lunes, 29 de abril de 2013




PREGUNTAS A UN NOVELISTA
Escribe Carlos Sforza*
Muchas veces los lectores o alguna persona interesada en el tema, pregunta a los novelistas a quienes tiene a la mano, cómo arma sus novelas. Es decir, cuál es la técnica que emplea para desarrollar la trama, crear los personajes y demás elementos que entran en juego en la redacción de una obra de ficción.
Las respuestas son variadas porque cada narrador tiene una forma muy especial, a veces no siempre igual, para crear una obra de ficción. A raíz de su última novela, John Irving que nació en Exeter, Estados Unidos, en 1942, da una respuesta que en cierta forma es coincidente en líneas generales con lo que realizo yo al pensar y escribir una novela.
El autor de “Personas como yo”, la última obra del estadounidense que según se ha dicho es “una historia de aliento dickensiano que aborda la bisexualidad con toques tragicómicos”, ante una pregunta sobre si sus novelas ya están pensadas antes de escribirlas, responde: “Por lo general, me llevan entre cinco y quince años. Pero ésta (la ya citada) me llevó unos ocho o nueve años de desarrollo antes de ponerme a escribirla. Finalmente empecé en junio de 2009.”
En una palabra, la novela que va a escribir la “arma” mentalmente y luego se sienta ante la computadora o la máquina de escribir o la hoja en blanco con una lapicera en la mano (hay quienes aún usan este último procedimiento) y desarrolla lo que ha tenido en la mente durante largo tiempo. Y ahí, claro, hay que poner todo el trabajo para lograr una obra literaria. Es decir, ese armado previo debe ser expresado adecuadamente en la transcripción creativa cuando se la convierte en novela escrita.
Yo en la mayoría de los casos he armado en general las seis novelas que he publicado, pensándolas en su conjunto a cada una de ellas y luego, en el acto de la escritura se van produciendo avances y retrocesos en aquel primer armado en la cabeza.
Quien le hace la entrevista, Valerie Miles (periodista y editora), lo interrogó tras esa respuesta, con la siguiente pregunta: “¿Ya estaba pensada y mentalmente escrita, entonces, antes de llevarla al papel?”
Irving dio entonces la siguiente explicación: “Cuando digo que tengo la novela en la cabeza quiero decir que la trama entera ya está presente, no sólo un fragmento. Concibo toda la idea de la historia, íntegra, de cabo a rabo, y pienso una suerte de hoja de ruta, a partir de la última frase. Empiezo desde el final y trabajo en retrospectiva, hacia atrás, hacia donde creo que debería comenzar la historia (…)”.
Sin dudas es una manera muy especial la que expresa Irving esa de empezar desde el final y así, en retrospectiva, encontrar el comienzo. Pero es lo que él hace y con mucho éxito en cuanto a la importancia literaria de sus obras de ficción.
Ante otra pregunta, el novelista responde refiriéndose a sus autores que admiraba y las novelas de ellos que a los veinte años (ahora tiene 70) deseaba escribir: “Dickens, Hardy, Melvilla, Hawthorne. Habían pasado de moda incluso antes que yo empezara a escribir”. Y reflexiona que al admirar a esos autores decimonónicos, no podía escribir como ellos y esa era una ventaja pues nadie podía acusarlo de escribir o copiar a los mismos pues su lenguaje era otro. De allí que hace un buena reflexión cuando expresa que “Desde el punto de vista del estilo es absolutamente imposible escribir como ellos en la actualidad porque el lenguaje que usaban es el de su época. Uno tiene que buscar su propio estilo. Eso es una suerte porque de ahí siempre saldrá una voz moderna.”
Como he sostenido muchas veces, a los grandes escritores hay que leerlos, acercarse a ellos con respeto y admirarlos si nos causan admiración. Aprender leyendo pero, como dice el estadounidense, no para copiarlos sino para aplicar en lo que creamos, nuestro propio estilo.
Es evidente que cuando uno lee, como decía Eco, vive dos o más vidas. La propia y la de los personajes de la ficción. Y cuando el narrador fabula, también vive varias vidas. Por ello Irving dice en un tramo de la larga entrevista: “La novela me daba la oportunidad de habitar las vidas de todos aquellos personajes, de ser todos ellos. Y supongo que aún me siento más cómodo inventando y habitando otras personalidades que este yo, quienquiera que sea. Con la excepción de mi papel como padre, es el único papel vital que he desempeñado bien y con el que me siento a gusto.”
El novelista, en suma, transitad diversos caminos y toma muchos atajos para escribir una obra. Desde aquellos que toman apuntes, y/ son sumamente meticulosos en los detalles, a los que por el contrario, hacen grandes trazos y avasallan reglas para darle vitalidad y credibilidad a una obra. Estamos los que pensamos la obra antes y los que la desarrollan a medida que escriben y de acuerdo a las circunstancias que se le presentan. Queda en claro que en una u otra forma, el novelista siempre tiene que poner su imaginación y su trabajo. Y tiene no sólo que tener la idea o la trama, sino saber cómo expresarlas para convertir lo escrito en una obra literaria.     
   


viernes, 26 de abril de 2013

Sobre "La guerra de los huesos"


Página 4 - "La Mañana" - Victoria, Entre Ríos Domingo 21 de Abril de 2013
«La Mañana» CULTURA

Carlos Sforza y su más reciente trabajo

Dos siglos de historia, en
una novela de largo aliento
Por Carlos Marín cmarin@eldiario.com.ar  Publicado en "El Diario" de Paraná (16/04/2013



Amor, vida y muerte, son claves en La
guerra de los huesos, recientemente
editada por el autor victoriense, en la
cual demuestra su manejo cabal del
oficio de escritor y concreta un nuevo
aporte a las letras de la provincia.
Carlos Sforza es una voz que -por trayectoria, trabajo,
consecuencia y perseverancia en una opción- ha
conquistado un lugar propio en el panorama literario
entrerriano de la segunda mitad del siglo XX.
Ganador del Premio Fray Mocho,
ha hecho, desde Victoria, un
camino propio, con resonancias que
van mucho más allá de la comarca,
alzando vuelo con su obra –que
comprende el cuento, el ensayo y la
novela- allende las fronteras del
pago chico.
Como ejercicio vital, tanto como
respirar, Sforza continúa en un camino
que comenzó a transitar hace
más de seis décadas: escribir. Y en
ese caminar ha conquistado el oficio
de escritor con todas las letras.
Como la tarea creativa no tiene fecha de vencimiento,
este victoriense a carta cabal, continúa en lo suyo y
no cesa de producir.
A comienzos de enero pasado entregó a los lectores
su más reciente producción: La guerra de los huesos,
una intensa y extensa novela que recorre dos siglos de
vida entrerriana.
Para lograr este nuevo aporte a la literatura
entrerriana, Sforza pone en juego toda su experiencia
para despertar el interés del lector y atraparlo con su relato,
que desarrolla en 266 páginas de menuda tipografía.
Con solvencia, el autor narra los avatares de la comarca,
y a la vez los enmarca en un contexto más amplio e
igualmente significativo a través de cuatro historias –representativas
de otras tantas generaciones- que se entrelazan
y avanza bifurcándose y hasta dividiéndose en meandros,
para luego recuperar la unidad y cerrar en la desembocadura,
con un ritmo que crece hasta el final.
Apelando a la voz de distintos narradores, el lector -
a partir de una propuesta que recupera la historia desde
el testimonio de los protagonistas-, conoce y reconoce
hechos, personalidades, acontecimientos que configuran
la historia del país en los siglos XIX y XX.
Para sostener la dinámica, el autor recurre como recurso
a la simultaneidad de tiempo y lugares, que superpone
con destreza en el desarrollo de la trama, para
configurar el tejido sobre el cual se presenta la historia
de Los Martínez. Construye así una novela en la cual,
desde la situación inicial –un acontecimiento de caracter
solemne que por momentos es observado como una
parodia- la ironía y el humor están presentes y atraviesan
la narración en momentos clave.
La guerra de los huesos tiene también al amor como
argamasa fundamental en una arquitectura literaria que
recurre a la simultaneidad de planos temporales y que
avanza en círculos, como los ciclos que se plantea en el
desarrollo de la novela.
SOLIDEZ. La lectura permite concluir asimismo la

solidez en la construcción de los personajes, fruto del
estudio y el conocimiento de la condición humana que
posee Sforza. Un patrimonio que en este trabajo se
conjuga con otra de las capacidades del escritor: su
profundidad en la investigación, que le otorgan el respaldo
del estudio y la documentación; conjunto que se
percibe en el rigor con que se presentan las referencias
políticas e históricas.
Entre la sutileza de matices que Sforza aporta en la
novela cabe destacar que no escatima la crítica –hábilmente
introducida en el relato- a ciertos modelos y
perspectivas, a convenciones sociales y a fanatismos, así
como a ciertas instancias tomadas de la vida pueblerina,
aplicables a lo relativo a lo humano y su condición.
HUMOR E INTELIGENCIA. Hay, si se quiere,
un aspecto más en el relato. Se ha dicho que el humor
es una de las formas más elevadas de la inteligencia.
La ironía que destila esta novela desde la situación
inicial (el destino final de los restos de un grupo de combatientes
entrerrianos en la Guerra de la Triple Alianza),
resulta –y acaso es ésta una de las intenciones centrales
del autor- una monumental tomada de pelo a la muerte;
enfocando a la parca sólo como una circunstancia de la
vida, ya que es sin dudas esta última la que termina imponiéndose
en todas las circunstancias. Es que allí donde
se avizora, se intuye la marca del límite, en realidad
sólo se plantea el inicio de otra cosa, el punto donde se
amplía el horizonte.
Se aproxima esa vidriera gigantesca de la industria
editora nacional que es la Feria del Libro. Seguramente
allí no faltará como referente de la producción literaria
entrerriana contemporánea este trabajo publicado por
Carlos Sforza a través de Ediciones del Clé.
El Diario de Paraná 16/04/2013

miércoles, 24 de abril de 2013

"La guerra de los huesos"

Beto,apreciado  amigo,a quien admiro como escritor y persona.Agradezco y agradeceré siempre que por ti,vencí el temor de mostrar mis poemas.
Quiero decirte que leí tu ultimo libro de novelas:"La guerra de los huesos".Un título sugestivo y a la vez de hacernos pensar el porqué de él. Cada uno de sus pasajes,en su espacio y tiempo,nos hace vivir plenamente y más aún a los que somos "mayorcitos". Los recuerdos de años,que parecían dormidos , surgen en la mente. No voy a mencionar momentos. Pero tu novela con reminiscencias reales y las creadas por tu prodigiosa imaginación, son un deleite para el lector. Empecé  a leerlo, en el micro de las l6 y 15 a 18, que me lleva los lunes a Paraná. Al regreso a mi hogar 22y 45,continué, no podía dejar de hacerlo.Creo serían  las 5 y 30,cuando dejé de leer y ayer martes 23,tampoco, a la hora de "la siesta" seguí hasta finalizar.
Desde lo más profundo de mi alma te digo que para mí , esta novela es superior a las otras que tienen su momento histórico.
Gracias Beto.Tu labor de escritor es un orgullo para  las Letras Entrerrianas (en especial para Victoria) y de la Nación.
Un saludo muy cordial  de tu siempre amiga:   Gladys

domingo, 14 de abril de 2013


VALIOSA PUBLICACIÓN*
Escribe Carlos Sforza*
Desde que el papa Benedicto XVI renunció al cetro petrino, en un gesto que la Iglesia Católica no había experimentado desde hacía 600 años, los medios de comunicación mundiales y los católicos e integrantes de otras iglesias y agnósticos se preguntaban sobre quién sería elegido por el Cónclave que fue convocado de inmediato.
Como en todas las circunstancias en las que la gente mira a lo alto, en el Vaticano, a la espera de la famosa fumata blanca, se barajaban diversos papables. Cosa que siempre ha sucedido y que en la mayoría de los casos ha descolocado a los pronosticadores porque se ha elegido al que menos se pensaba.
El diario porteño “La Nación” hizo una cobertura excelente sobre todo lo que sucedió en el Vaticano desde la renuncia de Benedicto papa emérito hasta que asumió formalmente el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como el papa 226º de la historia. Y esa cubierta periodística no fue en vano. El elegido es el primer papa latinoamericano, el primer papa jesuita y, claro, el primer papa argentino.
REVISTA LIBRO
Con muy buen criterio, el diario porteño mencionado publicó lo que podemos considerar una revista libro sobre todo lo acontecido en esos días memorables del nombramiento del nuevo papa que tomó por nombre Francisco en una clara actitud vital que él mismo explicó, pues se refiere a San Francisco de Asís. Se trata de “FRANCISCO El papa que llegó desde el fin del mundo” (La Nación, Buenos Aires, marzo de 2013, 162 páginas).
Ha sido una excelente idea esta recopilación de “Crónicas e imágenes de una semana que cambió la historia”. Porque este nuevo papa, precisamente llegó desde el fin del mundo, casi inesperadamente en este Cónclave que duró muy poco tiempo, y sorprendió a la mayoría de los que esperaban ver la fumata blanca y saber quién era el elegido. Y cuando se dice que llegó desde el fin del mundo, se dice bien. Precisamente cuando fue elegido papa Karol Wojtyla que tomó el nombre de Juan Pablo II, Francisco H. Orellano publicó un libro que tituló “El papa que vino de lejos”. Venía de Polonia y  todo un revuelo su elección y también fue todo un revuelo su papado. Se rompía en cierta forma la tradición de los papas italianos por un cardenal que llegaba desde un país comunista.
Hoy se ha roto más esa tradición porque el papa del fin del mundo es latinoamericano, nacido en el barrio de Flores, en Buenos Aires,
Yendo a la publicación que ha hecho La Nación, debo decir que es valiosa porque recopila día por día del jueves 14 al miércoles 20 de marzo, las crónicas y comentarios que el diario dedicó a uno de los más grandes acontecimientos de la historia mundial de lo que va del siglo XXI. Excelentes periodistas se han ocupado en reportar lo que sucedía en el Vaticano, entre los fieles que esperaban en la Plaza de San Pedro, y de los que en nuestro país y en otras partes del mundo, también estaban expectantes. La corresponsal del diario en Roma, Elisabetta Piqué diariamente nos nutria con sus crónicas. Asimismo la enviada especial Luisa Corradini. Como desde nuestro país diversos periodistas como José Crettaz, Laura Reina, Mariano Gaik  Aldrovandi entre otros.
Dividido en tres partes y un epilogo, el libro facilita su guarda y posibilita su consulta rápidamente. La primera parte abarca la semana mencionada, la segunda una breve pero salpimentada biografía del papa Francisco escrita por un periodista dedicado a la investigación seria y respetada, como es Hugo Alconada Mon que contó con la colaboración de Pablo Gaggero, Santiago Dapelo y Gabriel Di Nicola.
En la tercera parte se publican columnas de opinión, donde escriben sus opiniones precisamente, Marcos Politi, Abraham Skorka, Moisé Naín, Vittorio Messori, Carlos Pagni, Enrique Valiente Noailles, José María Poirier Lalanne, Jorge Fernández Díaz, Georg Sporschill, Eduardo Fidanza, Álvaro Abos, Luis Alberto Romero, José Ignacio López y Fernando Sández.
La publicación está ampliamente ilustrada con fotografías de distintos momentos en lo que hace a la vida de Francisco y de su estada en el Vaticano y su calidad de obispo de Roma. También con algunos hermosos dibujos referenciados a Bergoglio y el papado.
El Epílogo se titula “Esa noticia que perforó la piel de la Redacción” y está escrito por Carlos M. Reymundo Roberts. Es una nota sobre la cocina del diario, donde todos los periodista y gente que trabaja allí, estaba reunida a la espera de saber quién era el nuevo papa. Y lo que deparó a todos cuando se supo con certeza que había sido elegido Bergoglio. Considero que es una excelente nota epilogal, ya que la noticia los hizo gritar, aplaudir, llorar y, como bien lo cuenta el redactor de la misma, al final, “(…) Un diario caliente se hace con la sangre fría. (…) Como muy pocas veces sentimos que trabajamos para la historia” Y concluye con esta confesión: “Estoy a punto de tener la reacción menos periodística de todas. Me escondo en una salita. Necesito llorar a solas”. Desde todo punto de vista, una nota excelente.
COLOFÓN
Francisco ha emprendido una difícil tarea. No es fácil ocupar el lugar de Pedro al frente de la iglesia. Y hay que tener agallas y decisión y amor para remedar al santo de Asís. Aquel que escribió “No despreciaré a los que desprecian./ No maldeciré a los que maldicen./ No juzgaré a los que condenan./ No odiaré a los que explotan./ Amaré a los que no aman./ No excluiré a nadie de mi corazón”. Y también su famoso Cántico del Hermano Sol, cuando estaba enfermo y lo entonó por primera vez ante Fray León y Santa Clara: “(…) Loado sea por toda criatura, mi Señor,/ y en especial por el señor hermano sol/ que alumbra y abre el día, y es bello en su esplendor,/ y lleva por los cielos noticias de su Autor./ Y por la hermana luna de blanca luz menor/ y las estrellas claras que tu poder creó (…) / Y por la hermana agua (…)Por el hermano fuego (…) Y por la hermana tierra (…)”. El amor al prójimo, la falta de odio y rencor, el amor a todo lo que existe sea lo que fuere, cuando se trata de cantar y amar y por ende, cuidar el medio ambiente. Y la firmeza en la fe y en la Iglesia de Cristo que hoy preside. Podemos decir, citando a Dante que “Francisco (de Asís) joven noble, desafió a su padre por la dama que nadie abrió jamás la puerta con placer, esto es, la Pobreza, su esposa hasta la muerte.” Ese es el ejemplo que nuestro papa Francisco sigue sin dudas. Y por eso tomó por primera vez en la historia de la Iglesia, al ser ungido papa, el nombre del  “poverello” de Asís.        

jueves, 4 de abril de 2013


LEER, ¿UNA COSA RARA?
Escribe Carlos Sforza*
Últimamente se ha hecho mucho hincapié en la lectura. Se habla, por algunos, que se lee menos que antes. Cuestión ésta, que yo he puesto en duda. No creo que se lea menos que antes. Y, tampoco puedo afirmar que se lee mucho más que antes.
Camilo José Cela, Premio Nobel de literatura, autor de una memorable novela como “La colmena”, sostenía algo parecido.
Hay muchas maneras de leer. Por obligación, por compromiso con el autor, por gozo. Ahora sucede que hay talleres de lectura y muchos jóvenes, que han leído algún libro que les ha interesado, lo recomiendan por la Red.
Siempre he sostenido que cuando era estudiante, y hace bastante tiempo, mis compañeros de escuela en su gran mayoría no leían. Y no había televisión ni Internet que los distrajera y motivara para ir por otro camino. La lectura de libros era, aparte de los que se imponían en la escuela por obligación, cosa de pocos. Cuando más, algunos solían leer revistas con aventuras de Mandrake el Mago, Tarzán, Superman o Flash Gordon. Pero en cuanto a libros, éramos muy pocos los que fuera de los del colegio, leíamos.
En una reunión en la Feria Internacional del Libro, la escritora Alicia Steimberg  contó que “Cuando yo era muy joven ya era raro encontrar gente que leyera; en realidad, leer, y mucho, siempre fue cosa rara, de gente rara”. Esa anécdota no hace sino corroborar lo que he sostenido al comienzo y lo he reiterado muchas veces.
Todo ello lleva a la conclusión que la lectura de hoy no es menor a la de antaño. Quizá, a través de otros soportes, como Internet, haya aumentado e incluso  multiplicado. Pero concretamente estamos hablando de la lectura con soporte papel, es decir, del libro impreso.
Se aproxima el Día Mundial del Libro, el 23 de abril, establecido coincidentemente con los aniversarios de las muertes de William Shakespeare, Miguel de Cervantes Saavedra y el Inca Garcilazo de la Vega. Este acontecimiento coadyuva para poder hablar de la lectura hoy.
Es indudable que, como cualquier escritor que lo sea de verdad, sostiene, que la base de una buena escritura es la lectura. Parece ser una verdad de Perogrullo pero hay que repetirla porque es necesario que los jóvenes (e incluso adultos) que deseen encaminarse por la escritura, la recuerde si es que no lo saben.
La escritora Silvia Plager en una nota donde fue entrevistada por ADNCultura, dice que “(…) hay que ser lector primero y después escritor. El que no venera el texto escrito no puede ser escritor.” Y detrás de la mayoría de buenos escritores, hay mucha y atenta lectura. De libros de diversos autores y variados temas y géneros. Pero que hay lectura, no quepa la menor duda. Y no es que se lea para copiar estilos o métodos de escritura. Se lee por la necesidad de vivir otras vidas, de acercarse a otros seres, a otros mundos posibles que el escritor plasma en sus obras.
Cuando uno comienza a leer es como empezar una aventura. La que le deparará el texto que tiene ante la vista. Ricardo Piglia en su libro “El último lector”, dice que “Hay una relación entre la lectura y lo real, pero también hay una relación entre la lectura y los sueños, y en ese doble vínculo la novela ha tramado su historia. Digamos mejor que la novela- con Joyce y Cervantes en primer lugar- busca sus temas en la realidad, pero encuentra en los sueños un modo de leer.” Y agrega: “Esta lectura nocturna define un tipo particular de lector, el visionario, el que lee para saber cómo vivir. (…) Para poder definir al lector, diría Macedonio (Fernández), primero hay que saber encontrarlo. Es decir nombrarlo, individualizarlo, contar su historia. La literatura hace eso: le da al lector un nombre y una historia, lo sustrae de la práctica múltiple y anónima, lo hace visible en un contexto preciso, lo integra en una narración particular. La pregunta “qué es un lector” es, en definitiva, la pregunta de la literatura. Esa pregunta la constituye, no es externa a sí misma, es su condición de existencia. Y su respuesta –para beneficio de todos nosotros, lectores imperfectos pero reales- es un relato: inquietante, singular y siempre distinto.” (p. 25).
Leer pues, enriquece al lector. Lo transforma en cuanto lo hace partícipe de lo que lee. Y, a la vez, como dice el mexicano Gabriel Zaid, nos vuelve más reales.