lunes, 26 de agosto de 2013

OTROS ASPECTOS DE LA FICCIÓN SEGÚN CORTÁZAR
Escribe Carlos Sforza*
Hemos visto varias características que se marcan en la ficción según enseñó Cortázar en sus clases de literatura en Berkeley. Hay otros aspectos que el escritor señaló y ejemplificó sobre aspectos que hacen a la creación de un cuento e incluso, de una novela.
Julio Cortázar habló de la musicalidad y el humor en la literatura. Es claro que sobre el primer aspecto, la musicalidad, no se refiere a una imitación de la música con notas, sino a lo que la prosa literaria puede tener de ritmo, de musicalidad.
Sostiene que “Hay prosas que, siendo muy buenas e incluso perfectas, nuestro oído no las reconoce como musicales, y en cambio hay otras en el mismo alto nivel que inmediatamente nos colocan en una situación muy especial, auditiva e interior al mismo tiempo, porque en el noventa y nueve por ciento no escuchamos lecturas en alta voz, ni las hacemos: leemos con los ojos y sin embargo, cuando hay una prosa que podemos calificar de musical, el oído interno la capta de la misma manera que la memoria también puede repetir melodías u obras musicales íntegras en el más profundo silencio” (p. 149/150).
Es claro que como explica el escritor, hay momentos en los que, al crear una obra, se dejan de lado la sintaxis y una serie de normas canónicas o académicas, y la voz del autor se mueve con amplia libertad y logra una prosa con un ritmo que es el único, en su concepción y necesidad expresiva que puede traducir, a través de las palabras y su encadenamiento, lo que desea expresa el que escribe. De allí que Cortázar haya contado en una de sus clases que “(…) lo que puedo decir como actor, como alguien que vive la experiencia de escribir muchos cuentos y muchos pasajes de novelas, es que en determinados momentos de la narración no me basta lo que me dan las posibilidades sintácticas de la prosa y del idioma; no me basta explicar y decir: tengo que decirlo de una cierta manera que viene ya un poco dicha no en mi pensamiento sino en mi intuición, muchas veces de una manera imprecisa e incorrecta desde el punto de vista de la sintaxis, de una manera que por ejemplo me lleva a no poner una coma donde cualquiera que conozca bien la sintaxis y la prosodia la pondría porque es necesaria. Yo no la pongo porque en ese momento estoy diciendo algo que funciona dentro de un ritmo  que se comunica a la función de la frase y que la coma mataría. Ni se me ocurre la idea de la coma, no la pongo” (p.151).
EL HUMOR
Sabemos que Julio Cortázar, y él lo ha dicho, recurre al humor en gran parte de su obra literaria. Pero sabe distinguir plenamente lo que es el humor en literatura y las diferencias que el mismo tiene con lo cómico. El filósofo Luis Farré, en su libro “Categorías estéticas”, trata en un capítulo lo cómico. Y dice que lo cómico se deriva del contraste. Y que contraste expresa un descenso y cita a Bergson quien sostiene que lo cómico pertenece sólo “al hombre o las cosas, en cuanto les atribuimos cualidades humanas. Suponemos que deberían actuar racional o conscientemente; pero acontece todo lo contrario” (p. 91/92).
Cortázar distingue con claridad las diferencias entre lo cómico y el humor. Para ello recurre a dos actores ampliamente conocidos: Jerry Lewis y Woody Allen. Dice que para él, el primero es un cómico y el segundo un humorista. La ejemplificación que hace con ambos actores, pone en claro lo que diferencia, conforme a su pensamiento, lo cómico del humor.
En el caso de Lewis, sostiene que “busca simplemente  crear situaciones  en las que va a hacer reír pero que no tienen proyección  posterior, termina en el chiste” (p. 158). En cambio, Allen “en sus mejores momentos está lleno de un sentido que va más allá del chiste o de la situación misma: contienen una crítica o una sátira que puede ser incluso muy dramática” (idem). Y renglones más adelante, grafica muy bien lo que en literatura es el humor, Dice: “(…) la intención (del humor) es casi siempre desacralizar, echar abajo una cierta importancia que algo puede tener, cierto prestigio, cierto pedestal. El humor está pasando continuamente la guadaña por debajo de todos los pedestales, de todas las pedanterías, de todas las palabras con muchas mayúsculas”. Esa desacralización no se refiere a lo religioso sino se usa en un sentido profano. “Esos valores que se dan como aceptados y que pueden merecer un tal respeto de la gente, el humorista suele destruirlos con un juego de palabras o con un chiste” (p. 159).
Esto me recuerda lo que escribiera Carlos Marín en “El Diario” (Paraná) a raíz de mi última novela, “La guerra de los huesos”. Marín habla del humor que hay en el libro y, concretamente ante la muerte. Dice que quizá mi intención fuera “una monumental tomada de pelo a la muerte, enfocando a la parca como una circunstancia de la vida, que es sin dudas esta última la que termina imponiéndose en todas las circunstancias”.
El humor, como es sabido y lo reitera Cortázar, es un producto literario que viene directamente de la literatura anglosajona sobre todo a partir del siglo XVIII. Y que, como todas las buenas cosas, muchos hemos adoptado en nuestra escritura. El autor de “Rayuela” confiesa que cuando escribía esa novela “(…) había algunos momentos absolutamente insoportables que no hubiera podido escribir como un escritor dramático, poniendo directamente la tragedia, el pathos, el drama (…). Entonces un humor a veces muy negro, muy sombrío, vino  en mi ayuda y me permitió que a lo largo de extensos diálogos  donde se está hablando de una cosa en un plano trivial y casi chistoso por debajo se está ventilando una situación de vida o muerte” (p. 160).
El ritmo y musicalidad y el humor, aparecen en la obra de Julio Cortázar con una presencia que marca la excelencia de la prosa del gran escritor.
LO ERÓTICO
Otro de los temas que abordó Cortázar fue el del erotismo en la literatura. Sabemos que hay muchas obras, cuentos o novelas, donde el erotismo aparece y lo hace a través de situaciones que dentro de lo narrado son normales.       
Afirma que los griegos y romanos consideraban la actividad erótica como una cosa normal, Estaba en el mismo nivel que otras actividades de la vida humana. “Basta leer a Teócrito o a Anacreonte, basta sobre todo leer al gran Petronio, leer El Satiricón, para darse cuenta hasta qué punto  en materia erótica los griegos y los romanos estaban como en su casa: manejaban ese tema con la misma naturalidad y soltura con que luego manejaban temas históricos, mitológicos, de la sentimentalidad o la inteligencia humanas” (p. 250).
Y en la literatura actual (y de los últimos años), cuando una obra es escrita con la calidad de obra de arte, y aparece lo erótico, es una cosa natural pero que, claro, hay que diferenciarlo de lo pornográfico. Precisamente allí reside el tema central: en no confundir lo erótico con lo pornográfico. Y Cortázar lo explica en sus clases muy bien: “Entre erotismo y pornografía hay una diferencia capital: la pornografía en la literatura es siempre negativa y despreciable en el sentido de que son libros, o situaciones de libros, escritos deliberadamente para crear situaciones eróticas que provoquen en el lector una determinada excitación o una determinada tendencia; en cambio, el erotismo en la literatura significa el hecho de que la vida erótica del hombre es tan importante y tan fundamental como su vida mental, intelectual y sentimental” (p. 252/253).
En suma, como sucede a todo narrador, las situaciones de los personajes los llevan a escribir como ellos actúan, es decir con la libertad de cada individuo que transita por el cuento o la novela. Lo hace como algo natural en una situación determinada.
En suma, sobre este punto Cortázar es claro, contundente. Y, al fin de cuentas, debemos evaluar una obra no si es moral o inmoral, sino si es una verdadera obra de arte donde hay situaciones de toda laya pero, sin caer nunca en lo pornográfico. Como lo explica e ilumina Julio Cortárzar en una de sus clases de literatura allá en el año 1980 en Berkeley.      

 



domingo, 18 de agosto de 2013

CARACTERÍSTICAS DEL CUENTO EN CORTÁZAR
Escribe Carlos Sforza*
En sus ya citadas clases de literatura en Berkeley (1980), Julio Cortázar hizo una muy marcada señal para aclarar lo que él entiende que debe contener un cuento. A la vez, y aquí reside la importancia de sus clases, demuestra con fragmentos o breves cuentos de su autoría, las características que ese género puede mostrar.
Es sabido para cualquier lector de la obra cuentística de Cortázar, que él incursionó muy profunda y continuadamente por el cuento fantástico. Y en sus clases se dedicó a explicar lo que entendía por tal. Es decir buscó una aproximación a definirlo pero no académicamente, sino conforme a su visión del mismo como escritor.
Para ello no sólo muestra cuentos de se creación, sino que analiza el proceso que lo llevó a él. Es decir, nos entrega una especie de autobiografía como escritor.
Recuerda que siendo niño había leído “El secreto de Wilheln Storitz” de Julio Verne. Se lo prestó a un compañero y éste se lo devolvió y lo hizo porque a la novela “No la puedo leer. Es demasiado fantástica”. Esa apreciación de su compañero se le quedó grabada de tal forma que recurrió a ella para explicar por qué él escribe tantos cuentos fantásticos. Dice: “Me quedé con el libro en la mano como si me hundiera el mundo, porque no podía comprender que ése fuera un motivo para no leer la novela. Allí me di cuenta de lo que lo que me sucedía: desde niño lo fantástico no era para mí lo que la gente considera fantástico; para mí era una forma de la realidad que en determinadas circunstancias se podía manifestar, a mí o a otros, a través de un libro o un suceso, pero no era un escándalo dentro de una realidad establecida. Me di cuenta de que yo vivía sin haberlo sabido en una familiaridad total con lo fantástico porque me parecía tan aceptable, posible y real como tomar una sopa a las ocho de la noche; con lo cual (y esto se lo puede decir a un crítico que se negaba a entender cosas evidentes) creo que yo era en esa época profundamente realista, más realista que los realistas puesto que los realistas como mi amigo aceptaban la realidad hasta un cierto punto y después todo lo demás era fantástico. Yo aceptaba una realidad más grande, más elástica, más extendida, donde entraba todo.” (p. 50).
Es clara la posición de Cortázar sobre lo fantástico. No sólo existe la realidad palpable, sino que hay otras dimensiones que pueden parecer fantásticas, fuera de la realidad, pero que él las abarca dentro de la misma realidad. Porque las vive, las siente, están allí, agazapadas para emerger en un momento determinado.
Asimismo, Cortázar ante una pregunta de un alumno, se refiera a su cuento “Casa tomada” que es el primer cuento de su primer libro y que tanto ha dado que hablar a los críticos y comentadores.
Él lo aclaró ante la televisión española y lo dice en sus clases. Fue el resultado de un
sueño, “de una pesadilla, que soñé una mañana de verano.” Porque, según manifiesta, los sueños han marcado la escritura de muchos de sus relatos. Dice: “Los sueños han sido pues uno de los motores de mis cuentos fantásticos y lo siguen siendo.”
Como queda expresado, en sus clases, con amplia libertad, Cortázar analiza a través de sus creaciones aspectos de lo que para él debe ser un cuento y la función que el escritor cumple cuando rompe los cánones de la sintaxis para mantener el ritmo interior que es lo que lo lleva a crear una prosa con características musicales. Y lo es, precisamente, por el ímpetu que pone en escribir muchas veces eludiendo signos de puntuación, pues siente que de esa manera dice lo que quiere decir y no lo que manda la sintaxis.
Ante una pregunta de una alumna si sobre él la imaginación, la fantasía, juega un papel más importante que la realidad en sus creaciones literarias, Cortázar responde con amplitud y admite que le es difícil distinguir entre lo que ve su inteligencia racional de la realidad y lo que su fantasía le agrega por arriba o por debajo. Dice: “La realidad es lo suficientemente grande y lo suficientemente terrible  como para bajar completamente ese espectro de pensamiento y de meditación. Pero cuando me muevo en mi trabajo de escritor, la fantasía recupera sus derechos y creo que nunca habré escrito un cuento o una novela  que se puedan considerar exclusiva y totalmente realistas porque incluso cuando lo que cuento en ellos es realista como tema, ha nacido de una fantasía, lo he inventado yo en la mayoría de los casos.” (p. 102).
Por otra parte, como también lo sostiene, tenemos que pensar que el realismo no puede prescindir de la fantasía. Necesita de ella de una u otra manera. Y es la fantasía lo que le da vuelo al realismo. Fíjese el lector en el cuento “La autopista del sur” que analiza en el libro el propio autor, donde incluso los ocupantes de los autos atascados en el gran embotellamiento de la famosa autopista que lleva a París, son nombrados no por sus verdaderos nombres, sino por la marca del auto que comandan o en el que se trasladan: Fiat, 404, Tauno, Alfa Romeo, etc.
Cortázar ante otra pregunta hace una aclaración que me parece sumamente interesante. Lo interroga una alumna sobre en qué idioma escribe y el narrador le responde: “Escribo y escribiré toda mi vida en español; el francés lo guardo para la correspondencia cuando tengo que escribir a algún francés. El español es mi lengua de escritor y hoy más que nunca creo que la defensa del español como lengua forma parte de una larga lucha en América Latina que abarca muchos otros temas y muchas otras razones de lucha. La defensa del idioma es absolutamente capital. Si hay un espectáculo penoso es el de latinoamericanos que al cabo de muy poco tiempo en un país extranjero permiten que su idioma se degrade y el segundo idioma comience a entrar (…)” (p. 104).
Por cierto, las palabras de sus clases y las respuestas a las preguntas de los asistentes, esclarecen lo que Julio Cortázar piensa sobre sus narraciones, sean cuentos, novelas o divertimentos. Es claro que hay otros puntos de estas sabrosas clases de literatura, que vamos a tratar de dilucidar y exponer en otra nota.     

  



  

viernes, 9 de agosto de 2013

CUENTO Y NOVELA EN JULIO CORTÁZAR
Escribe Carlos Sforza*
Siempre es bueno conocer el pensamiento de los grandes narradores sobre lo que piensan sobre el cuento y la novela. Mucho se ha hablado de ambos géneros dentro del canon. Pero, a la vez, siempre hay aportes nuevos. Y no solamente nuevos, sino también, reafirmación de lo que antes se ha dicho y escrito sobre el tema.
Por eso considero valioso conocer lo que Julio Cortázar pensaba sobre el cuento y la novela. Y para ilustrar el pensamiento del autor es interesante consultar sus Clases de Literatura en Berkeley 1980, que acaba de publicar Alfaguara.
Para Cortázar en la creación de una narración se puede hablar de forma y de estructura. Es claro que para el caso de la forma puede, en su visión, ser algo dado por la naturaleza. En cambio la estructura supone “una inteligencia y una voluntad que organizan algo articulado”.
Las diferencias entre el cuento y la novela son claras para quien escribe. Y lo son, asimismo, para los críticos y formadores del canon como, ¿por qué no?, para los lectores.
Cortázar en su ya comentada primera clase en Berkeley, afirma que “Por el lado de la estructura podemos acercarnos un poco más al cuento porque, si me permiten,  una comparación no demasiado brillante pero sumamente útil, podríamos establecer dos pares comparativos: por un lado la novela y por otro, el cuento. “Grosso modo” sabemos muy bien que la novela es un juego literario abierto que puede desarrollarse al infinito y que según las necesidades de la trama y la voluntad del escritor en un momento dado termina, no tiene límite preciso. Una novela puede ser muy corta o casi infinita, algunas novelas terminan y uno se queda con la impresión  que el autor podría haber continuado, y algunos continúan  porque años después escriben una segunda parte. La novela es lo que Umberto Eco llama la obra abierta: es realmente un juego abierto que deja entrar todo, lo admite, lo está llamando, está reclamando el juego abierto, los grandes espacios de la escritura y de la temática. El cuento es todo lo contrario: un orden cerrado. Para que nos deje la sensación de haber leído un cuento que va a quedar en nuestra memoria, que valía la pena leer, ese cuento será siempre uno que se cierra sobre sí mismo de una manera fatal”.
Esa apertura de la novela hace que muchas veces, el propio lector sea un continuador de la misma. Por otra parte y a diferencia del cuento, la novela es como un gran delta donde hay muchos canales de agua, y muchas corrientes que se dispersan y luego pueden unirse. E. M. Foster, autor entre otras novelas de “Pasaje a la India”, describe a la novela como “una de las más húmedas zonas de la literatura, irrigada por centenares de riachuelos y ocasionalmente  degenerada en un pantano” (“Aspectos de la novela”).  Asimismo no debemos olvidar que Roger Caillios consideraba a la novela como un género literario… “¡en el que caben todos los géneros!” y agrega que “No existe regla para medir a la novela: ella es puro contenido (no pura forma ni puro relato). Si con algún otro arte pudiera compararse será con el cine, por su enorme libertad y su carácter de infinitud” (“Sociología de la novela”).
Julio Cortázar en su clase aludida, compara el cuento con la esfera. Y tiene mucha razón al hacerlo y él lo demostró con sus más que excelentes cuentos. Dice: “Alguna vez he comparado el cuento con la noción de la esfera, la forma geométrica más perfecta en el sentido de que está totalmente cerrada sobre sí misma y cada uno de los infinitos puntos de su superficie son equidistantes del invisible punto central. Esa maravilla de perfección que es la esfera como figura geométrica es una imagen que me viene bien también cuando pienso en un cuento que me parece perfectamente logrado. Una novela  no me dará jamás la idea de una esfera; me puede dar la idea de un poliedro, de una enorme estructura. En cambio el cuento tiende por autodefinición a la esfericidad, a cerrarse, y es aquí donde podemos hacer una doble comparación pensando también en el cine y en la fotografía: el cine sería la novela y la fotografía, el cuento”. Y agrega: “una película es como una novela, un orden abierto, un juego donde la acción y la trama podrían o no prolongarse”. Advirtamos cómo Cortázar vuelve a la comparación de la novela con el cine, que en1942 ya hacía Roger Caillios.
Por supuesto, podríamos decir, nada nuevo hay bajo el sol. También el autor de “El perseguidor” pone de relieve en el cuento, elementos esenciales que otros narradores y críticos han destacado Por ejemplo nos dice con respecto al cuento que “Podría hablar, y lo he hecho ya alguna vez, de intensidad y de tensión. Son elementos que parecen caracterizar el trabajo del buen cuentista y hacen que haya cuentos absolutamente inolvidables como los mejores de Edgar Allan Poe (…)”.
No en vano, y concordante con lo dicho por Cortázar, Juan Bosch sostenía que la novela es extensa y el cuento es intenso. A su vez, Enrique Anderson Imbert decía que el novelista nos da una concepción del mundo “en un vasto conjunto de sucesos”, mientras que “el cuentista aprieta su materia hasta darle una intensa intensidad total”.       
Mucho más podríamos agregar a lo dicho. Pero es a intención de esta nota, poner brevemente de relieve a los lectores, cuál era el pensamiento de Julio Cortázar sobre el cuento y la novela. Géneros en los que él, sobresalió de manera notable para convertirse en uno de los grandes narradores del siglo veinte.
 

  

sábado, 3 de agosto de 2013

JULIO CORTÁZAR Y LA LITERATURA
Escribe Carlos Sforza*
Acaba de publicarse el libro “Clases de Literatura” que reúne las que dictó Julio Cortázar en Berkeley en 1980.
Un adelanto de la primera clase  llamada “Los caminos del escritor” la brindó ADNLa Nación el 26 de julio de 2013. Sin dudas leer las clases del autor de “Rayuela” es un verdadero placer y, sobre todo, encontrarse con el pensamiento del escritor y su visión del cuento y la novela.
Marca las diferencias entre el cuento y la novela y considera que el primero es de más fácil acceso para los lectores (en el caso de las clases, para los oyentes). Narra su estancia en Buenos Aires y luego en París. Y habla, asimismo, de los tres estados por los que ha atravesado. Por supuesto no elude nada de lo referente a los gustos, lecturas y preferencias literarias y políticas de su juventud y de los años posteriores.
Afirma que pertenece “a una generación de argentino surgida casi en su totalidad  de la clase media de Buenos Aires (…); una clase social que por estudios, orígenes y preferencias personales se entregó muy joven a una actividad literaria concentrada sobre todo en la literatura misma”. Ello hacía que fueran “profundamente estetizantes, concentrados en la literatura por sus valores de tipo estético, poético, y por su resonancia  espirituales de todo tipo”.
Ese período es al que denomina estético en cuanto a sus lecturas y su manera de encarar la escritura. De allí que la actitud “era un planteo estético, una solución estética; la actividad literaria valía para nosotros por la literatura misma, por sus productos y de ninguna manera como uno de los muchos elementos que constituyen el contorno, como hubiera dicho Ortega y Gasset la circunstancia, en que se mueve un ser humano, sea o no escritor”.
Cuando comenzó a preocuparse por el otro, el prójimo, según explica en esa primera clase, hizo que entrara en el estudio de la psicología de la gente, y es el período que él llama metafísico. Y comenzó a esbozarse con el excelente cuento “El perseguidor” basado en la vida de Charles Parker, el famosos músico norteamericano. En el cuento le pone el nombre de Johnny Carter. Yen ese período, en el que se hacía muchas preguntas, surgen como respuesta dos novelas. “Los premios” y “Rayuela”. Y hace alusión a las mismas y marca las diferencias entre el cuento y la novela. Afirma que “Tenía una preocupación técnica, porque un escritor de cuentos (…) maneja un grupo de personajes lo más reducido posible por razones técnicas, no se puede escribir un cuento de ocho páginas en donde entren siete personas ya que llegamos al final de las ocho páginas  sin saber nada de ninguna de las siete (…). La novela en cambio es el juego abierto (…)”. Y nos habla de lo que significó “Los premios” como experiencia de su incursión en la novela. En “Rayuela”, escrita años después, puso en juego conforme expresa, “todo lo que en ese momento podía poner en ese campo  de búsqueda e interrogación”.
De allí en más, ingresa en lo que denomina etapa o período histórico en la escritura. Y desarrolla a través de su confesión autobiográfica, qué significa para él esa tercera etapa en su vida de escritor. Por eso afirma: “Por eso me parece que lo que me sucedió  en el terreno individual  y privado es un progreso que en conjunto se ha ido dando
De la misma manera yendo de lo más privilegiado, lo más refinado como actividad literaria, a una literatura que guardando todas sus calidades y todas sus fuerzas se dirige actualmente a un público de lectores que va mucho más allá de los lectores de la primera generación que eran sus propios grupos de clase, sus propias élites, aquellos que conocían los códigos y las claves y podían entrar en el secreto de esa literatura casi siempre admirable pero también casi siempre exquisita”.

  Sin dudas, estamos ante un libro que nos enseña mucho, nos informa y nos deleita puesto que el autor (disertante en el caso) nos alcanza conceptos y reflexiones que han marcado hitos en su vida como hombre y como escrito. Es decir, como hombre que escribe. Y que lo ha hecho con notables aportes a la literatura universal.