domingo, 28 de julio de 2013

ADOLFO ARGENTINO GOLZ Y EL MATE
Escribe Carlos Sforza*
Adolfo Argentino Golz es un escritor entrerriano que por su obra literaria y su actividad cultural, ha trascendido el lar provinciano para insertarse fuera de las de las fronteras de la provincia.
Nació en Nogoyá y su infancia transcurrió en Viena (Austria). De regreso al país, completó los estudios primarios y secundarios en Paraná para luego estudiar Literatura y Ciencias de la Educación especializándose en ciencias de la comunicación.
En forma paralela a su labor profesional, Golz ha ido construyendo una muy especial y buena colección de cuentos que han sido publicados en varios volúmenes y ha realizado una selección de los mismos en “Cuentos desde Entre Ríos” (2001) con prólogo de la recordada amiga María Esther de Miguel.
Dije que la labor de Golz se extiende a la cultura, toda vez que ha sido cofundador de la seccional Entre Ríos de la Sociedad Argentina de Escritores y primer Secretario de la misma que presidió la también recordada Beatriz Bosc. Tuvo activa participación en la realización del V Congreso de la SADE, realizado en Paraná en 1964 y al que tuvo la deferencia de invitarme y al que asistí. Fue Vicepresidente del Consejo Federal de la misma institución y ha trabado (y lo sigue haciendo) en la parte cultural de diversas entidades como OSDE, Clínica Modelo. Ha sido declarado Ciudadano Destacado por las Municipalidades de Nogoyá y Paraná. Recibió la Faja de Honor de la SADE y el Premio Santa Clara de Asís, entre otras muchas distinciones.
Su labor periodística se ha prodigado en diversas publicaciones de Paraná y del país. Sus cuentos han servido para ser leídos en las escuelas. Tal el caso de “El legado de Pietro Rigolucci”, “El miedo sin rostro” y otros que en mis tiempos de docente leía y comentábamos con mis alumnos del Instituto “John F. Kennedy” en Victoria.
Ahora Adolfo acaba de publicar una obra con cuentos recogidos de la tradición popular, muchos oídos en charlas de café o en algún boliche de campaña. Se trata de “Cuentos con mates” (Editorial Fundación La Hendija”, prólogo de Roberto Romani, contratapa de Carlos Marín, diseño de tapa de Ma. Verónica Villarraza, dibujos de Melquíades Marizza “Chericó”, Luis C.Bourband y Carlos Casablanca, Paraná, junio de 2013, 194 p.).
La línea unitiva de todos los relatos que en el libro reúne Golz, es el mate. Sí, el adminísculo que nos proporciona deleite con la infusión de la yerba y es motivo de unión en las reuniones familiares, sociales, deportivas.
Por supuesto que muchos (quizá la mayoría, si no todos) de estos cuentos ha sido publicados por el autor en periódicos (en especial en LAR). Y el estilo de los cuentos escapa al que ha caracterizado en sus anteriores narraciones Golz. Estas últimas han sido estrictamente literarias en su lenguaje y estructura. En su último libro, en cambio, ha utilizado el lenguaje oral, al estilo de los cuentos que se transmiten de boca en boca.   Dice Marín en la contratapa: “En una perspectiva que reconoce antecedentes de renombre en el país como Luis Landriscina, Golz rescata acontecimientos, hechos, costumbres, paisajes y personajes que han cincelado su rica historia personal y profesional”.
Debemos tener en cuenta que al recoger esas historias, el autor las ha transportado al libro con todo el gracejo, la picardía y el humor que tienen. Es como estar sentados en torno a un fogón y escuchar los relatos de algún “cuentero” (que nunca falta) que nos hace pasar un momento alegre aunque a veces las historias que cuenta, no lo sean tanto, pero sí con esa pizca de humor y picardía que demanda un relato como los que presenta Adolfo Argentino Golz en “Cuentos con mates”.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que el autor es un coleccionista de mates y, a la vez, un verdadero recolector de historias sobre el mismo, cabe consignar también que publicó “El mate en aire de coplas” (poesía). Sus indagaciones las ha recopilado en diversos lugares, en forma especial en ciudades, pueblos y villas entrerrianos, y con ese andamiaje, ha logrado estructurar este libro que al leerlo nos hace pasar momentos gratos y a la vez, conocer historias del mate con anécdotas jugosas. Un aporte bien salpimentado, a través de las historias que recrea Adolfo Argentino Golz.       

jueves, 18 de julio de 2013

LA GUERRA DE LOS HUESOS
Por Tuky Carboni*
Con el sello de Ediciones del Clé y engalanado por una portada muy colorida (un óleo bellísimo, obra de RUTH SVERDLOV, una de las nietas de Don Carlos Sforza), se ha presentado ya en su pueblo natal, Victoria, esta historia novelada que seguramente será muy bien recibida por todos los amantes de la cultura entrerriana.
Tengo la ventura de tener muchos volúmenes de Don Carlos Sforza: libros de cuentos (no para archivar en un estante de la biblioteca, sino para releer periódicamente), novelas muy bien logradas, ensayos interesantísimos. Sforza tiene, en su larga trayectoria literaria, más de veinte libros editados y agotados. Pero, aunque no los tuviera, me atrevo a afirmar que le bastaría haber escrito LA GUERRA DE LOS HUESOS, para ocupar un lugar de honor entre los escritores no ya entrerrianos, sino entre los más destacados autores nacionales.
Como un diestro artesano tejedor de telar, que va intercalando y combinando, con infinita paciencia, finas hebras de diferentes colores, hasta que su labor crece, toma cuerpo y se convierte en una esplendente obra de arte, Don Carlos Sforza nos entrega esta maravillosa novela.
Se trata de una historia central que nos toca en lo profundo a todos los que, en la persona de nuestros antepasados, estamos desde hace siglos enraizados en esta legendaria provincia de Entre Ríos. El autor no ha necesitado ir en busca de paisajes exóticos ni tradiciones foráneas para conseguir imprimirle a su obra un sello personalísimo y original, que despierta el inmediato interés del lector. En efecto, la acción sucede en el caserío que se llamó primero La Matanza y luego Victoria. Sólo unos pocos pasajes se desarrollan en la provincia de Santa Fe, tan cercana geográfica y afectivamente a nosotros mismos.
La historia central está enriquecida con infinitas ramificaciones, muy bien urdidas y ensambladas de manera impecable, donde caben el heroísmo, la fidelidad, el amor, el valor moral, el romanticismo, el dolor por lo que no pudo ser, la cultura del trabajo (ay, tan ausente en estos días), el humor; y condimentada con la dosis exacta de fantasía.
El manejo de este último ingrediente, la fantasía, merece un párrafo aparte; porque está instilada con tanto cuidado, con tanta mesura que termina por tornarse algo muy creíble, muy posible, muy natural; y, a mi modesto entender, dota a toda la novela de una luz mayor que la relaciona directamente con las nacidas en la imaginación de los grandes autores hispanoamericanos que deslumbraron a toda mi generación.
Me sucedieron por dentro muchas mutaciones cuando la leía. Por un lado, esa especie de premura que se experimenta cuando se lee un texto escrito con maestría; ese querer leer demasiado rápido para conocer la historia completa; pero, a la vez, no tan rápido para poder saborear cada párrafo y para que el regocijo interior nos dure más. Por otra parte, los diferentes  planos temporales en que ocurren las acciones de la novela, nos llaman a prudencia y comprendemos de entrada que no se trata de algo para recorrer a la ligera, sino desplegando toda nuestra atención, para no perdernos en el rico universo que Don Carlos nos propone.
Cuando terminé de leerla, me quedó en el corazón una delicada y sin embargo intensa nostalgia, porque se había terminado mi contacto con los ya entrañables personajes que pueblan LA GERRA DE LOS HUESOS: el apuesto sargento Nicanor Martínez (casi puedo verlo cabalgando alrededor de la chacra donde vivía la mujer amada en silencio) y toda su honrosa descendencia, la desdichada Artemia Bulnes (convertida luego en una misteriosa momia), la valiente Nancy, el ubico doctor Zamudio, el gracioso placero, el inefable don Melitón, el prudente (demasiado prudente, ¿no?) profesor de Filosofía Roberto Martínez… Pero, además, reconocí en mi ánimo el festejo por la alegría espiritual y visceral que debe haber sentido el autor, mientras creaba la novela; la corregía, la enriquecía, la burilaba para que brillara cada vez más. Porque solo así: con amor hacia las criaturas que creamos, se puede lograr un trabajo que, como éste, nos deja una especie de orgullo inocente, de plenitud casi sagrada, y que sólo la creación puede otorgar.
Y, por último, esperanza. Esperanza de que dentro de un tiempo, Don Carlos Sforza vuelva a deleitarnos con otra novela tan hermosa como LA GUERRA DE LOS HUESOS.
* Poeta, cuentista novelista. Premio Literario “Fray Mocho” en género novela.
Esta nota fue publicada el domingo 14 de julio de 2013, en la Sección Cultural que dirige la escritora Elsa Serur de Osman en el diario “El Debate-Pregón” de la ciudad de Gualeguay (Entre Ríos).

         

domingo, 14 de julio de 2013

LA MUERTE DE UNA DESTACADA MUJER
Escribe Carlos Sforza*
El 5 de junio de 2013, a la edad de 101 años, falleció en Buenos Aries, donde residía, la destacada intelectual entrerriana Beatriz Bosch.
Hablar de Beatriz es referirse a alguien que, desde su provincia natal, a fuerza de voluntad, vocación y coraje, supo sobreponerse a muchas dificultades para ir creando una trayectoria en la docencia superior y en la historiografía.
Supe de la cordial amistad de Beatriz en la relación epistolar y dedicatoria de libros que intercambiamos en varias ocasiones. Ella sabía, con su rigor característico, valorar al semejante cuando consideraba que era valorable. De allí que soy deudor de ella por su buena voluntad para poner en una dedicatoria de la reedición de su libro “Urquiza –Gobernador de Entre Ríos- 1842-1852” de la Editorial de Entre Ríos en 2001, “Al escritor Carlos Sforza con mi alta estima intelectual”.
Al cumplir 90 años, la Academia Nacional le hizo un homenaje especial, en el que habló el entonces presidente de la Institución, doctor Miguel Ángel De Marco que fue alumno de Beatriz Bosch y ahora compartía con ella un sitial en la Academia.
Las palabras del Presidente para referirse a la homenajeada en su 90 cumpleaños, ilustran de manera cabal lo que significaba como persona, catedrática y, en esencia, historiadora, nuestra comprovinciana. Hizo De Marco, una reseña biográfica y bibliográfica de Beatriz Bosch, que en su síntesis es un perfecto retrato de quien hace poco más de un mes, murió en la Capital Federal y cuyo deceso ha tenido muy poca repercusión en los ambientes culturales del país.
A raíz de ese homenaje, Beatriz respondió en la misma Sesión Pública, con un discurso que tituló “La historia de mis libros”, donde hace una especie de autobiografía que la pinta de cuerpo entero. Comienza así:
“No nací historiadora.
Descubrí mi vocación desde temprano, sí, gracias a esa forma de felicidad como Borges llama a la lectura.
No abundaban los libros en mi casa, pues vengo de una rama empobrecida de una familia que supo de tiempos mejores.
Entre los textos de mis hermanos mayores, junto al invariable Grosso y al Malet, encontré el segundo tomo de la Historia de Entre Ríos, de Benigno Tejeiro Martínez.
Enseguida lo devoré, al punto de saberlo poco menos que de memoria”.
Continúa con su ascenso en los estudios de la escuela primaria y la Normal de Paraná con el rigor que había impuesto en la misma el “grande José María Torres.” Su paso por la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales donde encontró un mundo nuevo. Memora a sus maestros de entonces: el arqueólogo Francisco de Aparicio, el historiador José Luis Busaniche, el orientalista José Imbellone, el geógrafo Joaquín Frenguelli, el latinista David O. Croce. Asimismo recuerda las clases de filosofía de Vicente Fatone, Ángel Vasallo y M. Guglielmini como las de literatura del tan recordado Carlos María Onetti.
En esa disertación, recogida por el Boletín de la Academia Nacional de la Historia y publicada luego como una separata (año 2004) que Beatriz tuvo la gentileza de enviármela con una sentida dedicatoria, hace un verdadero racconto de su itinerario intelectual. Nos pone frente a sus estudios y a cuando tres días después de cumplir 20 años, se recibió de profesora en Historia y Geografía el 14 de diciembre de 1931. Su incursión en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Asimismo sus estudios de latín y griego cuando fue designada catedrática de Historia de Roma y de Edad Media en el Instituto del Profesorado que reemplazó a la Facultad, lo que le permitió, conforme lo expresa, sedimentar su formación historiográfica.
Es sabido que Beatriz Bosch dedicó luego la mayor parte de su trabajo de investigación a bucear en la figura del General Justo José de Urquiza. De allí que supo indagar en los archivos siendo en esa época la única mujer que hacia investigación en los archivos puesto que el resto eran varones. Dice al respecto: “Volví al archivo en las mañanas, tiempo que me dejaba libre la preparación de las clases del Instituto. Solitaria investigadora durante años y años”.
Miguel Ángel De Marco en la presentación-homenaje que se le hizo en Buenos Aires, donde residió desde 1981, hace notar que en su momento “Beatriz había sufrido las consecuencias de su oposición al régimen autoritario que regía la Argentina. Alejada de sus cátedras en el Profesorado, no había vacilado en ganarse la vida vendiendo guantes o escribiendo editoriales en las páginas de El Diario, la vieja hoja de los Etchevehere, que contaba así con una pluma ágil y valiente en tiempos complejos y difíciles”.
Ejerció la docencia universitaria en Santa Fe y ocupó el rectorado del Instituto Nacional del Profesorado en Paraná. Dictó cursos y conferencias y, sobre todo, continuó hasta el fin de sus días en la tarea de investigar la historia y publicar sus hallazgos y su interpretación de hechos y acciones de los hombres en libros, artículos, reseñas, prólogos, estudios preliminares a obras de otros autores.
Numerosas distinciones jalonan la larga vida intelectual de Beatriz Bosch. Fue distinguida con la Faja de Honor de la SADE, la Pluma de Plata del Centro Argentino del PEN Club Internacional, por la Fundación Konex, la Cámara de Diputados de la Nación, el Gobierno de Entre Ríos, la Cámara de Diputados de nuestra provincia y obtuvo el Primer Premio Nacional de Historia de la entonces Secretaría de Cultura de la Nación.
La bibliografía de Beatriz Bosch es amplia, compacta, expresión de una concienzuda investigación. Entre sus títulos se encuentran “Gobierno del Coronel Lucio Mansilla” (1942), “Urquiza Gobernador de Entre Ríos” (1940), “El Colegio del Uruguay. Sus orígenes. Su edad de oro” (1949), “Presencia de Urquiza! (1953), “Urquiza el Organizador” (1963), “Urquiza y su tiempo” (1971), “Historia de Entre Ríos” (1978), y varios más.
Como se puede apreciar y quienes conocemos la trayectoria y la labor historiográfica de Beatriz Bosch podemos aseverarlo, fue una incansable intelectual que dejó una cantidad de aportes históricos que nutren y enriquecen la bibliografía histórica argentina y en forma especial entrerriana.
Como bien expresó De Marco, “Beatriz no era unánimemente aceptada en los cenáculos locales, pues la probidad que le hacía juzgar con severidad a los diletantes y a los perezosos no les resultaba grata.  Reconocida y apreciada por todo el país, era objeto de un sin duda mortificante silencio en la patria chica. Por suerte, de unos años a esta parte, la gente de la cultura –historiadores, narradores, poetas, artistas- han sabido reparar ese injustificado olvido, otorgándole el lugar que merece entre las figuras entrerrianas más notable de sesenta años a esta parte.” Ese reconocimiento se basa en un análisis ecuánime de su aporte a la historiografía y a la cultura. No podemos obviar el hecho que fue cofundadora de la Seccional Entre Ríos de la SADE y su primera Presidenta y estuvo en la organización de V Congreso Nacional de las Sociedad Argentina de Escritores, que se realizó en Paraná.
Ella con su carácter y su impronta, dejó huellas profundas y palabras contundentes sobre la labor de quien investiga la historia. Por eso rescato el final de su disertación en la Academia Nacional: “Aspiro a exponer con claridad de pensamiento y con pureza de estilo, según Groussac exigía, al concebir la historia como arte, ciencia y filosofía. Disciplina científica, la Historia se enseña en las facultades de humanidades de las universidades y en los departamentos de Historia de los institutos superiores de profesores. Concepto que no se ha adentrado debidamente entre el público. Defender la historia del asedio de piratas y dragoneantes, ha de ser consigna que entrego a las jóvenes generaciones de investigadores. Ese es mi mensaje.”      
Beatriz Bosch nació en Paraná (Entre Ríos) el 11 de diciembre de 1911.