miércoles, 30 de octubre de 2013

LA MUERTE DE JOSÉ GOBELLO
Escribe: Carlos Sforza*
El 28 de octubre recibí un mail de la Academia Porteña del Lunfardo. En él me comunicaban que en esa madrugada, a los 94 años de edad, había fallecido nuestro Presidente de la Academia.
Una larga vida la de don José Gobello. Con todos los avatares que vivir casi un siglo conlleva.
Fue junto a otros amigos, el fundador de la Academia Porteña del Lunfardo. Fue un activo militante dentro del partido peronista y diputado nacional propuesto por la CGT.  Cuando cayó el gobierno, estuvo preso durante dos años. No obstante ello, su actividad como periodista y escritor de temas populares e investigador del habla de los argentinos, no decayó nunca. Tanto es así que durante su detención escribió en la cárcel su “Historia de ladrones” que viera la luz antes de su liberación.
Como escribiera el cofrade Marcelo Héctor Oliveri, “es miembro de la Academia Nacional de Letras del Uruguay y lleva publicados más de dos docenas de libros dedicados principalmente a las expresiones Culturales populares de Buenos Aires” (2002).
Fue elegido Presidente de la Academia del Lunfardo en 1995 después de haber sido durante 33 años Secretario de la institución.
Tuve la suerte de compartir con él y otros cofrades la actividad permanente de la Academia, al ser miembro correspondiente en Entre Ríos. Además mantuve una amistad que en ocasiones fue en encuentros personales y muchas veces a través de la correspondencia, las comunicaciones a la Academia y el comentario de libros.
Nunca me voy a olvidar cuando en ocasión de visitar Buenos Aires con mi mujer, nos invitó a salir a caminar las calles porteñas a la noche, y recorrer algunos de los bares y cafés famosos. Anduvimos varias horas y tengo            bien presente cuando recorrimos cafés de La Recoleta el cariño que recibía de los porteros y encargados de los mismos cuando lo saludaban con un “Don José” que se extendía con algún comentario adicional.
Victoria tuvo ocasión de escucharlo cuando llegó a nuestra ciudad junto al maestro Sebastián Piana, el autor de tantos tangos como su famoso “Tinta Roja”, invitados por la Agrupación Cultural Victoria, donde se desarrolló el acto pertinente con gran asistencia de público.
Los aportes de José Gobello al conocimiento del habla de los argentinos son valorados en todo el mundo. Es un verdadero lunfardólogo, que ha rastreado el origen del lunfardo y ha hecho aportes significativos junto a otros colegas y cofrades de la Academia.
No sólo se ha detenido y profundizado en el lunfardo, sino que ha abarcado otros campos de la lingüística. Así en 2003 publicó “Diccionario Gauchesco” que me envió en mayo de ese año con una afectuosa dedicatoria. Dice Gobello en Nota Bene que abre el diccionario: “Toda lengua deriva a una koiné, a una lengua común que procede de la reducción de una variedad idiomática a una unidad. Hace por lo menos 800 años, el castellano –los españoles gustan llamarlo español- era algo así como una koiné del sermo plebeius y del árabe. La koiné que hablamos hoy los porteños reduce a unidad el mejor castellano de España, el vocabulario de la campaña y los dialectimos y jergalismos traídos por la inmigración”. Y también, con fundamento, claro, afirma que “el habla gaucha o el lenguaje gauchesco es en definitiva un vocabulario de unos mil vocablos, poco más o menos. Eso es todo: un vocabulario”.
Indudablemente, José Gobello era un estudioso de nuestra lengua, del habla, del vocabulario. Y cuando entrega a los lectores su “Diccionario Gauchesco” cita a Adolfo Prieto cuando habla del lenguaje gauchesco que sería “una variedad dialectal y arcaizante del español” pero, además, menciona a Amado Alonso que “llamó marinerismos en tierra, las creaciones locales”. Y conocerlo, al fin de cuentas, explica Gobello, “puede ser fuente de placer”.
De allí su dedicación de muchísimos años, al estudio y rescate de palabras que se plasmaron en los aportes bibliográficos que nos ha legado José Gobello.
La muerte de nuestro Presidente de la Academia Porteña del Lunfardo, es una verdadera pérdida para la cultura Argentina. Sus aportes han sido grandes dentro del área de las letras y la investigación del habla del pueblo. Asimismo su accionar como periodista y su incansable trabajo en la Academia.
La muerte de un amigo nos toca de cerca. Pero su imagen queda viva en la memoria y en sus obras. Que dan valor a su lucha por la vida. Nos ha dejado, pues, físicamente, un verdadero investigador del habla popular. Queda su obra que otros continuarán sin dudas,
José Gobello había nacido en Martínez (Buenos Aires) el 26 de septiembre de 1919.    



miércoles, 23 de octubre de 2013

VI CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA
Escribe: Carlos Sforza*
Acaba de finalizar en Panamá el VI Congreso Internacional de la Lengua Española. Durante sus deliberaciones se trataron diversos temas que tienen referencia directa sobre la expansión del español, segunda lengua nativa más hablada en el mundo, y los problemas conexos con su expansión y difusión.
Según las informaciones que se han dado a conocer, tanto escritores, editores, educadores y funcionarios que participaron del encuentro internacional, estuvieron de acuerdo en que el español “se habla más” pero a la vez que “se lee menos”.
Es evidente que ante el avance de los medios digitales, el libro con soporte de papel, haya perdido lectores. Pero esa evidencia es, para mí, relativa. Porque debemos tener en cuenta el crecimiento demográfico de la población mundial y, a la vez, el avance de la cibernética en un mundo completamente digitalizado.
Recuerdo una entrevista que hizo Juan Cruz en el diario “El País” de España al editor Antoine Gallimard. El escritor le preguntó al editor francés: “¿Cómo ve un gran editor el porvenir del libro?”. A lo que Gallimard respondió: “No hay grandes editores, sino, simplemente, editores, ya sean grandes o pequeños. No me preocupa el lugar del libro en el futuro. Estoy seguro de que seguirá siendo extremadamente importante. El libro digital, lejos de suponer el fin del libro, es una nueva oportunidad para éste. (…) Creo que el porvenir del libro depende a la vez de los editores y de los autores. Es un oficio que surge del afán de compartir, a través del libro, universos secretos” (abril de 2011).
En el recientemente celebrado VI Congreso se oyeron voces destacadas en defensa del libro con el soporte papel, sin desmerecer las posibilidades y difusión que conlleva el libro digital.
El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa dijo en el Congreso que “El espíritu crítico, que ha sido el resultado de las ideas contenidas en los libros de papel, podría empobrecerse extraordinariamente si las pantallas acaban por enterrar a los libros”. A su vez, el escritor colombiano William Ospina hizo hincapié en las responsabilidades al afirmar que “Los más cordiales enemigos de la lectura son la academia y la industria editorial.” Una acusación que debe haber causado mucho revuelo en el seno de los congresales.
Es de destacar que ambos escritores fueron algunas de las  voces que celebraron “la riqueza y pujaza de la lengua (y) alertaron sobre los riesgos que enfrenta la lectura, especialmente en el mundo hispanohablante”.
Otro de los temas que abordaron los asistentes al Congreso, fue el de los derechos de autor. Porque a través de la versión digital, sucede que prácticamente se sustraen esos derechos al escritor y se multiplican los libros, relatos, cuentos y demás escritos, sin que quienes crearon los mismos, los escritores, perciban absolutamente nada por ello. Al respecto es interesante tener presente que el Presidente de la Real Academia Española de la Lengua, José Manuel Blecua, sostuvo que “se pueden robar por Internet 200.000 títulos de libros” en español.
En la mesa redonda sobre “El libro entre la creación y la comunicación” el escritor chileno Antonio Skármeta afirmó que las nuevas herramientas acercan al hecho literario  y a la vez sostuvo que “no alteran la imponente presencia del libro, con la autoridad de su prestigio, los atributos de su diagramación, tipografía, textura de papel, diseño de portada, vinculación con la academia y la prensa.”
En el Congreso se trató la forma de intensificar la lectura entre los niños y los jóvenes. Cosa que, por suerte se está haciendo en varias de las escuelas argentinas y, concretamente, en Victoria.
Por otra parte y al respecto, Ospina sostuvo que “leer es un placer y eso es lo que hay que transmitir”. Y, se dijo, asimismo, que hay que sacar de la lectura la carga utilitaria que “ha conllevado hasta ahora”. Es decir, fomentar la lectura como un gozo.
Pienso que el libro pervivirá ante el avance de las nuevas herramientas que la cibernética nos ofrece. Y en esa tarea de hacer que el libro con soporte papel siga vigente, la educación tiene mucho que ver. Y se demuestra a través de experiencias que se hacen. Así, por ejemplo, de acuerdo a las noticias que llegan desde Panamá, los representantes de ese país presentaron en el Congreso los resultados de “un nuevo sistema de lectura cuya pedagogía se basa en los relatos que redactan los propios estudiantes”. Y me sorprendió este informa cuando supe que en Victoria, alumnos del Colegio “Nuestra Señora del Huerto”, leyeron mi cuento “El fantasma de la cal” y, basados en la lectura, buscaron temas de misterio y redactaron relatos que compilaron y se formó un libro escrito por ellos. ¿Coincidencia? No sé. Lo cierto es que la creatividad de los docentes y la labor consciente de los estudiantes, pueden ser motivo para incentiva la lectura. Y, de otras maneras, se hace, como queda dicho, en muchas escuelas entrerrianas.

 Todo lo expresado no hace sino confirmar mi postura: el libro, con el soporte papel, seguirá “vivito y coleando”.        
FERIA DEL LIBRO DE PARANÁ
Escribe Carlos Sforza*
Del 10 al 13 de octubre se realizó en Paraná la 1ª Feria del Libro bajo el título “Páginas del Bicentenario”. La Municipalidad de la capital provincial fue la organizadora de un evento que sorprendió por el ensamble de los actos y la cantidad de público que día tras día asistió a los diversos ofrecimientos culturales que se presentaron.
LUGAR
La Feria del libro estuvo emplazada en la Plaza 1º de Mayo. Allí se instalaron  carpas especiales, provistas de todos los elementos esenciales para montar el evento. Con buen criterio se tomó la determinación de ponerles nombres de escritores a las carpas: Carpa 1 Amaro Villanueva, Carpa 2 María Esther de Miguel, Carpa 3 Guillermo Saraví, Carpa 4 Juan José Manauta, Carpa 5 Fray Mocho, Carpa 6 Juan L. Ortiz. Además se utilizaron algunos salones como el de la Confederación del Colegio Ntra. Sra. de Huerto, Salón Mariano Moreno, Plaza de la Confederación (Palacio Municipal), Teatro 3 de Febrero.
DIVERSIDAD DE ACTOS
Durante los cuatro días de la Feria, se presentaron diversos actos en las carpas y los espacios elegidos para el evento cultural. Había librerías con exposición y venta de libros, presentaciones de libros, teatro, música, exposiciones diversas.
Los paranaenses y los muchos visitantes de otros lugares, gozaron de un auténtico espacio cultural que, con buen criterio, a través de los representantes del área correspondiente del Municipio, desde la mañana hasta la noche se pudo asistir a numerosos actos conforme a las apetencias de los que en una cantidad que realmente llamaba la atención colmaron los diversos espacios montados en la plaza y en los locales institucionales.
Los actos de presentación de libros y charlas y diálogos con el público, se realizaron en las carpas y lugares cerrados, como asimismo se posibilitó la presencia institucional de la Sociedad Argentina de Escritores Filial Entre Ríos (Paraná), la Editorial de Entre Ríos, ambas en carpas separadas y donde se dieron cita escritores que como en la Carpa Fray Mocho, presentaron sus libros y dieron diversas charlas e hicieron lecturas de poemas y relatos.
Hubo teatro y el día final se presntaron los libros “Paraná, rosa de otoño” de Amaro Vilanueva y “Poemas de las cosas de la calle sucia” de Nicolás Jozami, coeditados por Eduner (Editorial de la UNER) y la Municipalidad de Paraná que, conforme pude recoger como dato importante, compró 1200 ejemplares para distribuirlos gratuitamente en escuelas, colegios, bibliotecas y muchos se regalaron a los participantes del acto de presentación y clausura de la Feria.
EL STAND DE LA SADE
La SADE tuvo su stand propio, con libros de autores socios de la institución, en la Carpa Guillermo Yaraví. Allí me encontré con viejos amigos escritores como Elsa Serur y Eise Osman de Gualeguay, Adolfo A. Golz de Paraná, aparte de los directivos y socios de la Sade paranaense.
Allí dicté mi conferencia sobre “Martín del Pospós y el paisaje entrerriano” y tuve oportunidad de dialogar con los asistentes, interesados en conocer detalles sobre lo que el paisaje de nuestra provincia, desde la niñez del autor de “El país de los chajás”, pasando por su juventud y su edad adulta, que significó en su formación y en visión de las islas y sobre todo en sus incomparables descripciones.

Una Feria, la de Paraná, que honra a la Municipalidad y a sus organizadores y que es un ejemplo a tener en cuenta. Y un detalle importante: en ninguno de los actos y espectáculos, se cobró entrada. Lo que no es poco decir en un megaevento como la 1ª Feria del Libro de la ciudad capital de Entre Ríos.      

domingo, 29 de septiembre de 2013

¿CÓMO SE ESCRIBE?
Escribe Carlos Sforza
La pregunta viene a cuento puesto que hay lectores que se preguntan desde dónde y con qué antecedentes escriben los que escriben ficción. Es decir, cómo nacen en su imaginación la trama y los personajes de cuentos y novelas.
Isabel Allende, la conocida escritora chilena autora de libros como “La casa de los espíritus”, “Paula” y otros, en una entrevista ha dicho que “a la literatura cuando se le pone un adjetivo disminuye. La literatura no tiene género, la palabra tampoco”. Y agrega: “Pero uno escribe desde la perspectiva propia, está determinada por tu circunstancia y, por supuesto, el género determina una parte enorme de tu forma de ver el mundo”. Ella habla del género referido a si quien escribe es una mujer o un varón.
Es indudable que la circunstancia influye en el autor. Lo dijo ya en Berkeley Julio Cortázar. Y es un hecho que cualquier escritor lo rubricaría. No vivimos, como se decía entre los mentores del arte por el arte, en una esfera de cristal, aislados del “mundanal ruido”. Estamos inmersos en un mundo en el que recibimos influjos, apretujones y bonanzas desde el nacimiento hasta el fin de los días.
Aparte de ello, y es una cosa que no podemos obviar, la niñez es uno de los momentos que impregnan la vida del escritor en su posterior desarrollo de adolescencia y adultez. Lo que uno recibe en la niñez es algo que nos marca para siempre. Y, de una u otra forma, cuando ese niño se convierte en un escritor, recibe inconsciente y subconscientemente, aquello que bebió y asimiló sin darse cuenta quizá, en la niñez.
Precisamente muchas veces he citado lo que escribiera en “La niñez perdida” el admirado gran novelista inglés Graham Greene. Él habla de la influencia de los libros en aquella primera edad de los juegos y la inocencia. Dice: “Tal vez únicamente en la niñez los libros tienen una influencia honda en nuestras vidas. (…) en la infancia todos los libros son  libros como de adivinación, que nos hablan del futuro, y ellos –del mismo modo que el adivino ve un largo viaje en las cartas o la muerte por agua- influencian nuestro porvenir. Supongo que por ese motivo los libros nos excitaban tanto”.
Esa influencia de las lecturas en los niños se asimila sin uno darse cuenta y afloran, muchas veces, en hechos que ese niño devenido escritor, los coloca en sus narraciones.
Los ejemplos de circunstancia de la infancia que aparecen en obras de ficción, pueden rastrearse en muchos cuentos y novelas. Mi experiencia personal lo atestigua también.
Hay lugares, objetos, movimientos que aparecen en cuentos y novelas que han sido parte vivencial de mi infancia. No como una transcripción textual de lo que aconteció en la niñez, sino como una recreación, la mayoría de las veces impensada y escrita susurrada por el subconsciente.
Hay en mis narraciones elementos que nutrieron mi infancia. Por ejemplo un laurel de jardín que aparece en varias de mis obras, un chico montando un triciclo y dando vueltas alrededor de ese laurel. Y así podrían sumarse ejemplos de cómo la circunstancia, la memoria y el olvido, recrean situaciones que encajan perfectamente en un relato ya sea a través de un cuento o de una novela.
He dicho muchas veces que en cuanto escritor, no creo en la inspiración sino en la imaginación. A la que hay que ayudarla con el trabajo constante, “sudar la camiseta” para tomar una expresión deportiva que reitero. Imaginación y trabajo son los elementos de los que nos valemos quienes nos dedicamos a escribir ficciones. No hay otra fórmula. Admitido, claro, el don que cada uno puede tener para llegar a ser un escritor. Pensemos, con Umberto Eco, que “La literatura, ante todo, mantiene en ejercicio a la lengua como patrimonio colectivo. La lengua, por definición, va donde quiere ella: ningún decreto desde arriba, ni por parte de la política, ni por parte del mundo académico, puede detener su camino, hacer que se desvíe hacia situaciones que se pretenden óptimas”. De allí que, como dice el novelista y semiólogo italiano,”La literatura, al contribuir a formar la lengua, crea identidad y comunidad”.
Para que todo ello suceda a través de la palabra convertida en obra literaria por el escritor, éste se ha nutrido de elementos que ha visto, vivido, sentido, imaginado. Todo es materia apta para el novelista. Gran observador, nada se le escapa y todo o parte de ese todo, puede servirle en la confección de una obra. En el acto de crear una novela o un cuento, todo es materia que sirve. De allí que al decir de Mauriac, el novelista sea el testigo por excelencia. Lo que nos da una novela que es ficción, es decir mentira, se trastoca en una verdad que es reflejo del hombre y del pueblo donde se desarrolla la trama de esa ficción.



lunes, 23 de septiembre de 2013

JOSÉ MANUEL ESTRADA
Escribe Carlos Sforza*
El 17 se septiembre se celebró el Día del Profesor. Muchos, que desconocen porqué ese día está dedicado al Profesor, deben saber que es en memoria de José Manuel Estrada que falleció, precisamente un 17 de septiembre de 1894 a las l6,25 siendo Ministro Plenipotenciario en el Paraguay.
La figura de Estrada es un ejemplo para cualquier generación. Hoy cuando escasean tanto las figuras ejemplares por sus valores morales e intelectuales, cuando pareciera que todo se faramduliza, que se confunden la Biblia con el calefón como escribiera Discépolo en su siempre actual tango “Cambalache”, recordar y rescatar la figura de José Manuel Estrada es una necesidad y, a la vez, un reconocimiento a un hombre que no claudicó de sus ideas y se paró con firmeza ante la prepotencia del poder.
Con motivo del 31 aniversario del fallecimiento de Estrada, en la Cámara de Diputados de la Nación dijo Sánchez Sorondo que “Su inteligencia precoz asombra desde sus primeras manifestaciones. Contaba 16 años cuando obtiene por concurso el premio que el Liceo Literario acordaba al mejor trabajo sobre el descubrimiento de América; 17 cuando escribía el Signum Federis, imbuido del más generoso nacionalismo en los momentos más álgidos de la lucha fratricida entre la Confederación y Buenos Aires; 19 cuando refuta al doctor Minelli con “El génesis de nuestra raza”; 20 cuando escribió “El Catolicismo y la Democracia” y 21 cuando inicia con “Los Comuneros del Paraguay” la serie inolvidable de sus estudios históricos”.
EL PROFESOR
Se ha dicho que Estrada fue un maestro por excelencia. Supo atraer a la juventud con sus clases inolvidables y sus escritos sentidos y a la vez, llenos de una erudición que habla de su formación sólida y recta.
Inauguró la Cátedra de Historia Argentina en la Escuela Normal de Buenos Aires en 1866. Sarmiento lo designó para que inaugurara la mueva cátedra de Historia Argentina e Instrucción Cívica en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Fue catedrático de Derecho Constitucional y Administración en la Facultad de Derecho y Ciencia Sociales de Buenos Aires y posteriormete Académico Honorario. Asimismo fue el primer Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades (que es la antecesora de la de Filosofía y Letras). Dentro de la labor educativa, Estrada ocupó varios cargos como Presidente del Consejo de Instrucción Pública de la Provincia de Buenos Aires, Jefe del Departamento General de Escuelas con jurisdicción en la ciudad y provincia de Buenos Aires, Jefe de la Dirección General de Escuelas Normales, Rector del Colegio Nacional.
Todo ello habla de su trayectoria como maestro, profesor, docente al fin de cuentas.
Esa docencia se trasladó a los numerosos libros y artículos que escribió a lo largo de su vida.
EL CATÓLICO
Estrada fue católico y, como escribiera Luis Gorosito Heredia, “como tal defiende su libertad de serlo”. Recibió sin dudas las influencias que desde Francia llegaban a través de los escritos de pensadores católicos que en muchas ocasiones se apartaban de las enseñanzas tradicionales de la Iglesia como institución. Como se sabe, después de autores como Chateaubriand, Bonald y Del Maistre, aparecieron otros que siguieron sus huellas. Tal el caso de Montalembert, Lacordaire y Lammenais. Ellos se nuclearon en el diario “L`Avenir” y constituyeron lo que se denominó un catolicismo liberal.
José Manuel Estrada se adscribió a esa corriente de pensamiento y defendió los principios que creía eran los mejores para la gente y para el país. Le tocó actuar en una época en que se enfrentaban pensamientos dispares y supo defender con altura los suyos. De allí que ese pensamiento de católico liberal, que en el siglo veinte retoman pensadores como Jacques Maritain entre otros, haya suscitado enfrentamientos con sectores opuestos al catolicismo e incluso, sectores de dentro del propio catolicismo que no admitían ciertas corrientes de un pensamiento católico liberal que pugnaba por establecer con todas sus fuerzas la democracia dentro de la república.
Hasta tal punto llegaron en su tiempo los enfrentamientos que por sus ideas y por no compartirlas, los que detentaban el poder, a José Manuel Estrada lo separaron de sus cargos de Rector y Profesor del Colegio Nacional y poco después como Catedrático de la Universidad. Ello no aminoró sus entusiasmo y no hizo mella en sus convicciones. A tal punto que, cuando recibió a sus alumnos para despedirse ellos, entre otras cosas valiosas y rescatables, les dijo:
“Os esperaba y he querido pensar lo que debía deciros  en esta despedida. Cerca de veinte años de mi vida pasados en la Cátedra, me han enseñado amar la juventud. Ha sido para mí la enseñanza un altísimo ministerio social a cuyo desempeño he sacrificado el brillo de la vida, las solicitudes de la fortuna y la alegría de mi familia. (…) Vosotros creéis en la justicia: no esterilicéis esa Fe sagrada y noble de la primera edad. Servidla mis jóvenes amigos, con abnegación, con sacrificio, con virilidad. (…) De las astillas de las cátedras destrozadas por el despotismo, haremos tribunas para enseñar la justicia y predicar la libertad”.
José Manuel Estrada había nacido el 13 de julio de 1842.        


lunes, 26 de agosto de 2013

OTROS ASPECTOS DE LA FICCIÓN SEGÚN CORTÁZAR
Escribe Carlos Sforza*
Hemos visto varias características que se marcan en la ficción según enseñó Cortázar en sus clases de literatura en Berkeley. Hay otros aspectos que el escritor señaló y ejemplificó sobre aspectos que hacen a la creación de un cuento e incluso, de una novela.
Julio Cortázar habló de la musicalidad y el humor en la literatura. Es claro que sobre el primer aspecto, la musicalidad, no se refiere a una imitación de la música con notas, sino a lo que la prosa literaria puede tener de ritmo, de musicalidad.
Sostiene que “Hay prosas que, siendo muy buenas e incluso perfectas, nuestro oído no las reconoce como musicales, y en cambio hay otras en el mismo alto nivel que inmediatamente nos colocan en una situación muy especial, auditiva e interior al mismo tiempo, porque en el noventa y nueve por ciento no escuchamos lecturas en alta voz, ni las hacemos: leemos con los ojos y sin embargo, cuando hay una prosa que podemos calificar de musical, el oído interno la capta de la misma manera que la memoria también puede repetir melodías u obras musicales íntegras en el más profundo silencio” (p. 149/150).
Es claro que como explica el escritor, hay momentos en los que, al crear una obra, se dejan de lado la sintaxis y una serie de normas canónicas o académicas, y la voz del autor se mueve con amplia libertad y logra una prosa con un ritmo que es el único, en su concepción y necesidad expresiva que puede traducir, a través de las palabras y su encadenamiento, lo que desea expresa el que escribe. De allí que Cortázar haya contado en una de sus clases que “(…) lo que puedo decir como actor, como alguien que vive la experiencia de escribir muchos cuentos y muchos pasajes de novelas, es que en determinados momentos de la narración no me basta lo que me dan las posibilidades sintácticas de la prosa y del idioma; no me basta explicar y decir: tengo que decirlo de una cierta manera que viene ya un poco dicha no en mi pensamiento sino en mi intuición, muchas veces de una manera imprecisa e incorrecta desde el punto de vista de la sintaxis, de una manera que por ejemplo me lleva a no poner una coma donde cualquiera que conozca bien la sintaxis y la prosodia la pondría porque es necesaria. Yo no la pongo porque en ese momento estoy diciendo algo que funciona dentro de un ritmo  que se comunica a la función de la frase y que la coma mataría. Ni se me ocurre la idea de la coma, no la pongo” (p.151).
EL HUMOR
Sabemos que Julio Cortázar, y él lo ha dicho, recurre al humor en gran parte de su obra literaria. Pero sabe distinguir plenamente lo que es el humor en literatura y las diferencias que el mismo tiene con lo cómico. El filósofo Luis Farré, en su libro “Categorías estéticas”, trata en un capítulo lo cómico. Y dice que lo cómico se deriva del contraste. Y que contraste expresa un descenso y cita a Bergson quien sostiene que lo cómico pertenece sólo “al hombre o las cosas, en cuanto les atribuimos cualidades humanas. Suponemos que deberían actuar racional o conscientemente; pero acontece todo lo contrario” (p. 91/92).
Cortázar distingue con claridad las diferencias entre lo cómico y el humor. Para ello recurre a dos actores ampliamente conocidos: Jerry Lewis y Woody Allen. Dice que para él, el primero es un cómico y el segundo un humorista. La ejemplificación que hace con ambos actores, pone en claro lo que diferencia, conforme a su pensamiento, lo cómico del humor.
En el caso de Lewis, sostiene que “busca simplemente  crear situaciones  en las que va a hacer reír pero que no tienen proyección  posterior, termina en el chiste” (p. 158). En cambio, Allen “en sus mejores momentos está lleno de un sentido que va más allá del chiste o de la situación misma: contienen una crítica o una sátira que puede ser incluso muy dramática” (idem). Y renglones más adelante, grafica muy bien lo que en literatura es el humor, Dice: “(…) la intención (del humor) es casi siempre desacralizar, echar abajo una cierta importancia que algo puede tener, cierto prestigio, cierto pedestal. El humor está pasando continuamente la guadaña por debajo de todos los pedestales, de todas las pedanterías, de todas las palabras con muchas mayúsculas”. Esa desacralización no se refiere a lo religioso sino se usa en un sentido profano. “Esos valores que se dan como aceptados y que pueden merecer un tal respeto de la gente, el humorista suele destruirlos con un juego de palabras o con un chiste” (p. 159).
Esto me recuerda lo que escribiera Carlos Marín en “El Diario” (Paraná) a raíz de mi última novela, “La guerra de los huesos”. Marín habla del humor que hay en el libro y, concretamente ante la muerte. Dice que quizá mi intención fuera “una monumental tomada de pelo a la muerte, enfocando a la parca como una circunstancia de la vida, que es sin dudas esta última la que termina imponiéndose en todas las circunstancias”.
El humor, como es sabido y lo reitera Cortázar, es un producto literario que viene directamente de la literatura anglosajona sobre todo a partir del siglo XVIII. Y que, como todas las buenas cosas, muchos hemos adoptado en nuestra escritura. El autor de “Rayuela” confiesa que cuando escribía esa novela “(…) había algunos momentos absolutamente insoportables que no hubiera podido escribir como un escritor dramático, poniendo directamente la tragedia, el pathos, el drama (…). Entonces un humor a veces muy negro, muy sombrío, vino  en mi ayuda y me permitió que a lo largo de extensos diálogos  donde se está hablando de una cosa en un plano trivial y casi chistoso por debajo se está ventilando una situación de vida o muerte” (p. 160).
El ritmo y musicalidad y el humor, aparecen en la obra de Julio Cortázar con una presencia que marca la excelencia de la prosa del gran escritor.
LO ERÓTICO
Otro de los temas que abordó Cortázar fue el del erotismo en la literatura. Sabemos que hay muchas obras, cuentos o novelas, donde el erotismo aparece y lo hace a través de situaciones que dentro de lo narrado son normales.       
Afirma que los griegos y romanos consideraban la actividad erótica como una cosa normal, Estaba en el mismo nivel que otras actividades de la vida humana. “Basta leer a Teócrito o a Anacreonte, basta sobre todo leer al gran Petronio, leer El Satiricón, para darse cuenta hasta qué punto  en materia erótica los griegos y los romanos estaban como en su casa: manejaban ese tema con la misma naturalidad y soltura con que luego manejaban temas históricos, mitológicos, de la sentimentalidad o la inteligencia humanas” (p. 250).
Y en la literatura actual (y de los últimos años), cuando una obra es escrita con la calidad de obra de arte, y aparece lo erótico, es una cosa natural pero que, claro, hay que diferenciarlo de lo pornográfico. Precisamente allí reside el tema central: en no confundir lo erótico con lo pornográfico. Y Cortázar lo explica en sus clases muy bien: “Entre erotismo y pornografía hay una diferencia capital: la pornografía en la literatura es siempre negativa y despreciable en el sentido de que son libros, o situaciones de libros, escritos deliberadamente para crear situaciones eróticas que provoquen en el lector una determinada excitación o una determinada tendencia; en cambio, el erotismo en la literatura significa el hecho de que la vida erótica del hombre es tan importante y tan fundamental como su vida mental, intelectual y sentimental” (p. 252/253).
En suma, como sucede a todo narrador, las situaciones de los personajes los llevan a escribir como ellos actúan, es decir con la libertad de cada individuo que transita por el cuento o la novela. Lo hace como algo natural en una situación determinada.
En suma, sobre este punto Cortázar es claro, contundente. Y, al fin de cuentas, debemos evaluar una obra no si es moral o inmoral, sino si es una verdadera obra de arte donde hay situaciones de toda laya pero, sin caer nunca en lo pornográfico. Como lo explica e ilumina Julio Cortárzar en una de sus clases de literatura allá en el año 1980 en Berkeley.      

 



domingo, 18 de agosto de 2013

CARACTERÍSTICAS DEL CUENTO EN CORTÁZAR
Escribe Carlos Sforza*
En sus ya citadas clases de literatura en Berkeley (1980), Julio Cortázar hizo una muy marcada señal para aclarar lo que él entiende que debe contener un cuento. A la vez, y aquí reside la importancia de sus clases, demuestra con fragmentos o breves cuentos de su autoría, las características que ese género puede mostrar.
Es sabido para cualquier lector de la obra cuentística de Cortázar, que él incursionó muy profunda y continuadamente por el cuento fantástico. Y en sus clases se dedicó a explicar lo que entendía por tal. Es decir buscó una aproximación a definirlo pero no académicamente, sino conforme a su visión del mismo como escritor.
Para ello no sólo muestra cuentos de se creación, sino que analiza el proceso que lo llevó a él. Es decir, nos entrega una especie de autobiografía como escritor.
Recuerda que siendo niño había leído “El secreto de Wilheln Storitz” de Julio Verne. Se lo prestó a un compañero y éste se lo devolvió y lo hizo porque a la novela “No la puedo leer. Es demasiado fantástica”. Esa apreciación de su compañero se le quedó grabada de tal forma que recurrió a ella para explicar por qué él escribe tantos cuentos fantásticos. Dice: “Me quedé con el libro en la mano como si me hundiera el mundo, porque no podía comprender que ése fuera un motivo para no leer la novela. Allí me di cuenta de lo que lo que me sucedía: desde niño lo fantástico no era para mí lo que la gente considera fantástico; para mí era una forma de la realidad que en determinadas circunstancias se podía manifestar, a mí o a otros, a través de un libro o un suceso, pero no era un escándalo dentro de una realidad establecida. Me di cuenta de que yo vivía sin haberlo sabido en una familiaridad total con lo fantástico porque me parecía tan aceptable, posible y real como tomar una sopa a las ocho de la noche; con lo cual (y esto se lo puede decir a un crítico que se negaba a entender cosas evidentes) creo que yo era en esa época profundamente realista, más realista que los realistas puesto que los realistas como mi amigo aceptaban la realidad hasta un cierto punto y después todo lo demás era fantástico. Yo aceptaba una realidad más grande, más elástica, más extendida, donde entraba todo.” (p. 50).
Es clara la posición de Cortázar sobre lo fantástico. No sólo existe la realidad palpable, sino que hay otras dimensiones que pueden parecer fantásticas, fuera de la realidad, pero que él las abarca dentro de la misma realidad. Porque las vive, las siente, están allí, agazapadas para emerger en un momento determinado.
Asimismo, Cortázar ante una pregunta de un alumno, se refiera a su cuento “Casa tomada” que es el primer cuento de su primer libro y que tanto ha dado que hablar a los críticos y comentadores.
Él lo aclaró ante la televisión española y lo dice en sus clases. Fue el resultado de un
sueño, “de una pesadilla, que soñé una mañana de verano.” Porque, según manifiesta, los sueños han marcado la escritura de muchos de sus relatos. Dice: “Los sueños han sido pues uno de los motores de mis cuentos fantásticos y lo siguen siendo.”
Como queda expresado, en sus clases, con amplia libertad, Cortázar analiza a través de sus creaciones aspectos de lo que para él debe ser un cuento y la función que el escritor cumple cuando rompe los cánones de la sintaxis para mantener el ritmo interior que es lo que lo lleva a crear una prosa con características musicales. Y lo es, precisamente, por el ímpetu que pone en escribir muchas veces eludiendo signos de puntuación, pues siente que de esa manera dice lo que quiere decir y no lo que manda la sintaxis.
Ante una pregunta de una alumna si sobre él la imaginación, la fantasía, juega un papel más importante que la realidad en sus creaciones literarias, Cortázar responde con amplitud y admite que le es difícil distinguir entre lo que ve su inteligencia racional de la realidad y lo que su fantasía le agrega por arriba o por debajo. Dice: “La realidad es lo suficientemente grande y lo suficientemente terrible  como para bajar completamente ese espectro de pensamiento y de meditación. Pero cuando me muevo en mi trabajo de escritor, la fantasía recupera sus derechos y creo que nunca habré escrito un cuento o una novela  que se puedan considerar exclusiva y totalmente realistas porque incluso cuando lo que cuento en ellos es realista como tema, ha nacido de una fantasía, lo he inventado yo en la mayoría de los casos.” (p. 102).
Por otra parte, como también lo sostiene, tenemos que pensar que el realismo no puede prescindir de la fantasía. Necesita de ella de una u otra manera. Y es la fantasía lo que le da vuelo al realismo. Fíjese el lector en el cuento “La autopista del sur” que analiza en el libro el propio autor, donde incluso los ocupantes de los autos atascados en el gran embotellamiento de la famosa autopista que lleva a París, son nombrados no por sus verdaderos nombres, sino por la marca del auto que comandan o en el que se trasladan: Fiat, 404, Tauno, Alfa Romeo, etc.
Cortázar ante otra pregunta hace una aclaración que me parece sumamente interesante. Lo interroga una alumna sobre en qué idioma escribe y el narrador le responde: “Escribo y escribiré toda mi vida en español; el francés lo guardo para la correspondencia cuando tengo que escribir a algún francés. El español es mi lengua de escritor y hoy más que nunca creo que la defensa del español como lengua forma parte de una larga lucha en América Latina que abarca muchos otros temas y muchas otras razones de lucha. La defensa del idioma es absolutamente capital. Si hay un espectáculo penoso es el de latinoamericanos que al cabo de muy poco tiempo en un país extranjero permiten que su idioma se degrade y el segundo idioma comience a entrar (…)” (p. 104).
Por cierto, las palabras de sus clases y las respuestas a las preguntas de los asistentes, esclarecen lo que Julio Cortázar piensa sobre sus narraciones, sean cuentos, novelas o divertimentos. Es claro que hay otros puntos de estas sabrosas clases de literatura, que vamos a tratar de dilucidar y exponer en otra nota.     

  



  

viernes, 9 de agosto de 2013

CUENTO Y NOVELA EN JULIO CORTÁZAR
Escribe Carlos Sforza*
Siempre es bueno conocer el pensamiento de los grandes narradores sobre lo que piensan sobre el cuento y la novela. Mucho se ha hablado de ambos géneros dentro del canon. Pero, a la vez, siempre hay aportes nuevos. Y no solamente nuevos, sino también, reafirmación de lo que antes se ha dicho y escrito sobre el tema.
Por eso considero valioso conocer lo que Julio Cortázar pensaba sobre el cuento y la novela. Y para ilustrar el pensamiento del autor es interesante consultar sus Clases de Literatura en Berkeley 1980, que acaba de publicar Alfaguara.
Para Cortázar en la creación de una narración se puede hablar de forma y de estructura. Es claro que para el caso de la forma puede, en su visión, ser algo dado por la naturaleza. En cambio la estructura supone “una inteligencia y una voluntad que organizan algo articulado”.
Las diferencias entre el cuento y la novela son claras para quien escribe. Y lo son, asimismo, para los críticos y formadores del canon como, ¿por qué no?, para los lectores.
Cortázar en su ya comentada primera clase en Berkeley, afirma que “Por el lado de la estructura podemos acercarnos un poco más al cuento porque, si me permiten,  una comparación no demasiado brillante pero sumamente útil, podríamos establecer dos pares comparativos: por un lado la novela y por otro, el cuento. “Grosso modo” sabemos muy bien que la novela es un juego literario abierto que puede desarrollarse al infinito y que según las necesidades de la trama y la voluntad del escritor en un momento dado termina, no tiene límite preciso. Una novela puede ser muy corta o casi infinita, algunas novelas terminan y uno se queda con la impresión  que el autor podría haber continuado, y algunos continúan  porque años después escriben una segunda parte. La novela es lo que Umberto Eco llama la obra abierta: es realmente un juego abierto que deja entrar todo, lo admite, lo está llamando, está reclamando el juego abierto, los grandes espacios de la escritura y de la temática. El cuento es todo lo contrario: un orden cerrado. Para que nos deje la sensación de haber leído un cuento que va a quedar en nuestra memoria, que valía la pena leer, ese cuento será siempre uno que se cierra sobre sí mismo de una manera fatal”.
Esa apertura de la novela hace que muchas veces, el propio lector sea un continuador de la misma. Por otra parte y a diferencia del cuento, la novela es como un gran delta donde hay muchos canales de agua, y muchas corrientes que se dispersan y luego pueden unirse. E. M. Foster, autor entre otras novelas de “Pasaje a la India”, describe a la novela como “una de las más húmedas zonas de la literatura, irrigada por centenares de riachuelos y ocasionalmente  degenerada en un pantano” (“Aspectos de la novela”).  Asimismo no debemos olvidar que Roger Caillios consideraba a la novela como un género literario… “¡en el que caben todos los géneros!” y agrega que “No existe regla para medir a la novela: ella es puro contenido (no pura forma ni puro relato). Si con algún otro arte pudiera compararse será con el cine, por su enorme libertad y su carácter de infinitud” (“Sociología de la novela”).
Julio Cortázar en su clase aludida, compara el cuento con la esfera. Y tiene mucha razón al hacerlo y él lo demostró con sus más que excelentes cuentos. Dice: “Alguna vez he comparado el cuento con la noción de la esfera, la forma geométrica más perfecta en el sentido de que está totalmente cerrada sobre sí misma y cada uno de los infinitos puntos de su superficie son equidistantes del invisible punto central. Esa maravilla de perfección que es la esfera como figura geométrica es una imagen que me viene bien también cuando pienso en un cuento que me parece perfectamente logrado. Una novela  no me dará jamás la idea de una esfera; me puede dar la idea de un poliedro, de una enorme estructura. En cambio el cuento tiende por autodefinición a la esfericidad, a cerrarse, y es aquí donde podemos hacer una doble comparación pensando también en el cine y en la fotografía: el cine sería la novela y la fotografía, el cuento”. Y agrega: “una película es como una novela, un orden abierto, un juego donde la acción y la trama podrían o no prolongarse”. Advirtamos cómo Cortázar vuelve a la comparación de la novela con el cine, que en1942 ya hacía Roger Caillios.
Por supuesto, podríamos decir, nada nuevo hay bajo el sol. También el autor de “El perseguidor” pone de relieve en el cuento, elementos esenciales que otros narradores y críticos han destacado Por ejemplo nos dice con respecto al cuento que “Podría hablar, y lo he hecho ya alguna vez, de intensidad y de tensión. Son elementos que parecen caracterizar el trabajo del buen cuentista y hacen que haya cuentos absolutamente inolvidables como los mejores de Edgar Allan Poe (…)”.
No en vano, y concordante con lo dicho por Cortázar, Juan Bosch sostenía que la novela es extensa y el cuento es intenso. A su vez, Enrique Anderson Imbert decía que el novelista nos da una concepción del mundo “en un vasto conjunto de sucesos”, mientras que “el cuentista aprieta su materia hasta darle una intensa intensidad total”.       
Mucho más podríamos agregar a lo dicho. Pero es a intención de esta nota, poner brevemente de relieve a los lectores, cuál era el pensamiento de Julio Cortázar sobre el cuento y la novela. Géneros en los que él, sobresalió de manera notable para convertirse en uno de los grandes narradores del siglo veinte.
 

  

sábado, 3 de agosto de 2013

JULIO CORTÁZAR Y LA LITERATURA
Escribe Carlos Sforza*
Acaba de publicarse el libro “Clases de Literatura” que reúne las que dictó Julio Cortázar en Berkeley en 1980.
Un adelanto de la primera clase  llamada “Los caminos del escritor” la brindó ADNLa Nación el 26 de julio de 2013. Sin dudas leer las clases del autor de “Rayuela” es un verdadero placer y, sobre todo, encontrarse con el pensamiento del escritor y su visión del cuento y la novela.
Marca las diferencias entre el cuento y la novela y considera que el primero es de más fácil acceso para los lectores (en el caso de las clases, para los oyentes). Narra su estancia en Buenos Aires y luego en París. Y habla, asimismo, de los tres estados por los que ha atravesado. Por supuesto no elude nada de lo referente a los gustos, lecturas y preferencias literarias y políticas de su juventud y de los años posteriores.
Afirma que pertenece “a una generación de argentino surgida casi en su totalidad  de la clase media de Buenos Aires (…); una clase social que por estudios, orígenes y preferencias personales se entregó muy joven a una actividad literaria concentrada sobre todo en la literatura misma”. Ello hacía que fueran “profundamente estetizantes, concentrados en la literatura por sus valores de tipo estético, poético, y por su resonancia  espirituales de todo tipo”.
Ese período es al que denomina estético en cuanto a sus lecturas y su manera de encarar la escritura. De allí que la actitud “era un planteo estético, una solución estética; la actividad literaria valía para nosotros por la literatura misma, por sus productos y de ninguna manera como uno de los muchos elementos que constituyen el contorno, como hubiera dicho Ortega y Gasset la circunstancia, en que se mueve un ser humano, sea o no escritor”.
Cuando comenzó a preocuparse por el otro, el prójimo, según explica en esa primera clase, hizo que entrara en el estudio de la psicología de la gente, y es el período que él llama metafísico. Y comenzó a esbozarse con el excelente cuento “El perseguidor” basado en la vida de Charles Parker, el famosos músico norteamericano. En el cuento le pone el nombre de Johnny Carter. Yen ese período, en el que se hacía muchas preguntas, surgen como respuesta dos novelas. “Los premios” y “Rayuela”. Y hace alusión a las mismas y marca las diferencias entre el cuento y la novela. Afirma que “Tenía una preocupación técnica, porque un escritor de cuentos (…) maneja un grupo de personajes lo más reducido posible por razones técnicas, no se puede escribir un cuento de ocho páginas en donde entren siete personas ya que llegamos al final de las ocho páginas  sin saber nada de ninguna de las siete (…). La novela en cambio es el juego abierto (…)”. Y nos habla de lo que significó “Los premios” como experiencia de su incursión en la novela. En “Rayuela”, escrita años después, puso en juego conforme expresa, “todo lo que en ese momento podía poner en ese campo  de búsqueda e interrogación”.
De allí en más, ingresa en lo que denomina etapa o período histórico en la escritura. Y desarrolla a través de su confesión autobiográfica, qué significa para él esa tercera etapa en su vida de escritor. Por eso afirma: “Por eso me parece que lo que me sucedió  en el terreno individual  y privado es un progreso que en conjunto se ha ido dando
De la misma manera yendo de lo más privilegiado, lo más refinado como actividad literaria, a una literatura que guardando todas sus calidades y todas sus fuerzas se dirige actualmente a un público de lectores que va mucho más allá de los lectores de la primera generación que eran sus propios grupos de clase, sus propias élites, aquellos que conocían los códigos y las claves y podían entrar en el secreto de esa literatura casi siempre admirable pero también casi siempre exquisita”.

  Sin dudas, estamos ante un libro que nos enseña mucho, nos informa y nos deleita puesto que el autor (disertante en el caso) nos alcanza conceptos y reflexiones que han marcado hitos en su vida como hombre y como escrito. Es decir, como hombre que escribe. Y que lo ha hecho con notables aportes a la literatura universal.

domingo, 28 de julio de 2013

ADOLFO ARGENTINO GOLZ Y EL MATE
Escribe Carlos Sforza*
Adolfo Argentino Golz es un escritor entrerriano que por su obra literaria y su actividad cultural, ha trascendido el lar provinciano para insertarse fuera de las de las fronteras de la provincia.
Nació en Nogoyá y su infancia transcurrió en Viena (Austria). De regreso al país, completó los estudios primarios y secundarios en Paraná para luego estudiar Literatura y Ciencias de la Educación especializándose en ciencias de la comunicación.
En forma paralela a su labor profesional, Golz ha ido construyendo una muy especial y buena colección de cuentos que han sido publicados en varios volúmenes y ha realizado una selección de los mismos en “Cuentos desde Entre Ríos” (2001) con prólogo de la recordada amiga María Esther de Miguel.
Dije que la labor de Golz se extiende a la cultura, toda vez que ha sido cofundador de la seccional Entre Ríos de la Sociedad Argentina de Escritores y primer Secretario de la misma que presidió la también recordada Beatriz Bosc. Tuvo activa participación en la realización del V Congreso de la SADE, realizado en Paraná en 1964 y al que tuvo la deferencia de invitarme y al que asistí. Fue Vicepresidente del Consejo Federal de la misma institución y ha trabado (y lo sigue haciendo) en la parte cultural de diversas entidades como OSDE, Clínica Modelo. Ha sido declarado Ciudadano Destacado por las Municipalidades de Nogoyá y Paraná. Recibió la Faja de Honor de la SADE y el Premio Santa Clara de Asís, entre otras muchas distinciones.
Su labor periodística se ha prodigado en diversas publicaciones de Paraná y del país. Sus cuentos han servido para ser leídos en las escuelas. Tal el caso de “El legado de Pietro Rigolucci”, “El miedo sin rostro” y otros que en mis tiempos de docente leía y comentábamos con mis alumnos del Instituto “John F. Kennedy” en Victoria.
Ahora Adolfo acaba de publicar una obra con cuentos recogidos de la tradición popular, muchos oídos en charlas de café o en algún boliche de campaña. Se trata de “Cuentos con mates” (Editorial Fundación La Hendija”, prólogo de Roberto Romani, contratapa de Carlos Marín, diseño de tapa de Ma. Verónica Villarraza, dibujos de Melquíades Marizza “Chericó”, Luis C.Bourband y Carlos Casablanca, Paraná, junio de 2013, 194 p.).
La línea unitiva de todos los relatos que en el libro reúne Golz, es el mate. Sí, el adminísculo que nos proporciona deleite con la infusión de la yerba y es motivo de unión en las reuniones familiares, sociales, deportivas.
Por supuesto que muchos (quizá la mayoría, si no todos) de estos cuentos ha sido publicados por el autor en periódicos (en especial en LAR). Y el estilo de los cuentos escapa al que ha caracterizado en sus anteriores narraciones Golz. Estas últimas han sido estrictamente literarias en su lenguaje y estructura. En su último libro, en cambio, ha utilizado el lenguaje oral, al estilo de los cuentos que se transmiten de boca en boca.   Dice Marín en la contratapa: “En una perspectiva que reconoce antecedentes de renombre en el país como Luis Landriscina, Golz rescata acontecimientos, hechos, costumbres, paisajes y personajes que han cincelado su rica historia personal y profesional”.
Debemos tener en cuenta que al recoger esas historias, el autor las ha transportado al libro con todo el gracejo, la picardía y el humor que tienen. Es como estar sentados en torno a un fogón y escuchar los relatos de algún “cuentero” (que nunca falta) que nos hace pasar un momento alegre aunque a veces las historias que cuenta, no lo sean tanto, pero sí con esa pizca de humor y picardía que demanda un relato como los que presenta Adolfo Argentino Golz en “Cuentos con mates”.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que el autor es un coleccionista de mates y, a la vez, un verdadero recolector de historias sobre el mismo, cabe consignar también que publicó “El mate en aire de coplas” (poesía). Sus indagaciones las ha recopilado en diversos lugares, en forma especial en ciudades, pueblos y villas entrerrianos, y con ese andamiaje, ha logrado estructurar este libro que al leerlo nos hace pasar momentos gratos y a la vez, conocer historias del mate con anécdotas jugosas. Un aporte bien salpimentado, a través de las historias que recrea Adolfo Argentino Golz.       

jueves, 18 de julio de 2013

LA GUERRA DE LOS HUESOS
Por Tuky Carboni*
Con el sello de Ediciones del Clé y engalanado por una portada muy colorida (un óleo bellísimo, obra de RUTH SVERDLOV, una de las nietas de Don Carlos Sforza), se ha presentado ya en su pueblo natal, Victoria, esta historia novelada que seguramente será muy bien recibida por todos los amantes de la cultura entrerriana.
Tengo la ventura de tener muchos volúmenes de Don Carlos Sforza: libros de cuentos (no para archivar en un estante de la biblioteca, sino para releer periódicamente), novelas muy bien logradas, ensayos interesantísimos. Sforza tiene, en su larga trayectoria literaria, más de veinte libros editados y agotados. Pero, aunque no los tuviera, me atrevo a afirmar que le bastaría haber escrito LA GUERRA DE LOS HUESOS, para ocupar un lugar de honor entre los escritores no ya entrerrianos, sino entre los más destacados autores nacionales.
Como un diestro artesano tejedor de telar, que va intercalando y combinando, con infinita paciencia, finas hebras de diferentes colores, hasta que su labor crece, toma cuerpo y se convierte en una esplendente obra de arte, Don Carlos Sforza nos entrega esta maravillosa novela.
Se trata de una historia central que nos toca en lo profundo a todos los que, en la persona de nuestros antepasados, estamos desde hace siglos enraizados en esta legendaria provincia de Entre Ríos. El autor no ha necesitado ir en busca de paisajes exóticos ni tradiciones foráneas para conseguir imprimirle a su obra un sello personalísimo y original, que despierta el inmediato interés del lector. En efecto, la acción sucede en el caserío que se llamó primero La Matanza y luego Victoria. Sólo unos pocos pasajes se desarrollan en la provincia de Santa Fe, tan cercana geográfica y afectivamente a nosotros mismos.
La historia central está enriquecida con infinitas ramificaciones, muy bien urdidas y ensambladas de manera impecable, donde caben el heroísmo, la fidelidad, el amor, el valor moral, el romanticismo, el dolor por lo que no pudo ser, la cultura del trabajo (ay, tan ausente en estos días), el humor; y condimentada con la dosis exacta de fantasía.
El manejo de este último ingrediente, la fantasía, merece un párrafo aparte; porque está instilada con tanto cuidado, con tanta mesura que termina por tornarse algo muy creíble, muy posible, muy natural; y, a mi modesto entender, dota a toda la novela de una luz mayor que la relaciona directamente con las nacidas en la imaginación de los grandes autores hispanoamericanos que deslumbraron a toda mi generación.
Me sucedieron por dentro muchas mutaciones cuando la leía. Por un lado, esa especie de premura que se experimenta cuando se lee un texto escrito con maestría; ese querer leer demasiado rápido para conocer la historia completa; pero, a la vez, no tan rápido para poder saborear cada párrafo y para que el regocijo interior nos dure más. Por otra parte, los diferentes  planos temporales en que ocurren las acciones de la novela, nos llaman a prudencia y comprendemos de entrada que no se trata de algo para recorrer a la ligera, sino desplegando toda nuestra atención, para no perdernos en el rico universo que Don Carlos nos propone.
Cuando terminé de leerla, me quedó en el corazón una delicada y sin embargo intensa nostalgia, porque se había terminado mi contacto con los ya entrañables personajes que pueblan LA GERRA DE LOS HUESOS: el apuesto sargento Nicanor Martínez (casi puedo verlo cabalgando alrededor de la chacra donde vivía la mujer amada en silencio) y toda su honrosa descendencia, la desdichada Artemia Bulnes (convertida luego en una misteriosa momia), la valiente Nancy, el ubico doctor Zamudio, el gracioso placero, el inefable don Melitón, el prudente (demasiado prudente, ¿no?) profesor de Filosofía Roberto Martínez… Pero, además, reconocí en mi ánimo el festejo por la alegría espiritual y visceral que debe haber sentido el autor, mientras creaba la novela; la corregía, la enriquecía, la burilaba para que brillara cada vez más. Porque solo así: con amor hacia las criaturas que creamos, se puede lograr un trabajo que, como éste, nos deja una especie de orgullo inocente, de plenitud casi sagrada, y que sólo la creación puede otorgar.
Y, por último, esperanza. Esperanza de que dentro de un tiempo, Don Carlos Sforza vuelva a deleitarnos con otra novela tan hermosa como LA GUERRA DE LOS HUESOS.
* Poeta, cuentista novelista. Premio Literario “Fray Mocho” en género novela.
Esta nota fue publicada el domingo 14 de julio de 2013, en la Sección Cultural que dirige la escritora Elsa Serur de Osman en el diario “El Debate-Pregón” de la ciudad de Gualeguay (Entre Ríos).

         

domingo, 14 de julio de 2013

LA MUERTE DE UNA DESTACADA MUJER
Escribe Carlos Sforza*
El 5 de junio de 2013, a la edad de 101 años, falleció en Buenos Aries, donde residía, la destacada intelectual entrerriana Beatriz Bosch.
Hablar de Beatriz es referirse a alguien que, desde su provincia natal, a fuerza de voluntad, vocación y coraje, supo sobreponerse a muchas dificultades para ir creando una trayectoria en la docencia superior y en la historiografía.
Supe de la cordial amistad de Beatriz en la relación epistolar y dedicatoria de libros que intercambiamos en varias ocasiones. Ella sabía, con su rigor característico, valorar al semejante cuando consideraba que era valorable. De allí que soy deudor de ella por su buena voluntad para poner en una dedicatoria de la reedición de su libro “Urquiza –Gobernador de Entre Ríos- 1842-1852” de la Editorial de Entre Ríos en 2001, “Al escritor Carlos Sforza con mi alta estima intelectual”.
Al cumplir 90 años, la Academia Nacional le hizo un homenaje especial, en el que habló el entonces presidente de la Institución, doctor Miguel Ángel De Marco que fue alumno de Beatriz Bosch y ahora compartía con ella un sitial en la Academia.
Las palabras del Presidente para referirse a la homenajeada en su 90 cumpleaños, ilustran de manera cabal lo que significaba como persona, catedrática y, en esencia, historiadora, nuestra comprovinciana. Hizo De Marco, una reseña biográfica y bibliográfica de Beatriz Bosch, que en su síntesis es un perfecto retrato de quien hace poco más de un mes, murió en la Capital Federal y cuyo deceso ha tenido muy poca repercusión en los ambientes culturales del país.
A raíz de ese homenaje, Beatriz respondió en la misma Sesión Pública, con un discurso que tituló “La historia de mis libros”, donde hace una especie de autobiografía que la pinta de cuerpo entero. Comienza así:
“No nací historiadora.
Descubrí mi vocación desde temprano, sí, gracias a esa forma de felicidad como Borges llama a la lectura.
No abundaban los libros en mi casa, pues vengo de una rama empobrecida de una familia que supo de tiempos mejores.
Entre los textos de mis hermanos mayores, junto al invariable Grosso y al Malet, encontré el segundo tomo de la Historia de Entre Ríos, de Benigno Tejeiro Martínez.
Enseguida lo devoré, al punto de saberlo poco menos que de memoria”.
Continúa con su ascenso en los estudios de la escuela primaria y la Normal de Paraná con el rigor que había impuesto en la misma el “grande José María Torres.” Su paso por la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales donde encontró un mundo nuevo. Memora a sus maestros de entonces: el arqueólogo Francisco de Aparicio, el historiador José Luis Busaniche, el orientalista José Imbellone, el geógrafo Joaquín Frenguelli, el latinista David O. Croce. Asimismo recuerda las clases de filosofía de Vicente Fatone, Ángel Vasallo y M. Guglielmini como las de literatura del tan recordado Carlos María Onetti.
En esa disertación, recogida por el Boletín de la Academia Nacional de la Historia y publicada luego como una separata (año 2004) que Beatriz tuvo la gentileza de enviármela con una sentida dedicatoria, hace un verdadero racconto de su itinerario intelectual. Nos pone frente a sus estudios y a cuando tres días después de cumplir 20 años, se recibió de profesora en Historia y Geografía el 14 de diciembre de 1931. Su incursión en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Asimismo sus estudios de latín y griego cuando fue designada catedrática de Historia de Roma y de Edad Media en el Instituto del Profesorado que reemplazó a la Facultad, lo que le permitió, conforme lo expresa, sedimentar su formación historiográfica.
Es sabido que Beatriz Bosch dedicó luego la mayor parte de su trabajo de investigación a bucear en la figura del General Justo José de Urquiza. De allí que supo indagar en los archivos siendo en esa época la única mujer que hacia investigación en los archivos puesto que el resto eran varones. Dice al respecto: “Volví al archivo en las mañanas, tiempo que me dejaba libre la preparación de las clases del Instituto. Solitaria investigadora durante años y años”.
Miguel Ángel De Marco en la presentación-homenaje que se le hizo en Buenos Aires, donde residió desde 1981, hace notar que en su momento “Beatriz había sufrido las consecuencias de su oposición al régimen autoritario que regía la Argentina. Alejada de sus cátedras en el Profesorado, no había vacilado en ganarse la vida vendiendo guantes o escribiendo editoriales en las páginas de El Diario, la vieja hoja de los Etchevehere, que contaba así con una pluma ágil y valiente en tiempos complejos y difíciles”.
Ejerció la docencia universitaria en Santa Fe y ocupó el rectorado del Instituto Nacional del Profesorado en Paraná. Dictó cursos y conferencias y, sobre todo, continuó hasta el fin de sus días en la tarea de investigar la historia y publicar sus hallazgos y su interpretación de hechos y acciones de los hombres en libros, artículos, reseñas, prólogos, estudios preliminares a obras de otros autores.
Numerosas distinciones jalonan la larga vida intelectual de Beatriz Bosch. Fue distinguida con la Faja de Honor de la SADE, la Pluma de Plata del Centro Argentino del PEN Club Internacional, por la Fundación Konex, la Cámara de Diputados de la Nación, el Gobierno de Entre Ríos, la Cámara de Diputados de nuestra provincia y obtuvo el Primer Premio Nacional de Historia de la entonces Secretaría de Cultura de la Nación.
La bibliografía de Beatriz Bosch es amplia, compacta, expresión de una concienzuda investigación. Entre sus títulos se encuentran “Gobierno del Coronel Lucio Mansilla” (1942), “Urquiza Gobernador de Entre Ríos” (1940), “El Colegio del Uruguay. Sus orígenes. Su edad de oro” (1949), “Presencia de Urquiza! (1953), “Urquiza el Organizador” (1963), “Urquiza y su tiempo” (1971), “Historia de Entre Ríos” (1978), y varios más.
Como se puede apreciar y quienes conocemos la trayectoria y la labor historiográfica de Beatriz Bosch podemos aseverarlo, fue una incansable intelectual que dejó una cantidad de aportes históricos que nutren y enriquecen la bibliografía histórica argentina y en forma especial entrerriana.
Como bien expresó De Marco, “Beatriz no era unánimemente aceptada en los cenáculos locales, pues la probidad que le hacía juzgar con severidad a los diletantes y a los perezosos no les resultaba grata.  Reconocida y apreciada por todo el país, era objeto de un sin duda mortificante silencio en la patria chica. Por suerte, de unos años a esta parte, la gente de la cultura –historiadores, narradores, poetas, artistas- han sabido reparar ese injustificado olvido, otorgándole el lugar que merece entre las figuras entrerrianas más notable de sesenta años a esta parte.” Ese reconocimiento se basa en un análisis ecuánime de su aporte a la historiografía y a la cultura. No podemos obviar el hecho que fue cofundadora de la Seccional Entre Ríos de la SADE y su primera Presidenta y estuvo en la organización de V Congreso Nacional de las Sociedad Argentina de Escritores, que se realizó en Paraná.
Ella con su carácter y su impronta, dejó huellas profundas y palabras contundentes sobre la labor de quien investiga la historia. Por eso rescato el final de su disertación en la Academia Nacional: “Aspiro a exponer con claridad de pensamiento y con pureza de estilo, según Groussac exigía, al concebir la historia como arte, ciencia y filosofía. Disciplina científica, la Historia se enseña en las facultades de humanidades de las universidades y en los departamentos de Historia de los institutos superiores de profesores. Concepto que no se ha adentrado debidamente entre el público. Defender la historia del asedio de piratas y dragoneantes, ha de ser consigna que entrego a las jóvenes generaciones de investigadores. Ese es mi mensaje.”      
Beatriz Bosch nació en Paraná (Entre Ríos) el 11 de diciembre de 1911.




 


domingo, 30 de junio de 2013

CINCUENTA AÑOS DE “RAYUELA”
Escribe Carlos Sforza*
Julio Cortázar publicó su célebre novela “Rayuela” el 28 de junio de 1963 (Sudamericana, 1ª edición). Este año se cumplen cincuenta desde aquella celebrada novela que fue, dentro de la literatura un quiebre en cuanto su escritura y composición, son un claro rechazo a las tradicionales estructuras novelísticas de la época.
Rosa Boldori escribió que “Al internarse en el mundo laberíntico y fascinante que es Rayuela, todo lector desprevenido se desconcierta fácilmente cuando encuentra a manera de prólogo, un Tablero de dirección que le señala dos caminos posibles para recorrerla, ya sea en forma corrida, desde el capítulo 1 al 56, donde encontrará la palabra fin y podrá prescindir del resto, o bien alternando capítulos según un orden completamente irregular indicado por el tablero (caps. 73-1-116-3, etc.)” (Sentido y trascendencia de la escritura de Rayuela, Boletín de literaturas hispánicas, U.N. L., Nº 6, p. 59).
Precisamente en “El libro de bitácora”, el propio Cortázar explica por qué usó esas opciones de lectura. Y por qué al utilizar una lectura salteada, el que lee es como si estuviera en el juego de la rayuela. Y de allí el nombre del libro, que Cortázar, según sus propias palabras, dudaba en llamarlo así o, en su defecto, Mandala. Es notable como en el citado libro de Bitácora, que es una especie de diario paralelo a la creación de Rayuela, Julio Cortázar no habla nunca de la obra como si fuera una novela. De allí que algunos han hablado de una antinovela.
Beatriz Sarlo sostiene que la aparición de Rayuela en 1963, era una novela que los lectores esperaban. Como si su publicación en ese año se diera en el momento justo. Y desde su aparición, que causó revuelo en el mundo literario, tuvo vigencia durante varios años, sobre todo en ciertos sectores contestatarios.
Cortázar emplea en la escritura de Rayuela una serie de citas que muchas veces surgen de la boca de Morelli, y además sitúa a los personajes, imborrables por cierto como La Maga, Oliveira, Talita y el mencionado Morelli, en diversos planos geográficos: París, Buenos Aires… Y en situaciones que van de lo trágico a lo humorístico, que plantea dudas sobre la razón, que en cierta forma ensalza la locura.
Además, maneja un lenguaje que se ha considerado netamente rioplatense, pero con una soltura y precisión que hacen de la obra una verdadera muestra del arte literario.
Antes de Rayuela, Julio Cortázar era conocido y reconocido como uno de los grandes cuentistas de habla hispánica. Recordemos sus cuentos “Casa tomada”, “El perseguidor”, “Final de juego” para citar unos pocos. Cuando irrumpe con Rayuela produce una verdadera explosión en la novela. Rompe, como queda dicho, con los cánones estructurales de la novela tradicional y encauza una nueva escritura. Que muchos trataron, inútil y fallidamente de imitar. Porque, hay que decirlo, Rayuela es inimitable como es inimitable el propio autor. 
En una entrevista realizada en “Expreso”, le preguntaron a Cortázar qué autores tenía más presentes y qué poeta, cuentista y novelista ha releído más veces. Él contestó: “-Sus preguntas no son intercambiables aunque lo parezcan, y por eso las contesto por separado. A la primera: los autores más presentes para mí son siempre los francotiradores, los marginales, los alienados de la literatura (…) Imposible hacer una lista; cito al azar a Jarry, a José Lezama Lima, a Roussel. En cambio, cuando usted me pregunta  por el poeta, el cuentista y el novelista, a quienes he releído más veces, se refiere en mi caso a aquellos cuya relectura significa un placer más que un riesgo, una conciliación más que una aventura. Si vacilar le doy tres nombres: el poeta Keats, el cuentista Borges, el novelista Dickens.” (Bol. Cit., p. 91).
En su nota “La novela esperada” (2002), Beatriz Sarlo da una señal unívoca de lo que escribí al comienzo. Dice: “Aparecida en 1963, Rayuela se convirtió, después de un breve período de vacilaciones críticas, en la novela que todos reconocieron como el experimento narrativo  que ponía a la literatura latinoamericana a la altura de los tiempos”. Y agrega: “Aunque hoy la innovación de Rayuela esté agotada, durante los años sesenta fue el paradigma de una revolución en la literatura. Y, en muchos aspectos, lo era.” Sarlo considera a la novela como una “obra abierta” y sostiene que Rayuela “(…) es una novela espacial y musical, cuyo material temático se presenta, se desarrolla o se pierde y vuelve a encontrarse transformado” (Escritos sobre literatura argentina, p.239 y sgts.).
Hoy, quizá, Rayuela no se lea como fue leída en la etapa de su lanzamiento por Sudamericana. Pero, al celebrar cincuenta años de la primera edición (a la que sucedieron reediciones y traducciones a varios idiomas), no podemos sino recordar el hecho que plantó un mojón en la novelística, como lo hizo James Joyce con el Ulises, Leopoldo Marechal con Adán Buenosayres y muchos otros grandes escritores de diversos lugares. A veces, desconocidos pero fecundos y buenos. Así, sin duda, no sólo se nutre sino quGe pervive la narrativa a través de los tiempos y de los espacios.


         

viernes, 21 de junio de 2013

"La guerra deloshuesos" en Paraná

La nueva novela de Carlos Sforza, "La guerra de los huesos" (Ediciones Del Clé, ilustración de tapa: óleo de Ruth Sverdlov, 2013), se presentará en Paraná (Entre Ríos) el 12 de julio próximo en el Museo Histórico "Martiniano Leguizamón" (calles La Paz y Buenos Aires).Tendrá a a su cargo la presentación el Licenciado y periodista Carlos Marín, quien con excelencia ya lo hizo en Victoria el 8 de junio ppdo.
El acto es organizado por el Centro de Residentes Victorienses de Paraná y contará con la adhesión de la SADE, Filial Entre Ríos. La entrada al acto es libre y gratuita y el autor firmará ejemplares de su obra a quienes lo deseen.

domingo, 16 de junio de 2013

Agradecimiento

Quiero agradecer desde mi blog, a quienes hicieron posible y acompañaron la presentación de mi última novela, "La guerra de los huesos", el día 8 de junio de este año.
En primer lugar a la Comisión del 150ª aniversario de la Sociedad Italiana "Dante Alighiere" de Victoria, que organizó conjuntamente con la Comisión Directiva, el acto en el salón la instituciín. A la Municipalidad de Victoria que por Decreto 339 declaró el evento "De Interés Cultural Municipal", al dúo musical que prestigió el mismo integrado por José Luis Vergara en guitarra y Paula Plunket en flauta traversa.
Por supuesto a quien tuvo a su cargo la presentación del libro, Licenciado y periodista Carlos Marín (Paraná) que no sólo reseñó la obra sino que realizó un diálogo con interrogatorio que enriqueció la esencia de la labor narrativa que he realizado en la creación de la novela.
También debo agradecer a quienes me acompañaron en el acto: a la ilustradora de la tapa del libro, la artista plástica Ruth Sverlov (San Nicolás), al fotógrafo Celso Rendos, al editor, poeta Ricardo Maldonado (Nogoyá), al Secretario de la SADE, filial Entre Ríos, poeta Martín Carlomagno, a la poeta y cuentista Tuky Carboni (Gualeguay) y, claro, a los fieles lectores que se dieron cita en la noche de ese sábado para acompañarme y dialogar.
A todos, ¡Muchas gracias!

domingo, 9 de junio de 2013

LOS FANTASMAS DEL ESCRITOR
 Escribe Carlos Sforza*
Sabemos por experiencia propia que, como escritores, unos más, otros menos, todos tenemos nuestros fantasmas. Eso significa simple y sencillamente que hay ciertas obsesiones que consciente o inconscientemente, moran en el interior de quien es escritor. Son los fantasmas de que nos habla Sábato en su ensayo “El escritor y sus fantasmas” y que uno reconoce que existen cuando escribe.
Es claro que no son fantasmas que se manifiesten con claridad. Como fantasmas que son, aparecen y desaparecen cuando ellos quieren, pero hay algo que no se puede negar: esos fantasmas están presentes, existen y pueblan el mundo interior del escritor.
Cuando el narrador escribe, crea personajes que son ficcionales y pertenecen a historias hechas por el escritor que como tal es un hacedor. Y como sostenía Juan Rulfo, no debemos olvidar que “la literatura es ficción y por lo tanto es mentira”.
Es cierto que la ficción es una cosa imaginada. Y en ese sentido es mentira. Pero como bien sostiene Mario Vargas Llosa, “La ficción es una mentira que encierra una profunda verdad; ella es la vida que no fue, la que los hombres y mujeres de una época dada quisieron tener y no tuvieron y por eso debieron inventarla.” (Carta a un novelista, pp. 14/15). También, en una nota publicada en el diario porteño “La Nación, el escritor peruano sostenía  que “si la novela es buena aquello que cuenta pasa a ser verdad, porque está escrito de una manera que no permite no creer en ella”.
Recordemos que todo lo que existe es materia apta para el novelista. Desde el santo al pecador, desde lo más pequeño a lo más grande. Nada escapa a la posibilidad de ser tomado por el narrador y transformado, cuando se posee el don y se sabe cómo decir lo que se quiere decir, en una obra de arte literario.
Es claro que cada escritor, como tiene en sí sus obsesiones, sus fantasmas, los transfiere a muchos de los personajes que crea. No es que cada personaje sea el autor; que sus opiniones sean las del que escribe; que si el personaje es un asesino, lo sea el escritor; si es un santo, lo sea también el escritor. Hay partes, fragmentos del autor que sin dudas, aparecen en los personajes que crea. De allí que el dicho de Flaubert: “Madame Bovary soy yo” sea cierto. Pero también es cierto que el cochero, el farmacéutico y los otros personajes de la célebre novela de Flaubert, son él. Lo son como que son hechuras de su imaginación. Y lo son porque, a la postre, tienen ciertos rasgos que son como un aire de familia con el autor.
Es claro que como es sabido, cuando un narrador crea un personaje, ese ser nuevo, de ficción, se independiza del creador y comienza a andar con paso propio y con amplia libertad de quien fue su hacedor. Es decir, abandona al creador y hace su propia vida. Heinrich Böll, el novelista alemán que fue Premio Nobel de Literatura, escribió en un artículo publicado en 1963 lo siguiente: “Yo soy católico y lo soy, también en mi calidad de escritor y periodista, pero no soy un novelista católico (…). Me considero tan libre como libres dejo yo a los personajes de mis novelas. Quien se tome todo esto a la ligera y me confunda con alguna de las figuras de mis novelas, hace muy mal. Hasta ahora he escrito cinco novelas con un considerable número de personajes, les he ofrecido mucho y los he dejado libres; y existe un acuerdo definitivo entre nosotros: jamás daré información sobre ellos”.
Es la independencia  que adquieren los personajes una vez que el escritor los crea. Se liberan y marchan y hacen su propio camino muchas veces contrario a lo que pensaba el creador que iban a hacer.
Como escribiera el siempre recordado Oscar Wilde: “Cuando las personas nos hablan sobre otros suelen aburrirnos. Cuando nos hablan de ellas mismas casi siempre son interesantes”. Daré algunos lineamientos de mi quehacer, de mi propia experiencia como escritor. He citado y quizá cite a algunos colegas, ilustres escritores, como apoyatura y corroboración de lo que personalmente siento y pienso como escritor. Y nunca olvido el valor del aprendizaje humano “sin el cual el aprendizaje literario es Irrisorio” (E. Mallea). De allí que siento la necesidad de escuchar a la gente, vivir junto a ella,  transitar las redacciones de los diarios y periódicos como lo he hecho desde mi primera juventud y lo he continuado hasta hoy, conocer lugares y admirar sus casas; incluso, visitar los cementerios y leer viejas lápidas, adquirir allí una experiencia que nos hace remontar a nuestros antepasados y nos hace ver, en gran medida, nuestro futuro.
Todo ese aprendizaje, esas vivencias, hacen que nos marquen de una u otra forma. La mayoría de las veces, en mi caso, se fijan en lugares oscuros del subconsciente o del inconsciente y, cuando uno escribe, libera esos fantasmas que moran en nosotros.