAZ
Escribe Carlos Sforza*
El Ciclo Arte por la Paz, que el segundo lunes de cada mes reúne a artistas de distintas disciplinas en un bar de Rosario (Santa Fe), cumplió en 2010, diez años consecutivos de reuniones. Su creador y quien continúa con el Ciclo, es Bernardo Carlos Conde Narvez, oriundo de Concordia y ligado a nuestra ciudad por lazos familiares. Radicado en la vecina ciudad santafesina, Conde Narváez es Licenciado en Comunicación Social, Procurador nacional, artista plástico, escritor, gestor cultural y cumple una labor solidaria destacable en Rosario y otras ciudades. Ha trabajado en diversas instituciones a favor del arte y especialmente, en la relación que el arte como tal, tiene con la paz. De esa inquietud nació el Ciclo que mantiene en actividad después de su décimo cumpleaños. El mismo se inició en el año 2000 en el bar rosarino La Fabrka en calle Tucumán al 1800.
Así comenzó esta patriada cultural que tiene como epicentro el arte pero relacionado con la paz. Lo cual habla de una visión amplia, casi diría ecuménica, del origen y la orientación que le impuso su creador.
Con motivo de los diez años del Ciclo, Bernardo Conde Narváez ha publicado un libro donde nos habla del inicio de la labor del mismo y nos aporta datos significativos sobre las actividades realizadas a lo largo de diez años de labor ininterrumpida.
EL LIBRO
La publicación que ha hecho Bernardo se llama CICLO ARTE POR LA PAZ -10 años- (Editorial Ciudad Gótica, palabras de la contratapa de María Rosa Loja, Arte de tapa de Héctor Beas, Rosario (Santa Fe), marzo de 2011, 236 pp.). La obra, como se aclara en la solapa, fue publicada gracias al subsidio otorgado por la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario lo que habla de la preocupación por la labor cultural que tiene el ente oficial rosarino, demostrado en publicaciones de libros y muchas otras expresiones que hacen al quehacer cultual de la vecina ciudad.
Conde Narváez hace una semblanza de la gestación del Ciclo, a la vez que desarrolla diversas instancias y los nuevos bares rosarinos donde se ha cumplido el proyecto nacido hace una decena de años.
Es interesante saber, y lo cuenta en el libro el autor, que en la primera reunión en La Fabrika fueron invitadas ocho personas. Dice Bernardo que “(…) El lugar ya estaba. Invité a ocho personas. Y no sólo poetas, sino comencé a convocar a gente distinta a la poesía, inteligente, adulta, comprometida. Pero pensé: ocho personas leyendo seguidas, sería muy pesado. Así que le dije a Silvia Contardi, que además de poeta es cantante, si quería cantar. Me dijo que sí.”
Aclara que su deseo era mayor, de tal forma que también invitó a una artista plástica a exponer una obra que se colocó a la entrada. Para esa primera reunión del Ciclo, fueron invitados a leer:
Ángel Oliva, Any Lagos, Graciela Aletta de Sylvas, Martín Navarro, Carlos de La Torre, Idilia Solari, Rubén Plaza y Silvia Ezcurra de De Larrechea, esta última para hablar de Ecología. Aclara el autor que “Entre los cuatro primeros que leían, y los cuatro siguientes, Sonia Contardi, acompañada por un guitarrista, cantaba”. A la entrada se expuso una obra de arte de Graciela Sacco. De allí en más, por el libro desfilan muchos de los que en los diez años que abarca el Ciclo del que nos da cuentas el autor, han estado con su arte tratando de hacerlo valer como un aporte indiscutido para la paz del hombre y de las naciones.
De a poco la gente de Rosario se acostumbró a estas reuniones y el círculo de los que participaron de él se fue ampliando. Y lo que es importante, continúa con vida propia y apoyo de los artistas y de la comunidad rosarina.
APORTES
El libro no sólo es una historia del Ciclo sino que, con buen criterio, Bernardo Conde Narvaez introduce en sus páginas muchos aportes de quienes hablaron y leyeron en las sesiones de los lunes en diversos bares, por donde ha pasado, el Ciclo iniciado en el año 2000.
Para ejemplificar lo dicho, no puedo dejar de mencionar la presencia en esas reuniones, en el bar La Sede, que cerró uno de los ciclos del gran poeta, filósofo, antropólogo, residente actualmente en Buenos Aires, Hugo Mujica. Este sacerdote, en los años del hippysmo de sesenta, estuvo en Estados Unidos, anduvo con los monjes tibetanos y en el país del norte, ingresó y estuvo siete años en un Monasterio Trapense, donde vivió en silencio pues allí los monjes no hablan. Todo eso, según lo oí de la propia boca de Mujica, le sirvió para desarrollar su espíritu, para crecer interiormente y luego, ya de regreso a la vida cotidiana fuera del Monasterio, ofrecernos una poesía descarnada, profunda que lo coloca en lo alto de la actual poesía argentina.
En el libro se insertan algunos de los poemas de Hugo Mujica que comenzó a escribir cuando vivió en el silencio de los trapenses y otros del libro “La pasión según Georg Trakl. Poesía y expiación”. Dice Bernardo que “El pan y el vino de Trakl está fuera del templo, no es el de los parroquianos sentados en sus bancos mientras entonan “un canto moribundo” entre arcos “que flamean sombríos; no, el pan y el vino de Trakl es el de los peregrinos, los errantes, los que osan la intemperie, aún en una noche de invierno”. Y transcribe aquí los versos que Mujica inserta en el libro como éste: “Cuando la nieve cae por la ventana/ y tañe lenta la campana vespertina,/ está puesta la mesa para muchos,/ preparada la casa.// Por oscuros senderos/ llega algún caminante hasta la puerta,/ dorado florece el árbol de los dones/ con la savia fresca de la tierra.// En silencio el caminante entra en la casa,/ el dolor petrifica/ el umbral, pero en la mesa/ en un halo de luz inmaculada/ brillan el pan y el vino.”
En el desarrollo del libro el autor nos cuenta las peripecias pasadas por el Ciclo en los períodos vividos en los diez años de su existencia. Y, como queda dicho, nos entrega poesías y prosas de diversos autores que leyeron en diferentes ocasiones. Es un libro pues, que a medida que avanza en la historia del Ciclo Arte por la Paz, nos ilumina con trabajos aportados por los que han desfilado por los bares rosarinos donde se congregaban los integrantes del grupo creado por Conde Narváez. Una manera de vivificar la historia de los diez años de reuniones.
Hay aportes de diferentes tonos y calidad, es cierto. Hay variedad de enfoques, es verdad. Pero en la disparidad y el encuentro de voces variopintas, se verifica el espíritu del Ciclo. En la parte final del libro, el autor agradece a una gran cantidad de artistas que ha colaborado y aportado sus creaciones para las reuniones de los primeros diez años. Y exhorta a seguir trabajando en el camino emprendido “(…) a favor de la paz mediante el arte y la palabra (…) comprometiéndonos, siendo honestos, solidarios, sensibles y justos (…) Que el arte, la cultura y la palabra sean los instrumentos para logra la paz… para todos”.
Un libro que no sólo cuenta la historia de los diez años del Ciclo Arte por la Paz, sino que ilumina el camino elegido a través de quienes con sus creaciones, han hecho posible el mismo y han aportado su trabajo para que, como dice María Rosa Lojo en la contratapa, “La paz no es pasividad, es creación activa de armonía vital. (…) Desde el corazón de la tragedia el arte cura, repara, encuentra el hilo extraviado del sentido bajo la tierra quemada de las batallas”.
Blog del autor: www.hablaelconde.blogspo.com

viernes, 21 de octubre de 2011

¿CÓMO DEBE SER UNA NOVELA?
Escribe Carlos Sforza*
Es indudable que los lectores de novelas saben cómo es la estructura de la novela. Pero muchas veces sucede que hay detalles que escapan a ciertas obras que se rotulan dentro del género novelístico.
Hay escritores y ensayistas que han tratado el tema en profundidad. Y conviene fijar algunos puntos para ilustrar al lector porque no todo lo que reluce es oro y no todo lo que se dice novela es tal.
El crítico argentino Oscar Tacca en su libro “Instancias de la novela” sostiene que “No leemos hoy como leían los lectores de El Quijote, Robinson Crusoe, ni siquiera los de Balzac, Somos nosotros los verdaderos Pierre Menard de Borges; nosotros, quienes las hacemos nuevas en la lectura.” Y agrega: “Quizás toda la problemática de la novela podría distribuirse en las relaciones establecidas entre las diversas instancias de la narración. ¿En qué consiste la riqueza de un texto? En la multiplicidad y complejidad de las relaciones sutilmente establecidas entre sus categorías.”
Pensemos que para el novelista lo importante es partir del hecho que está manejando hombres. Es decir seres de carne y huesos, que piensan, tienen pasiones, aman y también odian. De allí que la narración debe ser escrita en forma vívida, “con sentido humano”.
Reitero un concepto que por repetido no está demás recordarlo: el novelista tiene un plan para su obra, pero los personajes se imponen dentro de ese plan y se le escapan de las manos al escritor. Empiezan a andar con libertad en las acciones que realizan. Manuel Gálvez sostenía que “fracasa el novelista que pretende someter a los personajes a su plan”.
Recuerda el autor de “La maestra normal” que “(…) El momento de “Niebla” en que el protagonista se le presenta a Unamuno y le dice que no quiere morir, no es tan fantástico como pudiera creerse. Los personajes no se le aparecen al novelista como si fuesen seres humanos o como fantasmas, pero sí en una realidad semejante al sueño”. Y es así, por ello el autor tiene que extremar su imaginación para que las acciones dentro de la novela se adecuen a cada personaje.
Incluso la manera de expresarse. De allí que los buenos novelistas hacen hablar a sus personajes como realmente hablan y no a la manera de las novelas idealistas donde los personajes no se expresan “como en la realidad: hablan pulcra y correctamente como escribe el autor”.
Por supuesto que no se debe caer en la chabacanería. Debe ensamblarse el lenguaje del escritor, el literario, con el de los personajes para que la obra sea una auténtica novela y por ende, una obra de literatura y no un folletín barato.
Uno de los caracteres que han marcado como esenciales en las novelas algunos autores, es el diálogo. La gente se conoce hablando. Y en una novela, cuando hay personajes que se relacionan de una u otra forma, la mejor manera de presentarlos es creando diálogos. También hay que tener presente que los diálogos deben ir acompañados muchas veces de acotaciones del narrador, pues depende de las circunstancias y del tono que ponga en las palabras el personaje, la validez del poder conocerlo el lector. Allí, una acotación certera del novelista puede darle el verdadero tono y alcance aunque sea a una sola palabra dicha por un personaje.
Muchos personajes de novelas son tomados de la vida real y transformados o desfigurados. F. Mauriac opinaba que “Nuestras pretendidas criaturas están formadas por elementos tomados de lo real; combinamos con más o menos habilidad lo que nos suministra la observación de los otros y el conocimiento que tenemos de nosotros mismos”.
Es claro que a los personajes debemos dejarlos hacer su propio camino. Es la vida de ellos la que nos impone narrarla. Y ahí está la necesaria capacidad del autor para que ello suceda. Cuando se dan esas interacciones del personaje con el autor, se llega a lograr una novela que valga como tal. De lo contrario estaríamos escribiendo una historia informativa, o un folletín que es como un calco de otro que ya escribimos o el modelo del podríamos escribir luego.
Otro rasgo que debe ser desterrado es el pretender que los personajes hablen con las ideas del autor. Muchas veces el lector cree que lo que dice el personaje, es precisamente lo que piensa el autor. Y se equivoca cuando lee una verdadera novela. Romain Rolland escribió al respecto: “No solamente los actos y las opiniones de Juan Cristóbal, sino las consideraciones y los juicios intelectuales expresados en la obra bajo una forma impersonal, participan de la atmósfera moral de mi héroe. Es perfectamente estúpido atribuirme todas las ideas, a menudo paradójicas de mi obra”.
Estas acotaciones, creo, sirven para que el lector tenga una idea clara sobre cómo es una novela cuando se trata de una obra literaria.

domingo, 16 de octubre de 2011

LA VANGUARDIA POÉTICA DE BETTY MEDINA CABRAL
Escribe Carlos Sforza*
Sigo desde hace años la trayectoria poética de Betty Medina Cabral. Su labor como poeta ha sido analizada y premiada por diversos medios. El escritor uruguayo Pablo Troisse le ha dedicado varios libros donde estudia lo que es la poesía de Betty Medina Cabral.
UNDERGROUND
Es claro que, cuando se han leído los libros de la poeta de Río Cuarto (Córdoba), uno se encuentra siempre con una poesía underground. Es decir, de una manifestación literaria que ignora voluntariamente las estructuras establecidas. Esa creación poética coloca a la autora en lo que podríamos llamar la vanguardia. Y lo es no sólo por la estructura que da a su expresión, sino por el contenido de la misma. Y, pienso, al analizar la poesía de Betty, uno se encuentra con una verdadera poesía erótica. Por otra parte sabemos que la poesía erótica, como se la ha definido incluso por el Diccionario de la Real Academia Española, es una poesía amatoria.
En un comentario que hice sobre un libro anterior de la poeta, “La extraña del expediente”, sostuve que Betty Medina Cabral “es en sus obras y se hace a través de las mismas. Se hace escribiendo. Y escribe lo que es su ser. Su poesía se coloca en muchos tramos, entre lo mejor que se ha dicho líricamente en la poesía erótica. Sabemos que en literatura, los límites entre lo erótico y lo pornográfico son lábiles. También sabemos que dentro del arte, se han desarrollado representaciones o símbolos eróticos en todos los tiempos y en todas las civilizaciones”. La poeta en su caso particular, siempre ha estado del lado de la poesía amatoria, de la poesía erótica y, siempre, ha mantenido su postura y no ha cruzado el límite que separa lo erótico de lo pornográfico.
SU NUEVO LIBRO
Betty Medina Cabral acaba de entregarnos un nuevo libro. Se trata de ESCRIBA ENLLUVIADA (Colección Betty Medina Cabral, foto de la autora por Graciela Rabino, dibujos de Carlos Terribili, edición al cuidado de Sandra Tirante, impreso en los talleres gráficos de la Universidad Nacional de Río Cuarto, junio de 2011, 120 pp.)
Este volumen sigue las estructuras de sus anteriores obras y continúa la línea vanguardista de la autora. Es una obra de poesía erótica, y cabe en la categoría ya descripta de lo under.
La poeta transita con una libertad admirable, los vericuetos de la poesía amatoria. Lo hace con el desparpajo de crear neologismos, de eliminar artículos, de unir palabras, de marcar el ritmo interior a través del uso continuado de adjetivos, de sustantivos, de comparaciones. La de Medina Cabral no es, claro, una poesía fácil para quienes están acostumbrados a la poética académica, o al verso blanco pero con una disposición sintáctica determinada.
Su poesía nos lleva como de la mano, a la manera de un lazarillo, por los difíciles meandros de un viaje a la esencia misma de lo erótico. Pero con una sutileza que no cae nunca y, por el contrario, eleva el espíritu del lector.
En Betty hay una unidad en el oficio de vivir y en el oficio literario. En su poesía está la vida. Está el dolor de la vida. Y el sufrimiento que es, según dice el gran dolor y en ese gran dolor está el calmante (p. 75).
Aparecen dos colores que suelen estar en todas sus poesías: el azul y el amarillo. Este último, es un permanente e insoslayable acompañante cromático en la lírica de Medina Cabral.
Como en toda su obra, hay en ésta un hálito de vida vivida. Como escribí en otro lugar, “Eso conmueve. Porque se ubica entre los poetas que saben no sólo poner su lirismo en el papel sino que con cada verso hay un chorro de sangre de la poeta. Es la sangre de su vida, que en sí misma, con alegrías y dolores, muchas veces no equilibrados, se derrama en cada línea y lo hace no como una manifestación realista de fácil acceso, sino como un torrente incontenible de palabras que se unen, a veces casi arbitrariamente, dentro de un esquema lírico que convierte a Betty Medina Cabral en una de las esenciales poetas de la vanguardia de la poética de habla española, dentro de una temática existencial y con sabor de verdadero erotismo que por ser tal y ser su creadora una poeta, hace de su obra una expresión de buena literatura”.
Sabemos que la escritura salva al escritor. Es una especie de coraza que lo protege de los embates de la vida cuando la vida es dura. Como dijo la propia poeta en una entrevista: “Sigo prendida a la escritura y seguiré hasta el final porque ese mundo irreal que se crea escribiendo, me ha salvado de la realidad, que es mezquina, estrecha y angosta”.
Y como la vida de Betty Medina Cabral ha sufrido muchos vaivenes, es propio que su expresión a través de la escritura de vanguardia y erótica que crea en todo momento, sea aquella coraza que la salva de la estrechez de una realidad mezquina y que, muchas veces, es dolorosa.
Esta obra es, en suma, un nuevo y valioso aporte a la poesía under que con tanta excelencia crea Betty Medina Cabral.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

sábado, 8 de octubre de 2011

HISTORIAS Y PERSONAJES BUSCAN AL AUTOR
Escribe Carlos Sforza*
El título de la nota hace referencia directa a la labor del contador de historias o narrador. Es decir a cómo nacen las historias que escribe y los personajes que actúan en esas historias.
Es evidente que cada autor tiene una manera peculiar, única quizá, de imaginar una historia y hacer deambular por ella a los personajes. Muchas veces son hechos fortuitos, inesperados, los que sorprenden al escritor y lo incitan y nutren para desarrollar una narración. Sea un cuento, un relato una novela. Claro que no es lo mismo el desarrollo de una novela que el de un cuento.
En la primera no es sólo contar una historia y hacer andar y actuar a un personaje. Es mucho más complejo puesto que, como he dicho otras veces, la novela es como un gran delta con innumerables canales de agua, ciénagas, embalsados, tierra firme, con diversas derivaciones. Todo ello hace que la estructura novelística sea compleja y requiera de un hilo central pero, a la vez, de anexos que son como parte del condimento que da sabor a la novela.
En el cuento la cuestión parece simplificarse puesto que no se nutre de esos vericuetos que encontramos en la novela, sino que tiene un eje central que es el que mueve todo el relato. No es cuestión de extensión. Más bien es cuestión de tensión. El cuento además de su verosimilitud, debe ser una especie de círculo donde la atención del lector no se disperse hasta el punto que se pueda leer sin hesitar, de un tirón.
CUANDO LAS HISTORIAS Y PERSONAJES BUSCAN AL AUTOR
Por mi experiencia personal, estoy convencido que las historias y los personajes buscan al autor. El escritor, a lo menos en mi caso, no anda detrás de una historia, hurgando aquí y allá para encontrarla. Por el contrario, sucede que la historia lo busca a uno y se mete de tal forma que el escritor no puede dejar de pensar en ella y con su imaginación creadora, armar un relato que será una novela o un cuento.
Como experiencia personal puedo decir que hay hechos que uno vive y acontecimientos de los que se entera por los medios de comunicación, el contacto personal o interpósita persona, que le transmiten la necesidad de hacerlos novelables. Es decir, de escribir una obra basada en esos hechos, acontecimientos y/o personas que causan tal impacto que el escritor, entonces, reacciona y se da cuenta que lo andan buscando para que sea la voz de esas historias y de esos personajes.
Recuerdo que cuando escribí y publiqué con seudónimo, por los finales de la década del cincuenta y comienzos de los sesenta mi primer cuento que titulé “Será Justicia”, fue un hecho que me tocó vivir directamente el que dio lugar a contar una historia. Era el desalojo de una familia de colonos en la zona rural de Victoria y a mí me tocó actuar como oficial de justicia puesto que trabajaba en el Juzgado de 1a. Instancia en lo Civil y Comercial. Ver esa escena, los chicos, hijos de los colonos, amontonados entre las cacharpas sobre los carros rusos, todo ello, fue como que me entrara de lleno y de golpe y me poseyera. De ahí que esa historia de gente para mí desconocida, dio nacimiento a aquel lejano cuento.
La primera novela que escribí y que fue publicada en 1965 por Ediciones Paulinas y distribuida en Argentina, México y España, nació de una historia que leí en un periódico local. Era un delito que había cometido un joven y cuyo destino fue ir a la cárcel, con un final inesperado. El final que puse a la novela no estaba ni fue así en la realidad. Pero el hecho, el impacto de esa noticia, fue lo que me motivó a escribir la novela que, gracias a la recomendación de quien era asesor de las Ediciones Paulinas, el novelista y crítico Adolfo L. Pérez Zelaschi, fue publicada en la colección en que salió la tercera edición de “El país de los chajás” de Martín del Pospós” entre otras obras.
La segunda novela publicada, “La rueda” (1975), narra una historia que me llegó de boca de uno de los protagonistas. Lucía Mendieta es el nombre que puse al personaje central y si bien es una obra que relata un hecho de mal trato y abuso de una menor, esa historia me buscó a mí como escribidor de la misma. Me rondó en la cabeza y un día me puse a escribirla. Y fue una obra, ambientada en Victoria que comienza en la octava de carnaval en la Plaza San Martín y culmina en la salida del Hospital público con un hálito de esperanza en medio de la desesperanza de la protagonista. Es una de las historias que se valió de mi imaginación y mi pluma para que llegara a la gente, al lector. En el Concurso Literario de Obras Inéditas, organizado por la Municipalidad de La Matanza (Bs.As.) en 1974, el original de “La rueda” mereció una mención del Jurado que entre otros integraban Nicolás Cócaro, Graciela Maturo y Ernesto Goldar. La novela fue editada en Victoria al año siguiente.
Por otra parte, la muerte de Juan Domingo Perón y los días inmediatos a ella, me captó de tal forma que dio origen a la novela “Historias en negro y gris” donde entrecruzo cuatro historias con retrospectiva, intercambio de planos temporales y geográficos que mereció el elogio de la crítica por la estructura moderna de la obra y por el tratamiento del tema, y de escritores como Gustavo García Saraví y Ulises Petit de Murat. Un hecho, la muerte de Perón que me buscó a mí como escritor. Y que fructificó en la escritura de la novela.
En el caso de los cuentos, evidentemente también sucede así. Mi primer libro, “Cuentos con niños” surgió de ver chicos en diversas actitudes, con diferentes motivaciones, y esas historias y esas personas convertidas luego en personajes, fueron quienes buscaron al escritor para que las fijara en cada cuento. Los libros posteriores no escapan a esa impronta de historias que buscan al autor.
“De casas y misterios” reeditado por la Sociedad Filantrópica “Terror do Corso” en Ediciones Del Castillo (Rosario, 2011), son cuentos que surgieron de relatos orales escuchados en mi infancia, de ver casas con un hálito especial en mi ciudad, historias que me encontraron a mí y que yo las transformé en cuentos.
A veces son sueños que en el inconsciente afloran cuando duermo y que por alguna extraña razón, conexión o lo que fuere, se graban y necesitan ser contados, con el lógico e imprescindible trabajo de la imaginación y el pulimento y andamiaje que le debo dar como escritor. Así sucede con “El sueño” incluido en mi libro “La culpa la tuvo el cuento”, o en “”Una tarde de claridades cíclicas” incluido en “Los Cuentos del Astrólogo”.
De esa forma, puedo decir a través de mi experiencia, que el narrador no busca las historias sino que son las historias las la lo buscan a él. Y ella se traduce en el armado de obras que nacen en un mundo donde todo es materia novelable. Y como escritores, nos encontramos con esa materia y cuando es apta y nos llama, debemos transformarla en una obra de arte literario como cocreadores o continuadores de la creación que permanentemente está en evolución y, por suerte, necesita de los artistas (en este caso de los escritores) para que se concrete.