PREGUNTAS A UN NOVELISTA
Escribe Carlos Sforza*
Muchas veces los lectores o alguna
persona interesada en el tema, pregunta a los novelistas a quienes tiene a la
mano, cómo arma sus novelas. Es decir, cuál es la técnica que emplea para
desarrollar la trama, crear los personajes y demás elementos que entran en
juego en la redacción de una obra de ficción.
Las respuestas son variadas porque
cada narrador tiene una forma muy especial, a veces no siempre igual, para
crear una obra de ficción. A raíz de su última novela, John Irving que nació en
Exeter, Estados Unidos, en 1942, da una respuesta que en cierta forma es
coincidente en líneas generales con lo que realizo yo al pensar y escribir una
novela.
El autor de “Personas como yo”, la
última obra del estadounidense que según se ha dicho es “una historia de
aliento dickensiano que aborda la bisexualidad con toques tragicómicos”, ante
una pregunta sobre si sus novelas ya están pensadas antes de escribirlas,
responde: “Por lo general, me llevan entre cinco y quince años. Pero ésta (la
ya citada) me llevó unos ocho o nueve años de desarrollo antes de ponerme a
escribirla. Finalmente empecé en junio de 2009.”
En una palabra, la novela que va a
escribir la “arma” mentalmente y luego se sienta ante la computadora o la máquina
de escribir o la hoja en blanco con una lapicera en la mano (hay quienes aún
usan este último procedimiento) y desarrolla lo que ha tenido en la mente
durante largo tiempo. Y ahí, claro, hay que poner todo el trabajo para lograr
una obra literaria. Es decir, ese armado previo debe ser expresado
adecuadamente en la transcripción creativa cuando se la convierte en novela
escrita.
Yo en la mayoría de los casos he
armado en general las seis novelas que he publicado, pensándolas en su conjunto
a cada una de ellas y luego, en el acto de la escritura se van produciendo
avances y retrocesos en aquel primer armado en la cabeza.
Quien le hace la entrevista,
Valerie Miles (periodista y editora), lo interrogó tras esa respuesta, con la
siguiente pregunta: “¿Ya estaba pensada y mentalmente escrita, entonces, antes
de llevarla al papel?”
Irving dio entonces la siguiente
explicación: “Cuando digo que tengo la novela en la cabeza quiero decir que la
trama entera ya está presente, no sólo un fragmento. Concibo toda la idea de la
historia, íntegra, de cabo a rabo, y pienso una suerte de hoja de ruta, a
partir de la última frase. Empiezo desde el final y trabajo en retrospectiva,
hacia atrás, hacia donde creo que debería comenzar la historia (…)”.
Sin dudas es una manera muy
especial la que expresa Irving esa de empezar desde el final y así, en
retrospectiva, encontrar el comienzo. Pero es lo que él hace y con mucho éxito
en cuanto a la importancia literaria de sus obras de ficción.
Ante otra pregunta, el novelista
responde refiriéndose a sus autores que admiraba y las novelas de ellos que a
los veinte años (ahora tiene 70) deseaba escribir: “Dickens, Hardy, Melvilla,
Hawthorne. Habían pasado de moda incluso antes que yo empezara a escribir”. Y
reflexiona que al admirar a esos autores decimonónicos, no podía escribir como
ellos y esa era una ventaja pues nadie podía acusarlo de escribir o copiar a
los mismos pues su lenguaje era otro. De allí que hace un buena reflexión
cuando expresa que “Desde el punto de vista del estilo es absolutamente
imposible escribir como ellos en la actualidad porque el lenguaje que usaban es
el de su época. Uno tiene que buscar su propio estilo. Eso es una suerte porque
de ahí siempre saldrá una voz moderna.”
Como he sostenido muchas veces, a
los grandes escritores hay que leerlos, acercarse a ellos con respeto y
admirarlos si nos causan admiración. Aprender leyendo pero, como dice el
estadounidense, no para copiarlos sino para aplicar en lo que creamos, nuestro
propio estilo.
Es evidente que cuando uno lee,
como decía Eco, vive dos o más vidas. La propia y la de los personajes de la
ficción. Y cuando el narrador fabula, también vive varias vidas. Por ello
Irving dice en un tramo de la larga entrevista: “La novela me daba la
oportunidad de habitar las vidas de todos aquellos personajes, de ser todos
ellos. Y supongo que aún me siento más cómodo inventando y habitando otras
personalidades que este yo, quienquiera que sea. Con la excepción de mi papel
como padre, es el único papel vital que he desempeñado bien y con el que me
siento a gusto.”
El novelista, en suma, transitad
diversos caminos y toma muchos atajos para escribir una obra. Desde aquellos
que toman apuntes, y/ son sumamente meticulosos en los detalles, a los que por
el contrario, hacen grandes trazos y avasallan reglas para darle vitalidad y
credibilidad a una obra. Estamos los que pensamos la obra antes y los que la
desarrollan a medida que escriben y de acuerdo a las circunstancias que se le
presentan. Queda en claro que en una u otra forma, el novelista siempre tiene
que poner su imaginación y su trabajo. Y tiene no sólo que tener la idea o la
trama, sino saber cómo expresarlas para convertir lo escrito en una obra
literaria.